• La poesía si es que existe (kepa murua)
• Leer a oscuras (josé lezama)
• El agujero negro (prieto avedillo)
• El quintacolumnista (luis arturo hernández)

LA POESÍA SI ES QUE EXISTE (kepa murua)
Dicen que la poesía es inútil hoy. Que la poesía es de los poetas que escriben encerrados en sus habitaciones, sin mirar a la vida cómo pasa ante sus ojos. Dicen que en este mundo moderno la palabra escrita dejó parte de su razón en la pérdida de su alocado sentimiento. Dicen que los poetas intentan conducir a la poesía a su íntimo sueño. Que investigan el significado de su voz porque nunca han tenido la oportunidad de hacerlo como hombres. Dicen que en el origen de las cosas, la poesía no tiene sentido: que no cambia el mundo, que no cura las heridas de la vida, y tampoco en el amor se compromete a solas con sus semejantes. Dicen que en realidad somos lo que no somos y vemos lo que no vemos con extrema sencillez. Pero la voz es la emoción de las palabras cuando cobran sentido y en la garganta se siente el nervio de la lengua aferrándose a los mil sonidos desconocidos del cuerpo. Pero es la voz la afonía de la piel, el sufrimiento de las palabras por lo que vieron, vivieron y dijeron, en silencio, las huellas del alma. Lo que era verdad y que apenas intuíamos cuando la emoción estaba allí como estaba presente antes de que surgiera el silencio. Se encendía de luz el mundo, cubría la oscuridad el cielo, y la ira de los poetas miraba a la gente y aparecían las palabras cuando no cambiaban el mundo ni pretendían con su grito nada, pero corrían veloces con su ruido y su atmósfera envolvente, la voz de hoy, como la de ayer y mañana.
LEER A OSCURAS (josé lezama)
Tanguy, historia de un niño de hoy, Michel del Castillo.

Michel del Castillo es un escritor de ascendencia española que lentamente ha consolidado una prestigiosa carrera literaria en Francia, con titulos y libros que han recibido numerosos premios de prestigio. Tanguy fue su primera novela. Escrita en 1957 con un tono marcadamente autobiográfico, narra su triste y desolada infancia y adolescencia en un campo de concentración francés, su posterior liberación que le conduce a una Barcelona negra y pobre, con una congregación religiosa encargada de la educación de un solitario muchacho como si de una cárcel se tratara, y su definitivo regreso a Paris con el reencuentro de su familia paterna, en el que el joven protagonista recoge finalmente el testigo de la hipocresía y la cobardía de quienes en la Europa de la Guerra perdieron su libertad y su dignidad con tal de sobrevivir.

Tanguy, es el nombre que adquiere con fuerza el protagonista, y es un canto a la madurez sin tapujos ni coartadas que impiden ver con claridad de qué materia está hecha la cruda realidad. El mundo de los adultos en los ojos del niño, la muerte como compañera inevitable de viaje de casi todos los protagonistas, la crueldad, la mentira, la tortura psicológica, el dolor y el odio pasan por estas páginas con su naturalidad más sorprendente. Fue así y así hay que contarlo, parece que nos dice su autor cuando comienza a describir con una voz narrativa distante lo que vieron sus ojos y sufrió su menudo cuerpo en aquella época de hambre y de guerra, de total falta de libertad que vivió Europa a mediados de siglo.

Esta novela narra los sucesos en sí, sin moral, sin trampas ni cartón, dejando al lector el estremecimiento de lo vivido, como carne quemada y viva abrasándose con toda su crudeza. El límite es el recuerdo del joven muchacho en su descenso a los infiernos. Este viaje no necesita de la poesía ni de la metáfora complaciente sino de la palabra directa y el fraseo reposado que descarga su emoción con peso y verosimilitud, si sugiere y recrea tan sólo lo narrado. El mundo subjetivo, el de los sueños, el del deseo del protagonista respira detenido a veces con el fin de que respire también el lector. Algunas escenas que remiten a cierta ternura existente entre los protagonistas son oxigeno en la terrorífica narración que es Tanguy. Las pequeñas concesiones al mundo de los sentimientos son la ventana por la que respira esta intensa novela.

