LUKE nº 179 julio-agosto 2017

Enrique Gutiérrez Ordorika

El desván del anticuario

Nada hay fácil que merezca la pena, nada hay claro que contenga una verdad, nada hay bello que no sufra apostasía

vertebra
Foto: ©ardiluzu

“Sólo el exilio de quien tuvo el cielo
por patria es un castigo insoportable…”
Luigi Anselmi (De la nada al olvido )

El País de las Maravillas

Recogí el fieltro rojo entre los dedos y lloré en los bordes del espejo haciendo que las lágrimas corriesen hacia el río en el que Alicia se bañaba... Es impúdico pintar unos senos desnudos y no pujar en la subasta de arte por el cuadro en el que se muestra la felicidad. Hay que hacer sitio en el desván para guardar los viejos dioses y retirar de los estantes el género roto: la lámpara de Aladino, el cuerno del unicornio, el sable enroñecido del general Zumalacarregui, los anteojos de Lenin, las tablas de Moisés, las pepitas de la manzana, el forro de la serpiente... Se debe reiniciar la búsqueda y desmentir a los convencidos. Nada hay fácil que merezca la pena, nada hay claro que contenga una verdad, nada hay bello que no sufra apostasía. A los que desean conservar la tersura del lozano pellejo les recomiendo manos experimentadas: ni cirujanos del Hospital de Cruces, ni pianistas polacos, ni masajistas tailandesas; mejor adoradores del dios sol, embalsamadores egipcios. Les construirán la pirámide, les regalarán el ungüento de muérdago y un carrete de vendas. La paz del cementerio es una versión light del país de las maravillas, una variante menos agitada; sustituye la histeria del conejo por la voracidad de los gusanos. Inmortal es aquél que, como Alicia, tiene una hermana que le despierta antes de que se consuma trágicamente el cuento.

Tierra dentro

"Defenderé la casa de mi padre", la defenderé contra todos, también contra mí; y contra ti, que eres uno de mis hermanos; y contra cada uno de sus antiguos moradores, y las serviles telarañas, y la vergüenza, y la culpa... Yo, Edipo, rey de los númidas, patrón de los parricidas, regente del Teatro de Dionisio, donde se representa el drama que denuncia la falsa inocencia del reino de Hades y la tragedia de los hijos de Delfos.
Ismeno, dios y río, baña la dársena en la que se agolpan los desperdicios. Y la esperanza, escuálida y lacerante, se abre a las fauces de un Abra al que le van cercando el horizonte, al que el océano vuelve la espalda.

Mimesis

Si Brahms es a Lizardi ¿dónde vive nuestro Wagner? ¿Florece entre la flor del espino y las púas de la árgoma? ¿O duerme en la almohada de humo que produce la leña verde? ¿O hemos deshilado todos los cánones y ya no nos reconocemos? ¿O la vida es siempre circunstancial y diferente? ¿O nos estamos reinventando y es necesario volver a enterrar la anciana mitología? ¿O hemos olvidado el secreto que doméstica al hierro y calza en el molde su colada? Si Bach o Mozart... ¿dónde?

Caja de dados

El gudari se agita en la caja sobre la arista vacía del espacio desquitado donde es intangible el dolor, la herida y el alma. Odiseo es el rastro del pasado en la sombra del poliedro. Sobre los cortes del cubilete, el tiempo -ferroso y oxidado- agrieta la palma de la mano del jugador al que Mallarmé confió su fortuna:
Hijo muerto a los pies de la madre.
Lágrimas de sudor y sangre en las yemas de los dedos.
Mala suerte del golpe de dados...

Oteiza

Era un hombre de la estirpe que habitó el laberinto; esperma de Dédalo con miedo a las alturas y rencor por el hermano al que tentó el sol. Tenía, pues, causas pendientes con muchos de los dioses y un odio particularmente iracundo para con Minos, por lo que paseaba por todos los puertos marineros buscando el barco del holandés errante o cualquier otra goleta que, venciendo los temores, estuviera dispuesta para una larga singladura: la búsqueda de dios al noroeste...