nº 186: noviembre-diciembre 2018

Junco Negro

Antonio Maura

Antonio Maura
Foto: © Felipe Fitipaldi

Antonio Maura es Doctor en Filología por la Universidad Complutense de Madrid con la primera tesis sobre un autor brasileño defendida en la universidad española: El Discurso Narrativo de Clarice Lispector (octubre de 1997). Entre 2005 y 2009 fue director de la Cátedra de Estudios Brasileños en la Universidad Complutense de Madrid. Es miembro correspondiente de la Academia Brasileña de Letras desde 2011. Ha recibido diversas distinciones y premios por su labor a favor de la cultura brasileña como la Ordem do Rio Branco, concedida en 1997. Ha coordinado numerosas revistas y ha publicado cerca de un centenar de artículos y trabajos de investigación sobre literatura y arte brasileños. Es autor del libro Cartografía literaria de Brasil (Madrid, 2014), que reúne veinte trabajos sobre diferentes aspectos de la literatura brasileña. Ha publicado también la Trilogía de Tagol (Madrid, 2011), compuesta por Voz de Humo, premio Castilla-La Mancha en 1989, Ayno y Semilla de Eternidad, el libro de relatos Piedra y Cenizas y el poemario Fuego, Agua, Aire y Tierra. (1998).

Llegaste como la brisa de la bahía de Urca donde vivo. Apenas me di cuenta que acariciabas mis cabellos maduros, que cubrías mis arrugas, los surcos que la vida ha dejado en mi rostro.
Venías de tu pasado con un oscuro dolor de siglos, con el brillo de tu cuerpo como un sol sombrío de lejanas tierras, de dioses antiguos que mi mente no abarcaba, de profundos ritos que no comprendía.
Viniste sigilosa con el silencio de los astros y el cimbrearse de los negros juncos en la noche.
Y llegaste sin darme cuenta para ahogar mi soledad en tu soledad inmensa, tú que eras la noche para iluminar mi noche, tú que eras el silencio para dar sentido a mi silencio.
Me dejé llevar por tu cuerpo allí donde los cuerpos florecen en las tierras sin luna del Mundo.
Así viniste, así te irás, negro junco, que mis brazos no pueden abrazar ni retener, como la brisa de la bahía de Urca, donde muero.
* * *

-Para salvaguardar nuestro amor –me dijiste- vamos a tener que mentirnos, pues la pasión se funda en la ilusión y no en la realidad.
-Tal vez no sea necesario mentirse –te comenté-. Simplemente con omitir algunos hechos y sentimientos sea suficiente. No todo tiene por qué ser la obscena banalidad de lo real.

* * *

Flor de la saudade
Igual
que las olas
abren furiosas
grutas
en los acantilados,
has formado
con tus manos,
tus caricias,
un hueco profundo
en mi interior,
donde tan sólo
ha quedado
de tu presencia
la flor de la saudade
con su delicado,
inmenso
aroma.

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ISSN: 1578-8644

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