Menu

LUKE nº 169 Febrero 2016

Montserrat Villar González

Bitácoras de Ausencias

montserrat villar

Montserrat Villar González, Cortegada de Baños (Ourense), 1969. Licenciada en Filología Hispánica y Filología Portuguesa, poeta y traductora. Además de diferentes manuales didácticos y traducciones ha publicado varios poemarios: Tríptico de mármol (Ed. Huerga y Fierro, 2010). Ternura incandescente (Ed. Huerga y Fierro, 2012). Tierra con nosotros (Ed. Seleer, 2013), Terra habitada (traducción íntegra al portugués de Jorge Fragoso, Editorial Palimage, Coímbra, 2014). Desde la otra orilla, (Proyecto Arte Ediciones, 2014.). Terra de mármore e tenrura (Antología bilingüe, 2ª edición, 2015, Ed. Lastura). Como dinamizadora cultural preside la Asociación Cultural PentaDrama en Salamanca, ciudad donde reside.

Bitácora de ausencias nació de la reflexión sobre la ausencia. Esa sensación que hemos sufrido de abandono, de necesidad de supervivencia en un mundo que no entendemos o que simplemente no somos capaces de asumir en toda su extensión. En medio del proceso de escritura viajé a Cracovia, donde conocí al pintor español afincado en la ciudad, Ángel Perdomo. Nos sentimos muy cercanos en nuestra percepción de la vida y del arte, y cuando le entregué el libro finalizado enseguida se puso a dibujar algunos de los poemas. El viaje a Polonia también sirvió para llevar a cabo una visita obligada; moralmente era un esfuerzo que necesitaba hacer y ofrecer a todas las víctimas del holocausto: Auschwitz y Birkenau, donde el concepto de seres humanos se rompió por completo: ¿Qué somos capaces de hacer a nuestros semejantes? ¿Adónde puede llegar la crueldad del hombre? ¿Hasta dónde el instinto de supervivencia? Ausencias de vida y de sentido dentro de lo que podemos admitir como seres racionales y sensibles: monstruosidad que define lo más abyecto que hay en nosotros y que lamentablemente sigue repitiéndose. Este libro podría ser ese ejemplo de ausencia de todo, incluso de nosotros mismos. Pero, a pesar de todo, reconocer el abismo en los otros o en nosotros mismos, tocar fondo, es hermoso si tenemos fuerza para contarlo y sobrevivir.

Montserrat Villar González, enero de 2016

CÓNCAVO SILENCIO

(Auschwitz- Birkenau, abril 2014)

Auschwitz no es historia,
era premonición.
Antonio Orihuela

El grito cóncavo del horror en los ojos
se clava
en la cara de los que silenciaron vuestras muertes,
en las manos que ahogaron vuestras vidas,
en la mente de los que prefieren ignorar vuestra ausencia,
en la espalda de quienes, todavía, os buscan,
en el alma de aquellos que no olvidan.

El dolor cóncavo de vuestros cuerpos
nos envuelve macerando
nuestra piel hasta llegar a la inconsistencia
de estas cenizas de las que somos cómplices.

En la hiel de los que os despidieron
se agarra el horror ante la noche
en la que los sonidos expulsan ecos
que mueren a la muerte misma.


El templo, madre,
se resquebrajó cuando
todavía jugábamos con la arena.

Entonces fui sola.

Supe que el abandono invisible
se acomodaba en mi cuerpo
y sustituía a la ternura.

Esculpí los años
con el barro de la arena del mar
que guardaba de la infancia
esperando que se endureciera
para que pudieras observarlo
y recordar que era niña.

Pero el templo
con el peso de ese tiempo,
que todo lo arrasa,
se venció, demostrándome
que la soledad es una marca
indeleble de la infancia
que las olas no borran.


Construí la casa con cimientos de cristal
que ellos imaginaban mármol.
Se resquebrajaron a fuerza de tormentas.
Apuntalé las paredes para que
me sujetasen a la vida.
Me colgué de los andamios
para cegar los agujeros.
Todos los días ponía algún clavo, algún remiendo.
Todas las noches
oía crujir algún empeño.

Sólo hubo silencio cuando decidí
mudarme de chabola.