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LUKE nº 174 octubre - noviembre 2016

Eduardo Escalante Gómez

Tres poemas

eduardo-escalante

Un universo se expande

Esta noche, no hace mucho,
justo al fin de imaginarte en un poema de amor,
una niebla se convirtió en murmullo
átomos flotaron de los pastizales
fragmentos de rayos iluminaron mis oídos
el universo agitó una campana,
busqué como siempre una razón
supongo que quiso decirme
eres lo que falta escribe sobre mis pertenencias,
despliega los sonidos de mi espacio-tiempo deformado
de mis atormentados incrementos matemáticos
que tantos cortocircuitos hacen
se adentrarán en los misterios de tantos cuartos
oscuros y cuerdas flojas todas enredadas
mientras ustedes duermen en universo suave y delgado
o quizás me confundí y era el reloj oscuro
que no quiere dejar nada incompleto
y solo me tocaba la espalda.
Y así voy, conozco, reconozco, disecciono
cada filamento, en búsqueda de seguridad,
nada comprendo, mas sigo intentando lo que viene,
entra en uno antes que suceda,
ahora sólo me resta transformarlo,
desanudando los veincuatro nudos del día.
Una onda gravitacional pareció pronunciar
esto es suficiente has hecho que lo mortal se hiciera inmortal.
Seguí ordenando mis nuevos versos anclado en mi única certeza:
el universo con su hambre y reglas yo abocado a mis sentires
a la espera de la gracia del primero.

Balada de un pájaro raro

Sí, mis ojos son agredidos,
niebla con humo, a veces
también me pongo su disfraz.

iluminar aún más la existencia
desde el revés de los párpados
que tiene grabadas y narra sus escenas:
fotografías, textos, gritos, cantos
y lo que no se sabe nombrar

El río corre para hacer reflexionar al árbol,
cada maraña de ramas tiene a una hoja atrapada,
tantos compitiendo para ser los más brillantes.
Aire ligero, bandadas de pájaros buscando
el alfabeto del cielo para poder plantar su huevo.

cada historia tiene en la boca su propio
sol y luna

todo como en la iglesia
un sacerdote preparando el tono de la misa

toda la sangre en el césped

Ante mí, veinticinco fotografías y ni una sola palabra.
algunos cantos de aves en un campo verde.
Cómo capturar el vacío del cielo, ¿qué hacer con él?
Ni una sola rotura en la niebla brumosa.

no se puede ir dócilmente
habrá palabras que no alumbran
olas que querrán brillar y no pueden
habrá palabra que evade y extravía

(cada palabra que se ensució
se ovilla en el olvido de
su mínima verdad)

Esbozo paredes de color pinto reflexiones en las uñas,
decoro papelitos para
colgarlos en árboles desnudos.
Hago costuras en mi codo el traje está raído,
lleno los bolsillos de palabras mi nieto las saca
son conejos blancos

Aroma cotidiano

En un día peculiar, ando en ese punto de la vida
en el que uno no quiere terminar con letra muerta.
es un volver a casa con los pies envueltos en calx or,
lejos del témpano que consume.
no hay cuervos, hay pelícanos que se acicalan.
es un viaje en el desierto hacia el puerto
de casas apiladas en manchón que crece.
listo para cargar un recorrido de nuevos hechos
aunque hay que escapar de algunas jaulas
y de banderas de victorias.
vi al hombre que lo consumió
un invierno y al que lo despertó una primavera.
anduve a lo largo del hablar de los vientos
y con sol de lluvias,
a veces con mis brazos cruzados
sin compás, en más de un alboroto
de tal y tal día, entre ese y este,
me pilló más de un temblor del universo,
una falsa costa, tierra de nadie.
las huellas registran una trayectoria
como los rastros de labios que secan
las gotas de una copa de vino
y las envían por el diafragma.
me acerco a rastros de lo que está
escrito y asumido y cansado.
atenta la mirada descubro lo no escrito,
hay sorpresa en los límites,
la tierra fue baldía,
los muros no detuvieron a los invasores
que no reconocieron las tablas no digitales de la ley.
escucho tantas palabras repetidas,
por ese y este,
en oscura caverna, donde se asila la serpiente.
con cadenas en cuello y piernas,
todo un mismo texto,
en el que las hojas, esas hojas, estas hojas,
se presionan. Mis ojos cerrados son un largo silencio
que acaricia lo que la historia ha hecho,
ahora tiempo de deshechos, despierto,
bombardeo la muralla de la caverna. No es necesaria
la flor de la inteligencia. Escribo con pasos arrítmicos,
carcajada a la sombra ilusionada, trance de palabras llenan
mi boca y estómago sin fin, dan color al futuro.
Al despertar al otro día, el mundo ya está viejo,
aunque no pierde la densidad de sus ecos,
La lengua lima asperezas y dos dedos
entierran las palabras que partieron.
Millas que hacer a la intemperie.
Ver la flor por un instante,
en seguida como un aire la arroja del lugar,
sentirla agonizar, me deja pensativo.
Siempre nos tienden una emboscada,
la víbora no descansa. Pero de nuevo
manos de arcilla dan a la figura su belleza,
y parecía no tener fundamento.