nº 186: noviembre-diciembre 2018

Poemas

Isabel Pérez Montalbán

Isabel Pérez Montalbán

BIOGRAFIA:

Isabel Pérez Montalbán (Córdoba, 1964). Reside en Málaga. Diplomada en Magisterio y licenciada en Ciencias de la Comunicación. Ha publicado los poemarios: No es precisa la muerte, Puente levadizo, Fuegos japoneses en la bahía, Cartas de amor de un comunista, Los muertos nómadas, El frío proletario, La autonomía térmica de los pingüinos, Siberia propia, Animal ma non troppo y Un cadáver lleno de mundo. También está seleccionada en diversas antologías y libros colectivos españoles y extranjeros. Ha recibido premios literarios como el Ciudad de Córdoba Ricardo Molina, el Premio Leonor de Poesía, el Premio Internacional de Poesía Barcarola y el Premio Joven Ciudad de Málaga. Poemas suyos han sido traducidos al francés, inglés, esperanto, árabe y magiar. Su obra ha sido considerada como iniciadora de la corriente de la poesía de la conciencia, una poética que se opone al sistema capitalista desde la crítica contemporánea, la memoria histórica y el compromiso.

La señora

Cuando niña volvía de las clases
con un enjambre de susto en el pecho.
Volvía de los lápices, del asombro feliz
por las palabras y la historia.
Y de lejos ya olía la enfermedad y el humo:
la casa ardiendo de odio,
la casa agonizante de ansiolíticos.
Llegaba y al entrar, en la penumbra,
eran sus ojos dos cubos de fango
volcados en mi cara.
Aquellos ojos nunca maternales
de madre sustituta, que eran préstamo estéril,
me amputaron la dicha y la inocencia.
Su mirada perdida en la neurosis,
el violento oleaje de desorden
que hería sus pupilas, y el gris turbio de alcohol
que me enlodaba hasta las noches.

Recuerdo veinte años después
el miedo a regresar que me invadía.
Por el camino, una rata parásita
me iba comiendo el corazón.
La ceniza en cascada me iba manchando el babi.
Y entraba en la casa temblando,
con un nido de avispas en la sienes
y un motor quejumbroso en las rodillas.
La ignoré cuanto pude.
Me escondí de sus golpes, y los otros
la apartaron a veces de mis juegos.
Me acuerdo de sus lágrimas tan tristes
que un día me cayeron por los brazos
mientras inútilmente intentaba peinarme:
se me caía a madejas el pelo
que ella antes me había arrancado.
Ni su muerte ha logrado deshacer
todo el barro y el liquen
que gestaba al mirar sin darse cuenta.
Al saber su final,
sentí sorda una lástima sin cauce
por su vida sin vida,
por su empeño imposible en la ternura,
por el dulce refugio que no fue para mí.

Ahora vivo sola.
No hay nadie enfurecido ni enfermo que me espere.
Mi casa es la trinchera de una paz laboriosa.
Sin embargo, sucede alguna vez, de pronto,
un resplandor de miedo que sale de su tumba.
Y antes de abrir la puerta siento un clavo
rozando el corazón, dispuesto a hundirse.
La misma pesadumbre,
la lombriz arrastrándose en la piel,
el mismo surtidor de abejas en ataque,
como quien vuelve de cometer un crimen
y sabe que sus manos lo delatan.
Es un instante que no dura,
pero golpea igual que un puñado de nieve.
Parece que mi casa estuviera invadida
y aguardaran sus ojos detrás de la madera,
como cubos de fango
que van a volcarse en mi cara.

De Los muertos nómadas


Informe Semanal

Hay semanas vencidas por el cáncer,
reportajes de vida sin umbral,
tronera a la violencia de la herrumbre
asiática, africana: mundo en sucio
que si siquiera sabe que es dinero
limpio de informativos sin bandera.

Noticias de la bronca y la bandera
van enfermando los ojos de cáncer
terrorista y de crimen por dinero
hasta el llanto más caro, hasta el umbral
de la sangre que corre por el sucio
torrente de los días como herrumbre

apenas soportable. Tanta herrumbre,
sobredosis de muerte cual bandera
que ondea por las ondas, velo sucio
tirado al vertedero donde el cáncer
se desnuda debajo del umbral
que conduce a la ciencia del dinero.

Imágenes que compran más dinero,
anuncio-anzuelos y un montón de herrumbre.
Pero no un pase de futuro umbral
que detone en revuelta, esa bandera
que a todos represente, incluso al cáncer,
a la guerra y la paz del niño sucio

con su liendre mascota, ombligo sucio
que ilumine pantallas, mal dinero
que cualquier mando encienda apague el cáncer
como un fundido en blanco, blanca herrumbre
o documento retal de bandera
ya inservible para otro fin: umbral

que descierre confines, limpio umbral
hacia el cuerpo y caricia que en el sucio
cielo extienda su azul como bandera
contra reyes y dioses del dinero,
contra la Bolsa ciega de la herrumbre
financiera y valores casi cáncer.

Porque hay cáncer y días, más umbral
en la herrumbre del plato más que sucio,
más dinero variable y más bandera.

De Animal ma non troppo

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© 2018 Luke

ISSN: 1578-8644

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