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LUKE nº 173 septiembre 2016

Lukas Reig

Aburrimiento

golden-gate

Yo estaba subido en el segundo pretil de seguridad del puente, con la mano agarrada con fuerza al cable de acero galvanizado que unía la inmensidad de sus arcos, y miraba la corriente directamente, como a una pantalla líquida donde se proyectaba la película de mi vida a unos setenta metros bajo mis pies. Sabía que a esa altura no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir a la caída. Por eso estaba allí.

El río se deslizaba como una serpiente dorada con sus escamas refulgiendo bajo el sol poniente. La niebla se iba extendiendo de orilla a orilla apagando aquellos pequeños fuegos fatuos. Yo estaba subido en el segundo pretil de seguridad del puente, con la mano agarrada con fuerza al cable de acero galvanizado que unía la inmensidad de sus arcos, y miraba la corriente directamente, como a una pantalla líquida donde se proyectaba la película de mi vida a unos setenta metros bajo mis pies. Sabía que a esa altura no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir a la caída. Por eso estaba allí.

No piensen que tengo problemas de dinero ni que me ha dejado el amor de mi vida. Tengo cincuenta años y mi vida ha sido fácil, pese a que desde muy joven he tratado de complicarla todo lo posible. Y la muerte la he visto de cerca más de una vez, cuando la ves todo es silencio y tranquilidad, entras en un vacío que lo envuelve todo, el mismo vacío del que venimos. Estaba en aquel lugar y en aquel momento porque todo lo que hacía, todo lo que veía en los demás y en la propia naturaleza me resultaba repetitivo y aburrido. El aburrimiento, un concepto en principio extraño para un ser vivo que nace con un instinto que le marca los tiempos. "Ab horrere”, del latín, sin temblor, sin miedo. Cuando no tienes nada te vuelves un observador neutral, y las emociones, los sentimientos que antes ocupaban tu mente, y te hacían pensar que todo esto tenía un sentido, desaparecen. Te quedas ahí, mirando a los demás, como se esfuerzan en sobrevivir, en seguir adelante hasta en situaciones en las que la muerte sería una liberación, una gracia concedida en un universo inapelable.

Les diré la verdad: estaba aburrido de mí mismo, ya no me tenía miedo, y cuando me veía en el espejo por las mañanas pensaba en la imagen que veía reflejada, confirmando que estaba de acuerdo conmigo con una mueca amarga. Cuando llegas al punto en que ya no tienes ganas de que nada se mueva, cuando cada día es otro más hacía el vacío, hacia la transformación continua en la que tu yo se diluirá y se convertirá en partículas dentro del todo infinito, llegas a la conclusión de que vivir y morir es lo mismo. Siempre seguirás siendo parte de ese eterno retorno que configura la esencia del universo.

Seguro que están tan aburridos como yo ahora mismo, si es que todavía siguen leyendo. Por debajo de mis pies, las gaviotas vuelan buscando carroña. El ciclo continúa…Voy a saltar, y en los segundos que tarde en desnucarme y romperme los huesos, pensaré en todos ustedes, y de alguna manera, morirán conmigo.