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LUKE nº 173 septiembre 2016

Enrique Gutiérrez Ordorika

Al sur de Tbilisi

caida

foto: ©ardiluzu

"Aún recuerda Tiflis el desgaste de mis botas,
El gastado esplendor de las suelas
Y yo recuerdo la algarabía de las voces y
Los cabellos negros, cerca del monte David”.

Osip Mandelstam (Cuadernos de Voronezh)

Omphalos

Partiendo de un simple sonido en fuga, apoyado con levedad en un umbilical contrapunto, las palabras de aquel sencillo estudio fueron impresas para no significar nada, y sin embargo el intérprete las armó en un laberíntico koan de versiones. Un anagrama que -partiendo de la resonancia del vocablo Om-, para los aficionados a hacer cábalas, puede conducir al Golem o a la plegaria in eternum del piadoso lama. Y a ti, frágil lector, puede llevarte a preguntarte por un desconocido llamado Ránval, de la misma manera que invocas tu nombre; esa permanente ilusión que piensa y existe aunque tú a veces no la comprendas. Porque el tiempo, al igual que cualquier historia, tiene un pasado y un futuro de quimera... Y ese fugaz presente que vives sin poder aprehender necesita creer en la piedra que sostiene un mundo... Al norte, muy al norte... Al sur, muy al sur... Entre el nadir y el cenit... Inútilmente anudarás el ombligo. El silencio también construye fantasías.

Makvala

Recuerdo los preámbulos de una canción antigua:
Una barca de madera de cedro encalló en la niebla de una colina, en la vetusta Batumi, y de ella descendió un náufrago de cabellos dorados que llevaba un parche en un ojo.
Debía ser un hombre al que le costaba estar agradecido.
Curó sus heridas en la casa de Otar el panadero. Brindó en su mesa por los que sobreviven a alguna desgracia. Y desapareció, con la niebla del leve amanecer, llevándose con él a la pequeña Makvala... Sin lágrimas, sin adioses.

Samangán

Liana Dumbadze partió para la fría Riga persiguiendo a un aprendiz de poeta llamado Janis Kula, que tenía voz dulce para entonar las viejas dainas: "Sopla, viento, lleva mi lancha a Kurzeme..."
Realizó dos viajes al sur. Uno para visitar Kutaisi y añorar a Maiakovski. Cosechó una esposa. Otro para bajar hasta Samangán -laberinto de arena, doscientos kilómetros al norte de Kabul-. Lo mató un misil tierra aire del tipo "dispara y olvida” SA-7 Grail.
Un teniente del gélido Murmansk y dos soldados de Betpak-Dala -la estepa del hambre- le acompañaban en el helicóptero. Sobre una placa de metal se podía leer: Regimiento de Aerotransportados Simbirsk KL-21. El desconsuelo.

Cólquida

El argonauta que apareció ahogado en las riberas del Rioní llevaba ropa de cabra y una diadema de nenúfares amarillos.
La mano del pope enturbia el estanque porque, en el rostro liliáceo de Makvala, ve el amor y la blasfemia, la cadena, la hoja de la espada, la sangre, labradas con el oro.