LUKE nº 180 septiembre-octubre 2017

Maribel Montero

Poemas

cubillo

Descubrimiento

Sabía de su corazón roto;
¿por qué no estaba triste?
Sólo un descaro exultante
la proyectaba más allá de los camarotes oscuros;
pero su cuerpo pesaba como una grúa blanca.
En el pecho de Cleopatra el áspid jugaba como un lactante
y ya sus labios palidecían
sin horror;
en la marea de la sangre flotaban icebergs, y un océano de hormigas
recorría la yema de sus dedos.
Era una simple mujer a la hora de la muerte
que descubre que una sola flor tiene el rumor de
una selva entera, que un lirio brilla como un sol de medianoche.
Se descubre sobre el lecho
abeja reina. Cera derretida.

descubrimiento


Exploración

Una mano abierta. Que aletea en el aire romo de las siete.
¿Qué ha hecho la linda muchacha que un día fuiste para estar así
con la mano en espera de los mendigos?
Pues viviste lo suficiente y a pesar de la resaca, la mano sigue tramando.
Tal vez esa mano consiguió una buena cosecha de muebles macizos
pues tu corazón es puro y lo abres y lo cierras como un libro
en el momento y en el sofá adecuado.
Toda la vida esa mano persiguió la felicidad y la piel tersa
ibas en pos de ella
que se ofrecía, la ramera, con sus cielos albos y una voz con timbre-
eco encerrada en submarinos.
Se ofrecía en naranjas rodando de una cesta
un bocado fortuito y a destiempo, con cáscara incluida.
Se ofrecía como una impresión en la retina, la sombra de una luz transversal
la borrachera de lujuria en la saliva de intercambio.
Se ofrecía en humedades y tibieza, sábanas cien por cien
y una puesta de sol con torbellino de colores sobre el Etna de las caderas.
La mano explora.
A la mano le afecta el calor, tiene la hinchazón de lo vivido
de lo rechazado, de lo golpeado, tiene el orgullo de las venas fatídicas
que anuncian el colapso. Tiene una daga,
la destreza del soldador
y tiene la llave de un cajón en un trastero desordenado.

exploracion


Pensar, sentir

Qué pena de pensamiento
a sólo dos pasos de lo sublime
se acomoda en ti, te hace maestro de lo banal
te aprieta la corbata.
En una imitación grotesca de la vida
te anestesia en zapatos,
mientras estoy aquí, a tu lado
como hoja opaca, piel ocre desesperada.
Ahogada en plantaciones, en la órbita incierta
de un cuerpo repudiado.
Y mis labios muerden la rosa de cal viva
de tu indiferencia.
Y mis ojos te buscan como la lluvia su asiento.
Líbranos señor, de los buenos pensamientos
que no alcanzan a besar los párpados
a disputar el brillo a las estrellas
líbranos de esa humedad de galerías
que incorpora el verbo sin boca en llamas
líbranos de los buenos deseos
cuando son jadeo triste o ronco silencio.

pensar-sentir


Plenitud

Dentro de unos minutos no habrá nadie en la ventana
será el marco de un exigüo pecho para rellenar un vacío transparente.
La sombra del edificio se abrirá en cuchillo, en amenaza vespertina
Mas ahora la silueta inconsciente, la que mira
y es mirada
extiende una alfombra de llaves sin espacios huecos
y el hombre que alza la vista queda indefenso frente a la golondrina
que guarda en sus plumas el secreto de volar.
Hay un cielo anterior al silencio
una fábrica de prodigios para las retinas.

plenitud


Trueque

Sería fácil resumir en dos o tres palabras el asunto
decir que el amor tiene estas cosas inexplicables -de cara a la galería
o a nosotros mismos-
que la lanzadera de la pasión nos llevaba muy lejos.
Sincerarse cuesta un poco, toda una vida a veces
y tú mentías y yo mentía, por pereza
reflejo condicionado, o vete a saber, violentos de artimañas.
Entretenidos en el trueque, unidos en lo bueno y en lo malo
en la salud y en las medias verdades
sofocados en la noche muda de galápagos
sembrando calaveras en el jardín.
Así pasamos los siglos mientras el polvo se cuela en las costillas
y duele respirar y somos arrogantes avisporros libando
una flor marchita.

Tú me espías, yo te espío
mientras fingimos que nada importa y en el fondo es verdad
vemos posarse los días sobre nuestras cabezas como coronas de acanto
cambiamos ansias por tardes libres de cine y paseos de insólita ternura desquiciada.

Te estrujo, me estrujas
para darnos calor a la clara luz del día, y sin respeto
nos bebemos como vampiros sorbo a sorbo
sin delicadeza, sin confiar en la muerte que nos ronda.
No aprendimos a estar solos, sellamos pactos secretos
nuestra alianza: una moneda oxidada
y las buenas noches de costumbre.

trueque

Biografía acelerada con las indispensables vistas atrás- pero sin detenerse demasiado.