Esa crudeza, esa eterna realidad que va más allá de una impostura, salva a esta novela de todo planteamiento estético previo. En Tanguy la literatura transciende lo escrito confundiéndose con la historia vivida y contada gracias a las palabras precisas y demoledoras que una voz en tercera persona se apropia con energía y serenidad suficiente para explicar la existencia. Publicada por Ikusager, una editorial literaria de Vitoria-Gasteiz, con prólogo de Antonio Muñoz Molina, este libro demuestra una vez más que las cosas bien hechas en el campo de la literatura y la edición no necesitan del aplauso de la crítica bobalicona ni del apoyo innecesario de los distintos medios acostumbrados a encubrir obras de acusado entretenimiento e intranscendentes. Tanguy es descubrir un buen libro y un autor, Michel del Castillo, que si nadie lo remedia pasará desapercibido en el escaparate de las novedades literarias, a los que nos tiene acostumbrado el mundo de la edición políticamente correcta.
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El agujero negro (Prieto Avedillo)
Cada vez más a menudo tengo la sensación de que el mundo editorial es un agujero negro, en el que a la vez que lo grande y brillante destaca, ruedan a su lado cientos de ejemplares de materia pequeña que es tragada por el agujero sin ser vista ni oída.
Para colmo, casi todas las veces que caigo en la trampa de un libro “grande”, anunciado a bombo y platillo, me resulta insulso... Y no me agrada la sensación de trampa que deja un libro de ficción escrito para el mercado.
Me incomoda mucho más cuando he escogido ese libro por una reseña de un medio crítico literario, ya sean revistas, suplementos, etc... Y el enfado es mayúsculo cuando lo he comprado.
En general cuando es un libro de un autor extranjero fallas menos:
Primero porque ya ha pasado un doble filtro de selección; no solamente debe haber sido seleccionado en su país de origen, sino también en el nuestro, y por dos grupos de personas y de culturas diferentes. Y sobre todo cuando el autor original es un desconocido o es su primera novela y ya ha sido traducida.
Segundo, porque los críticos literarios tienen menos reparos en dar su opinión más cruda cuando el autor del libro no escribe en su misma lengua, y por eso es más fácil acercarte a ellos si albergan buenos comentarios.
Y, tercero porque el lector suele ser menos crítico, o más conforme, cuando no se describe una realidad que él pueda controlar.
No quiero dar a entender que no existan narradores universales. No, lo que no existen son traductores infalibles. Y si se tiene la paciencia y el tiempo para leer un libro en su lengua original y en la versión traducida, se puede comprobar que original y traducción no siempre transmiten el mensaje con los mismos matices.
Si no me creen les insto a que hagan un ejercicio más fácil, y comprueben una traducción de una obra originalmente escrita en español a otro idioma. Especialmente si es una obra sudamericana que sea rica en términos indígenas.
Sin prestar más atención confiamos en los traductores, que suponemos que estarán bien elegidos, pero no siempre. Hay traductores con vocación de ficción, y no de fidelidad. Y hay otros que baten marcas de velocidad. Porque si no, ¿cómo es posible que tan poco tiempo después de que se conozca el “Booker prize”, o las novedades de la feria de Frankfurt, las veamos ya traducidas, casi después de ser contratadas?
Este tipo de cosas son las que me hacen pensar que todo esto se está convirtiendo en un agujero negro que cada vez toma más velocidad y deja ver menos las obras personales y originales.
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EL QUINTACOLUMNISTA (luis arturo hernández)
ASÍ ES, SI ASÍ TE PLACE
(Reseña de Que le agrade, de Ludovít Polesirok_.Ed. Cartapacios de Dubrovnik, Valencia, 1999.)

