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Miro a Vera de reojo. Tan distinta, hermética, tan poco seductora. En los ángulos de su cara, bailan picos de sombras negras.

Ni rimel, ni colorete, ni rouge à lèvres, ni un tímido brote de turquesa. Vera y su belleza a palo seco, rigurosa y ceñida a los andróginos cánones de mi Era.

Vera, feminista, remotamente femenina, alma gemela. Y sin embargo mis ojos recurren a ellas, cómplices lejanas – puntillas, lazos, larguísimos collares del perlas, perfectos los orientes y perfectas las mil cuentas- del desentrañamiento del deseo.

Mujeres que emergen de la nada como apariciones de rutilante belleza, que aman como ama Leopardi los desdenes y Van Gogh la pincelada espesa.

Vera lee a mi lado; su español, que es el mío, acapara la atención del vigilante:

“Alfons Mucha, el pintor checo más reconocido de su época, nació el 24 de julio de 1860 en la ciudad morava de Ivancice, falleciendo el mismo día del mismo mes de 1939 en Praga. La fama mundial de Mucha tiene su origen en París, donde pintó muchísimos carteles para diferentes eventos teatrales, culturales y públicos. Conocidos y celebrados son sus carteles sobre las actuaciones teatrales de Sarah Bernhardt. Mucha también proyectó pinturas murales, sellos postales, papel moneda, y trabajó durante años en toda la amplia esfera de las artes decorativas, incluyendo muebles, rejas, etc. Cabe destacar la preciosa vidriera de la Catedral de San Vito, en el Castillo de Praga, realizada según un proyecto de Mucha, que hoy admiran los conocedores del arte y los laicos de todo el mundo”

En la sala hace frío. Al fondo, sobre una pequeña pantalla flanqueada por dos radiadores, se proyecta una película sobre la vida del artista. Al otro lado de los cristales, llueve ceniza sobre una Praga malva que, en las cortas tardes de invierno, sueña o quizás dormita.

”La fama de Mucha adquirió tal nivel tanto en Europa como en Estados Unidos, que su estilo comenzó a ser llamado "estilo Mucha", estilo en el que se sintetizaron las corrientes artísticas de las postrimerías del siglo XIX y los albores del XX, y que se inscribiría en la historia del arte moderno con las denominaciones de Art Nouveau en París, Jugendstil en Munich, Berlín y Viena, "estilo moderno" en Inglaterra y EEUU, y "secesión" en Praga. Para Mucha y otros representantes de esta nueva tendencia, las formas más socorridas fueron el ornamento, el motivo femenino en medio de una exuberante vegetación, y las líneas curvadas. En 1910 Alfons Mucha regresó a Praga, invirtiendo el resto de su vida en la realización de una obra monumental: un ciclo de 20 cuadros de gran tamaño titulado "Epopeya eslava".

Mujeres modernas, aunque más viajeras que turistas, abandonamos el museo abrumadas por la certeza – ¡malditas comparaciones! – de haber olvidado nuestras mejores armas, las más sutiles y perfectas a nuestra condición de hembras, en algún recodo del camino del progreso.

Nada censuro a la austeridad de Vera; nadie soy para exigirle falsos rubores ni para robarle peces a su mirada de agua.

Y salimos a una calle transitada por estrellas, Volvos y osos pardos - calle Panská- protegidas por la bóveda de un paraguas en el que se exhibe, orgullosa, una inconfundible mujer Mucha.

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