LUKE nº 178 mayo-junio 2017

Claudia Capel

Los dientes de la calavera

Ian Gibson

Cuando el tema de una conferencia literaria es la guerra, las muertes sin historia y los desastres políticos, de lo que menos se habla es de literatura, salvo que dé la conferencia un enamorado de las palabras y las lenguas como Ian Gibson. (*)
Desde el título de su conferencia, Gibson establece un lenguaje poético: “Releyendo a Arturo Barea. La forja de un rebelde”. Las palabras relectura y forja hablan de libros y de autor.
Quiero compartir detalles de su manera de hablar de literatura porque es así como se crea el lazo entre autor y lector.
Llegó con una bolsa de libros, los puso sobre la mesa, quedó casi tapado por los libros, recitó unos versos de Lorca y comenzó a hablar de las ediciones bellas y la delicia de leer.
Nos contó que para dar la conferencia leyó por fin La forja de un rebelde en español. Lo curioso es que el manuscrito original de este libro se ha perdido y la edición en español es una retraducción de la versión inglesa. “Yo no conozco caso comparable y no tenemos información alguna de cómo trabajaron en esa retraducción pero está plagada de anglicismos. // Frases como por ejemplo: Usually, we sat under the awning, bajo el toldo, y la traducción dice: usualmente nos sentábamos bajo el toldo y yo no creo que un español se siente usualmente bajo el toldo, se sentará habitualmente o casi siempre, pero no usualmente. O en referencia a un señor que habla muy bien el idioma dice: hablaba español “fluentemente”, pero cómo puede hablar fluentemente si esa palabra no existe en español.”
Sobre el eterno dilema de las traducciones, dijo que prefiere escribir en español, y no escribir en inglés y ser traducido “porque he podido comprobar que cuando yo escribo en castellano digo lo que quiero decir, con algún pequeño desliz de vez en cuando, pero cuando me traducen sale algo horrorosamente diferente, sobre todo cuando la traductora es catalana porque ni conoce el castellano ni conoce el inglés y eso puede ser desastroso”.
La figura de este irlandés nacionalizado español está profundamente ligada a Lorca, Machado, Dalí. Sus extraordinarias biografías, además de comprender la humanidad del artista, revelan su gran amor por España y la lengua española.
Al final de la conferencia respondió a las preguntas del público. Fue el momento de los muertos, las cunetas, los desastres de la guerra. Cuando le preguntaron si sabe por qué la familia de Lorca se opone a la búsqueda de su cadáver, dijo: “Yo no tengo la respuesta total a esta pregunta, después de cuarenta años es patético no tener respuesta… con la cantidad de años que he invertido en la búsqueda de la verdad… La familia dice, Laura García Lorca dice que no quieren que se busque a su muerto porque es uno más, y son miles, y ellos no quieren que sea un caso excepcional. Esto no convence a nadie, tampoco me convence a mí. Pero no es cuestión de sacarlo de donde esté, para mí puede seguir donde está, y se podría crear una tumba muy sencilla, algo, pero queremos saber cómo murió; yo, como su biógrafo, quiero saber cómo fue, cómo lo mataron, porque estoy convencido de que no lo mataron limpiamente; yo creo que no, que aquella gente cuando finalmente lo tuvieron allí, en el paseo, aproximándose la última hora, no lo iban a matar contra un paredón, como se solía hacer en el cementerio… Esto ocurrió en el campo y como no mataban contra un paredón y torturaban muchas veces, en el caso de Lorca, que lo odian y lo desprecian también por ser homosexual… yo he recibido versiones con visos de tener elementos de verdad de que hubo tortura, escarnio, mofa…, y claro, si lo torturaron antes de matarlo, pues eso se vería en los restos. A mí me gustaría saber cómo fue la muerte. No sacarlo de allí y hacerle un gran panteón y un monumento. Nadie está pidiendo eso. Queremos saber dónde está este poeta que es el poeta español más famoso de todos los tiempos, porque no tiene competidor. Lorca es el poeta más traducido en el mundo, y la gente llora, porque un poeta cuya obra está tan llena de ternura hacia el prójimo, hacia las mujeres, hacia los negros, hacia los animalitos, hacia las personas que sufren…, y, además, le hacen esto en su propia Granada. Y, luego, los granadinos que sabían todo no lo han aclarado… Me cuesta trabajo perdonar a los amigos de Lorca…, sabían perfectamente lo que pasó y nadie ha dicho nada, tuvimos que llegar los guiris…, tratando de saber, nos tomaban el pelo en los bares, cada noche, los hermanos Rosales y todos los demás, contándonos cada minuto una versión distinta, fue terrible… Todo esto es terrible para mí.

(Cada punto suspensivo del texto, es un silencio emocionado)

En el año 1966, cuando Gibson empezó su investigación sobre Lorca, le presentaron a Manolo, El comunista, el enterrador de los fusilados, al que le dijeron que uno de los muertos era Lorca. Llevó a Gibson hasta un olivo para mostrarle el sitio de los entierros y allí han puesto un monolito. Pero nadie busca a Federico. Nadie quiere que sus huesos hablen. Al salir de la conferencia recordé una de las Gacelas de Federico, la de la terrible presencia, la busqué y releí: “Que brillen los dientes de la calavera / y los amarillos inunden la seda. / Resisto un ocaso de verde veneno / y los arcos rotos donde sufre el tiempo.”

De ahí saqué el título.

(*) Literatura y guerra civil. Sevilla 15 al 17 de mayo 2017.