La avalancha de traducciones al castellano de literatura checa que, de forma muy especial desde la llamada “revolución de cierto pelo”, ha invadido las librerías no ha dejado apenas un resquicio para la difusión en España de la narrativa eslovaca.
Salvándose de la censura empresarial impuesta en la práctica por los grandes grupos editoriales, nos llega esta novela titulada Que le agrade, opera prima del eslovaco Ludovít Polesirok_ (Bratislava, 1958), de la mano de una modesta casa editorial, Cartapacios de Dubrovnik, dedicada a la difusión de la literatura eslava.
Que le agrade es una novela dramática, si se nos permite la fusión de géneros, habida cuenta de que se trata de una narración ambientada en los interiores de un teatro y en la que la parte dialogada supera prácticamente la mitad de la obra. A partir de una anécdota sencilla, casi trivial -un hombre y una mujer, aficionados al teatro, se ven obligados a compartir palco en función de su abono de temporada-, Polesirok_ desarrolla la acción dramática de ambos espectadores en su relación de atracción-repulsión, mediante una trama cotidiana y menor, de amor y odio entre dos viejos camaradas del pasado, que discurre paralela a la sucesión en el tiempo de la representación de las distintas obras de la programación teatral, una auténtica antología de piezas dramáticas de neto protagonismo femenino -desde Antígona de Sófocles, pasando por Macbeth de Shakespeare, hasta Casa de muñecas de Ibsen, o La señorita Julia de Strindberg, y La gata sobre el tejado de zinc de Tennesee Williams-, actos de un macrodrama que sirve de contrapunto, en claro juego dialéctico, al “tour de force” entre ambos espectadores -dúo entre el duetto y el duelo- expresado de forma dialógica -y aquí resulta evidente la deuda teórica con Mijail Bajtin- por medio de diálogos naturalmente -que hacen del tú y yo del planteamiento un tú a tú en un nudo resuelto en el ni tú, ni yo final- y, en especial, de extensos monólogos interiores durante los que el autor, que parece ir acotando la acción con el objetivismo de un narrador-acomodador, hace mutis por el foro.
La ironía de Polesirok_ se adivina en la caracterización de los personajes, tanto en su profesión: un doctor en Filosofía empleado en la ventanilla de un banco y una dependienta de supermercado titulada en Ingeniería Agrícola -recuérdese que Eslovaquia es la huerta de Centroeuropa-, como en su actitud ante el hecho teatral: partidario de aplicar la teoría del distanciamiento brechtiano a toda obra dramática él, identificada con el método Stanislavski de interpretación en un grupo local de aficionados ella, y abocados ambos al “teatro pobre” de Grotowski por mor de la sociedad, a la que alude a menudo la novela con el subsiguiente riesgo de resultar, a veces,una obra de circunstancias que escamotea el auténtico conflicto dramático.
El cambio de los roles previsibles en cada uno de los personajes -su intercambio de papeles teatrales-, abocará al inesperado desenlace de una novela harto original en su planteamiento y que, pese a la claustrofóbica unidad de lugar, representa un ejercicio de estilo en el hábil manejo del diálogo, contrapunteado por la imaginación poética de Slavomira, la protagonista, que manifiesta ciertos ecos del Poetismo, o el vanguardismo de un Nezval, como cuando describe el teatro -“la amapola de terciopelo que acoge en su corola los estambres de las cabezas del público”-, o la lámpara de araña -“un octopus de luz, medusa suspendida sobre el fondo abisal de las pasiones quietas”-, con imágenes que componen un estilo que, sin responder al canon de la verosimilitud realista, ofrece su honda verdad poética.
Y como motivo recurrente que proporciona unidad de sentido a toda la novela, la expresión habitual ”nej sa páci”-fórmula de cortesía omnipresente en la vida social eslovaca-, que da título a la obra y que la hispanista Eva Mátéffyová, en una versión que aúna rigor y sensibilidad literaria, ha traducido como “que le agrade”. Al Así es, si así os parece de Pirandello, replica Polesirok_: así es, si así os place.

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