Me llamo Maribel Montero, y nací en un pueblito de Ávila – mucho campo, mucho cielo, un pinar desprevenido y al fondo, como un horizonte mudo, unas colinas desgarradas.
Desde mi casa veía la cercana muralla de la ciudad, un escenario de piedra que nunca se desmontaba, y en noches de luna llena, con los perros aullando, yo comenzaba a fabular. Ahí empezó todo.
Comencé la carrera de Magisterio, y más tarde la de Filología Hispánica. Las dos me decepcionaron, la vida me empujaba lejos de las aulas. Tan lejos que acabé junto al mar. Enseguida nos reconocimos, pues teníamos una historia en común vivida hacía millones de años. El mar despertó mi ser más profundo, el que emerge cuando escribo. Primero surgieron los poemas. Después, llena de curiosidad, quise verme cara a cara con los textos de autores a los que admiraba. Frecuenté el Aula de Letras, los talleres de escritura creativa, los grupos de poesía, como el grupo Albada, ya desaparecido. Participé en recitales, me subí al escenario por buenas y nobles causas, y porque me gusta participar de la belleza de la palabra. La poesía me ha dado mucho. No es exigente conmigo, a la manera de la prosa, no permite que mi parte controladora y racional se interponga entre mi corazón y el texto.
En 2009 publiqué “Visión nocturna” en bubok.es. Se trata de un libro que contiene diez relatos hiperrealistas. El misterio, la perversión, las atmósferas opresoras, se alternan con las alegorías sobre la muerte, la necesidad de elegir, el destino y las corazonadas. Es un libro modesto, con tapas rosas, y me produce ternura.
Desde el año 2002 dirijo el taller literario “Laberinto de papel”, donde se trabaja el relato breve, se escribe, se debate, con una interesante perspectiva de grupo, se alterna teoría y práctica.
Pertenezco al grupo Zeroart y a Laberinto de Ariadna, que llevan a cabo iniciativas interesantes en materia poética. También soy miembro de la ACEC.
En 2013 publiqué la novela “Los tulipanes son siempre un buen comienzo”, que me ha dado muchas alegrías, varias entrevistas y una zambullida en las presentaciones públicas, que es la parte que menos me gusta.
Escribo cuando puedo en el blog palidofuego-palidofuego. blogspot.es. Escribo prosa y poesía.
Como Violeta Parra, le doy gracias a la vida que me ha dado tanto.

Poética: Apuntes sobre el rayo luminoso de la poesía, y la fe terrible que lo alimenta.

La telaraña en el rincón.

Entre la crueldad y la ternura, entre la nostalgia y el júbilo. Así oscilan los versos que más me gustan.
Hay miles de ejemplos; de Elisabeth Bishop, de Auden, Gustavo Rojas, Miguel Hernández, Emily Dickinson, Anne Sexton, Mary Oliver… Busco la veta negra y la veta magenta que me conduce a las gemas de sus versos. Ése que se desploma y se alza, que oscila con su cántico de cristal rosado para atravesar un tiempo que se desea eterno.
En su torpeza, o pese a ella, el hombre trama deliciosos mecanismos que le permiten atisbar destellos de lo divino, o poner un pie en el volcán de cenizas vivas de los sentimientos. Para ello inventa estrofas que son música callada- Juan de la Cruz lo sabía decir mejor- y que nos acercan a la simpleza del espíritu, allí donde habitan desde siempre las canciones y los versos. Poseen estos el calor de un rayo de luz viajando desde la ventana con la danza antigua de las mariposas, para penetrar en los párpados, y hacerse tinta y moneda de oro.
Como lectora, el verso me impresiona por su sencillez intrínseca, que lo hace accesible a cualquier oído, a cualquier corazón que esté abierto. Pues aún creyendo que no se comprende, se ha comprendido. Como escritora, busco el nervio vital, el fulgor bajo la capa oscura y espesa de una sombra irrespirable.
La poesía es sorprendente y delicada como la telaraña en el rincón. Humilde, solitaria, tejida con los retales sobrantes de las primaveras y los otoños. Dejen que las arañas hagan su trabajo. Las arañas predadoras, con toda su mala prensa, con su trampa sutil para atrapar insectos incautos, las arañas, con sus patitas negras, baila sobre el pentagrama de seda y babas antes de caer sobre sus víctimas. Hace su trabajo lo mejor que sabe. La vida le premia con comida. Miro muchas veces esa tela de araña, me sorprendo de las lluvias y los vientos en contra que ha debido soportar. Pero al final, con su tesón, deja un hermoso traje labrado y primoroso. Así es como son atrapadas las palabras, como la araña que mira atenta a su alrededor aunque el silencio desmiente su afán. Así, con un hilo de trajines que puede romperse al menor descuido.
En la poesía hay tanta verdad, que a menudo notas que se hunden tus pies como si caminaras a lo largo de kilómetros de arenas doradas mientras las olas horadan la arena hasta que lo firme es hundimiento, y lo cálido, fría y negra marejada.
El amor, cómo no, tiene mucha cabida en los poemas. Es un tema inagotable, porque amantes hay muchos, pero el amor es siempre el mismo, con su base de cieno y su cielo firme. Buena parte de los poemarios están hechos con este material incandescente; pero ocurre que ese amor que un día fue diversión, arce plateado, ya no brilla con la intensidad de antes, ni se mecen sus hojas con la gracia de una bailarina oriental. Y entonces…entonces incluso puede ser mejor. El poeta buscará el consuelo de un poema sin rima en el autobús de vuelta a casa entre apretujones y pitidos sordos de estaciones.
¡Ah, el poema, cuántas sorpresas nos depara! En mitad de ese paisaje a veces brillante, a veces oscuro que es el poema, sobreviene de pronto el silencio. El silencio que no va seguido de ningún signo. Al final de algunos versos hay un silencio que te clava en la silla. Un silencio que late como un adolescente apoyado en una barandilla en la cima de una montaña suiza. Por eso los versos son redondos, o cóncavos, para dejar espacio al silencio, y para que por ellos resbale el tiempo sin detenerse ni tropezar.
Necesito muy pocos elementos para crear un poema. El verso surge desde la sangre que duele, desde las fuerzas opuestas que disparan el caos, desde un estado fragmentario que pide a gritos ser amasado, elevado a un grado de afinamiento y belleza.
Pero a veces el poema, como un niño malcriado, me da la espalda y se burla de mi celo.