LUKE nº 179 julio-agosto 2017

Iván Méndez González

Poemas

ivan Mendez Gonzalez

[medición]

esculpieron sus piernas, llagadas en un cuerpo con pústulas | semejanzas de un paraje perdido

no les importó, les había alcanzado un punto final, el sitio donde nace el cansancio apenas la caricia podría delimitar los huecos
y calmaron el cuerpo entumecido asumieron la lengua ―el pacto callado de la

permanencia―

será la vanidad del espacio el reloj que avanza las horas | el tiempo que socava las columnas el paso de los elefantes atraviesa como una lanza el pulso de la imagen: reconoces la jaula de la fiera (inundados de sombra derribada)

volumen que regresa aquí movimientos secos del ojo oscilaciones del aire matizan la claridad atraviesan las sirenas del día y rozan bordes luminosos del ruido
las formas se aquilatan entre dientes manos que llegan aquí entre inciertos aerosoles haciendo crujir cúmulos de hojas casi sendero a punto de ser herida roja en la maleza se rompe la espesura mientras cava su tumba la saliva
el sordo latir de los perros mide el perímetro del azar

[peso del sonido]

enhebrar el momento bajo esteras que guardan los vestigios del sol es convertir la mano en la medida de las cosas es el azul vacío de la lengua
más tarde ―después de la lluvia― será la permanencia el vacío fijado al mar

el peso del sonido su resonar siempre se ausenta

el silencio que está lleno de ruido (ave que busca su simetría | en la cláusula del vacío) el vuelo es ansiedad del susurro en el aire se palpa la hendidura
una lengua mordida por esas palabras que no suenan

los ojos explican el aire

[arañas]

junto a los enebros se escucha la intimidad de las arañas

un olvido que abreva la mácula pues todas las lápidas chillan

aquel severo juicio sin palabras pesa sobre los cuerpos de las mujeres ya maldecidas porque sacrifican la inhóspita constancia de la sangre
mientras ellos gritando van que no existe consuelo ni jardines poblados de caléndulas (¿la muda conciencia de vientres?)
latido parece rúbrica (¿se gastará con cada día? – llora para que limpies los ojos, porque las arañas invaden los instintos vacíos) es una geografía que no promete ninguna tierra,
donde los cuerpos se concentran antes de ser excluidos de ella (desaloja la tela) un rayar de astillas rojizas sedienta de mar la arena. una punción sitiar de piel reptante (esgrafiado que impregna el ojo
es el mar asolado, es la grava de un labio) los pájaros vigilan el silencio.

y como si se tratara de una enfermedad de la piel (ser consciente es volverse más lento, volver a la lentitud de las formas)
el movimiento lento de las arañas (ya recuerdan) despaciadas como un escorzo un deshecho espacio que nunca fue, ni podrá

[exactitud]

¿has escuchado ese silencio al romperse en pedazos un hueso bajo la carne en la pared? es el ruido vacío de algo que falta junto a la rabia, un golpe de voz inesperada.
yace el animal transformado en el juguete de las palabras, emerge como un hábitat el hombre. enmudece el latido

y ruge el bochorno violento de todas las ensoñaciones, que antaño te dejaron en pie.

¿lo recuerdas?

murió mientras buscaban el nombre exacto del temblor en sus pulmones hijos de la sombra, toda búsqueda de una nombradía hace que los que esperan se vuelvan obstinadamente payasos que aguardan ver figuras que aplaudan.

y el hallazgo si llega no significa nada,

el amor ya no tiene más espacio. en el proceso todas las cosas perdieron su sustancia, ya los cuerpos no se reflejan,
ningún nombre, sólo agujeros: el universo ya no sirve.

[culpa]

apéndices incrustados en sus pulmones, desplegando su sombra por el resto del cuerpo, expulsando culpas como humo
(¿puede la imagen de un poema generar dolor en todo el cuerpo, a manera de un dolor de estómago? ¿subrayar, pensar o chupar la pulsión perceptiva de que una metástasis sea el despliegue de una culpa en forma de anillos de humo da cáncer?)
las cenizas afirman las heridas de un sistema respiratorio | declama el hastío del lugar, la mujer sólo quería ser escuchada
automatismo de la figura en sombras de dedos de la mano derecha, deformes como los instrumentos que ejecutan la percusión
sentada en la piedra silenciada, como si contara desiertos, o como si esperara con lentitud la piel humeante de frío: la levedad que siempre persevera.

Iván Méndez González. Poeta, crítico literario y traductor de poesía de expresión alemana. Licenciado en Filología Hispánica con Premio Extraordinario Fin de Carrera. Estancia de Investigación de Postgrado en la Freie Universität de Berlín. Maestro en Literatura Española e Hispanoamericana (2012- 2013) por la Universidad de Salamanca y candidato a Doctor en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Concluyó durante 2016 una estancia de investigación en el Instituto de Investigaciones Filológicas (UNAM). Ha impartido docencia en instituciones universitarias de Perú, España y México. Ha publicado su obra creativa y académica en revistas como Ínsula, Revista de Occidente, Anuario del Instituto de Estudios Canarios, Quimera. Revista de Literatura, La Otra, El Coloquio de los Perros o Cuadrivio. Sostiene un blog de traducciones:

Blog Iván Méndez

Poética:

Empecemos por señalar algo no por conocido menos necesario indicar: la poesía se siente aquí como esa posibilidad que hurta siempre el descanso que subyace en toda aprehensión. Se sabe, el exilio trajo consigo la duda. Ese lugar, no posibilitado de ubicación, eso es un poema, el cual resultará siempre el espacio que ocupen desafiando el vacío, haciendo que tiemble. Y desde allí observamos, sabemos que el ojo explica el aire, asumimos el temblor más puro, atónitos. Escribir como la posibilidad de superar la incompletitud al querer manifestarse a la manera de un trato-trazo provisorio del conocer (se). Escribir a semejanza de quien anhela una caricia que no va a llegar.