nº 186: noviembre-diciembre 2018

El escritorio de Bartleby

Enrique Gutiérrez Ordorika

hojas Foto: ©ardiluzu

“El finado Juan Jacobo Astor, personaje muy poco dado a poéticos entusiasmos, no titubeaba en declarar que mi primera virtud era la prudencia; la segunda, el método”.
Herman Melville (Bartleby, el escribiente)

Moby Dick

Herman Melville pertenece a ese pequeño grupo de escritores que con un solo libro consigue expandir un cosmos equivalente a una literatura. Melville no escribió un único libro –varios de sus otros escritos tienen un notable valor- pero terminó sus días en unas condiciones de vida lamentables. Su genio fue subestimado por la mayoría de sus contemporáneos, lo que evidencia una vez más que la estupidez humana es un mal intemporal e inconmensurable. No deja de resultar irónico que quien inspirara el mal de Bartleby confeccionara una novela tan voluminosa como Moby Dick.

Tiempo perdido

Al parecer James Joyce y Marcel Proust compartieron mesa y mantel en una celebración parisina de escritores en la que ellos eran las estrellas invitadas. Según los asistentes, la conversación entre ellos no pasó del más escueto y formal de los saludos. Quizás Proust quería añadir un nuevo capítulo a su Búsqueda del tiempo perdido, quizás Joyce, consciente de esa posibilidad, no quiso importunarle, y dejó que aquel tiempo se perdiera también para él.

A modo de Haiku

Escribir es lo contrario a vivir. Un vencejo sortea el cielo. El viento mece las hojas. Las nubes blancas tapan el sol. La existencia se va en una mirada.

Últimas notas para la humanidad

En el mismo banco del parque, en el que se sentaba aquel viejo cascarrabias llamado Thomas F. que protagoniza algunos relatos de Kjell Askildsen y que aseguraba que “el que no tiene nada porque vivir tampoco tiene nada porque morir”, he encontrado, abandonado, un sobre que contenía un cuaderno con apenas un puñado de palabras escritas a lapicero en su primera hoja: No soy un impostor, soy un verdadero Bartleby, por eso esta historia no tiene continuación y este cuaderno mantiene el resto de sus hojas con unas rigurosas páginas en blanco. Fuera, en la portada del sobre, sin remite ni dirección de envío, alguien había dejado una breve anotación: “Enviar a Enrique Vila-Matas”.

Ecología o literatura del No

Los amantes de los árboles si fueran consecuentes deberían ser ágrafos y partidarios de la literatura del No. Sin embargo nadie ha demostrado aún que los Bartlebys tengan propensión a pertenecer a grupos ecologistas.

Literatura del Sí

Los pájaros picotean al lado del lector impasible que asiste a un banquete en una mesa redonda con el rey Arturo y sus caballeros nocturnos. Las espadas y las lanzas, las cotas de malla y las armaduras descansan en la armería. Es la hora del vino en las copas y las demostraciones de ingenio en los brindis. Nada que alarme ni pueda asustar a los pájaros.

Bartleby

Como un beduino perdido en medio de una tormenta de arena, navego por el inmenso desierto de esta página en blanco, sin hallar rastros de un pequeño oasis de palabras que al menos por unos instantes sofoquen mi sed.

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ISSN: 1578-8644

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