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LUKE nº 174 octubre - noviembre 2016

Juan Luis Calbarro

Caducidad del signo

Juan Luis Calbarro

Características de Caducidad del signo. Poesía reunida (1994-2016), de Juan Luis Calbarro:
Rústica.
Mérida: Editora Regional de Extremadura, 2016
Colección Poesía.
13,5 x 20 cm
ISBN: 978-84-9852-472-7
235 páginas


Juan Luis Calbarro, nacido en 1966, es licenciado en Filología por la Universidad de Salamanca, escritor, editor, traductor, crítico de arte y crítico literario. Desde 2004 reside en Palma de Mallorca, donde dirige la editorial Los Papeles de Brighton. Además de su obra poética, también ha publicado biografías -de Josefina Plá y Chanita Suárez-, dos recopilaciones de críticas de arte -La mano y la mirada. 2005: el año artístico en Palma (2006) y Diez artistas mallorquines (2013)-, ensayo político -No había más que empezar. Selección de artículos de asunto político (2011)- y ensayo literario -Apuntes sobre la ideología en la obra de César Vallejo (2013).

En Caducidad del signo agrupa sus libros Trébol (con Julio Marinas) (Zamora, Semuret, 1994), Sazón de los barrancos (Cáceres, Institución Cultural El Brocense, 2006) y Museos naturales (Palma de Mallorca, La Baragaña, 2013), así como varios cuadernos de poesía, desde Fin de siglo (1995) hasta Roma devicta (2016), y toda su producción inédita hasta el momento, entre la que destaca Breviario de Fuerteventura, un extenso libro de haikus, con prólogo del escritor y crítico Jorge Rodríguez Padrón.

Nos pasamos la vida
intentando imprimir
nuestra huella en el suelo que otros pisan
y no nos damos cuenta
de nuestra condición de trilobites,
de eslabón oxidado
entre estirpes de monos lujuriosos.
Queremos prolongarnos en la tinta,
en el barro cocido, en la memoria
de objetos pertinazmente arbitrarios
y sustancias casuales o robadas,
bengalas vergonzantes en la noche,
máscaras retratadas sin vergüenza,
el semen enclaustrado,
canciones infantiles,
magia,
llamas…
Pero es difícil que permanezcamos
eternamente ciegos
ante esta realidad:
que el recuerdo es tan sólo la materia
de nuestra identidad, y no la de otras;
que somos sólo lo que recordamos,
y mientras recordamos;
que lo que otros recuerdan forma parte
del sueño de los dioses
y en nada nos prorroga;
que el día que perdamos la memoria
sangre, latido, aliento
ya no valdrán de nada.
Dejaremos de ser.
Los signos que usaremos
serán signos purísimos, caducos
en su ruina tenaz,
en su interrogación,
en su origen sagrado, prostituido.
Y las huellas que un día cultivamos
tan demoradamente
dejarán de latir
o de pertenecernos.

Palma de Mallorca, octubre de 2015 y febrero de 2016