nº 186: noviembre-diciembre 2018

Asteroides

Antonio Tello

AntonioTello
Foto: © Jorge Raúl Tello

Antonio Tello (Argentina, 1945)
Poeta, narrador y ensayista considerado por la crítica una de las personalidades más relevantes de la literatura argentina del exilio.
En 1975, dos años después publicar El día en que el pueblo reventó de angustia, que lo revela como uno de los creadores más originales de la literatura argentina del interior, se exilia con su familia a París y luego a Barcelona, tras ser amenazado de muerte por la Alianza Anticomunista Argentina.
En España desarrolla casi toda su obra literaria. Su poesía – Sílabas de arena, Nadadores de altura, O las estaciones, Lecciones de tiempo, ….– es valorada por la musicalidad y la precisión de su escritura y la hondura metafísica. Asteroides es parte de un proyecto inédito tras La noche yerma, de próxima publicación.
En diciembre de 2015, el Gobierno de Córdoba (Argentina) le concedió el Premio Reconocimiento al Mérito Artístico por el conjunto de su obra y su defensa de la libertad de conciencia y de los derechos de autor.

Un niño llama con su lengua sucia, me llama
y lo sigo, camino tras él, amigo, voy tras
él por montañas y hondonadas de basura,
pisando la inmundicia, cruzando riachuelos
corrompidos.
En el cielo de los desdichados
no hay cometas. En el cielo de los desdichados
los ángeles planean en círculo como algunos
pájaros. La noche capital. El tiempo quieto.
Ya no vivo aquí, no puedo seguirte, le digo,
creo decirle, pero lo sigo y desde la cima
descubro la ciudad, la nación que generales
y gerentes crearon en el basural, guardada
por cancerberos albinos.
Me hablas con tu lengua
viciada. Sé que la visión te duele, amigo,
insistes, y, aunque ya no viva aquí, te sigo,
no puedo irme, todavía sigo en este lugar,
cerca de ti, donde late el dolor.
El dolor es
real, me dijiste cuando los perros nos mordieron.
Me hiero para sentir, pero el dolor ya murió.
Está muerto. La luz se apaga, amigo. Veo la
oscuridad. He esperado, quizás aún espero,
pero ahora, llegado el momento, pregunto
¿queda algo ? ¿además del dolor queda algo?

Una nota suena en el aire y la luz del alba
empuja la noche hacia su derrota.
Nada, nadie, dirá, podrá decir, que el día
no sucedió, que la existencia es un
espejismo o el sueño de un extraño.
No hay moral ni inteligencia en el existir.
La razón, acaso la única razón
del día, ajena a toda justicia, es
aproximar el hombre, esa pulsión de
sangre en el corazón de las sombras,
al latido y la visión de la eternidad.
La violencia, el hambre, el destierro y
el amor, todo ocurre en el día y al fin,
una nota tiembla en el aire, la luz decae,
la tarde se agota y el sol, con un rubor
de sombras, deja en el horizonte
la arrebolada estela de su naufragio.

sabrás, amigo, que la sangre llegará
al ocaso y a esa playa, donde boquean
los peces que alguna vez fueron hombres,
habitantes de las ciudades, pecios de
civilización hundidos en el fondo
de mares hace tiempo muertos.
Entonces,
volcarás el vino en la mesa, sobre
la espalda tus sueños cargarás y huirás
del dolor. Marcharás. Te irás. Caminarás
hasta que al atardecer de un día cualquiera
mirarás atrás y, flotando en el polvo,
antes de que el aire o la última luz del
día se los lleve, verás el temblor de los
espejismos.
En ese instante, hermano,
en la greda del camino también verás
más cortas y hondas tus huellas, aunque la
bolsa de los sueños ya esté vacía.

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© 2018 Luke

ISSN: 1578-8644

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