LUKE: nº 49 - Abril 2004
"Monoteísmos"
vicente huici
Una de las hipotecas más trascendentales que nos han legado las religiones monoteístas tras su relativa expiración histórica, es la soterrada prevalencia de las concepciones únicas y excluyentes respecto de todos los ámbitos de la experiencia.

Así, aún desaparecido del horizonte de las creencias el dios único - pero, atención, siempre hay un dios acechante ( Cioran) - continúan emergiendo, las más de las veces inconscientemente, formulaciones de identidad única y de única política o ética, entre otras tantas manifestaciones de monoteísmo civil.

Es cierto que, en la mayor parte de los casos, tales emergencias monoteísticas se evidencian más como deseos que como realidades, pero en muchas ocasiones, tienden a forzar tanto la visión de los humanos y de las cosas, que terminan por desatar crueles asesinatos cuando no guerras y genocidios.

Ante estos fenómenos tan cotidianos, un sociólogo del conocimiento, inspirándose en Comte y en Durkheim, diría que se trata de concepciones surgidas a lo largo de un determinado periodo de la civilización occidental en el que se precisaban ciertos fórceps ideológico-sociales para unificar y consolidar a los pueblos en liza, y que si ahora se mantienen de alguna manera, despojados ya de su formulación religiosa explícita - lo cual no ocurre siempre - es porque todavía resultan funcionales, al menos para ciertos grupos y personas.

Y probablemente el sociólogo del conocimiento tendría razón. Pero, a partir de este punto, convendría también explicar por qué y para qué - y en interés de quién - pueden resultar funcionales estas concepciones surgidas originariamente en desiertos ardientes y lejanos.

Entre tanto, sin embargo, tan sólo una educación basada en el diálogo y el respeto podrá garantizar que los ciudadanos y ciudadanas de las democracias impidan, con su voz en la calle y con su voto en las urnas, que los defensores del dios único, disfrazado incluso de democracia ( como comenta Juan Aranzadi en El escudo de Arquíloco ), impongan su mera creencia como única razón, aunque sea razón de estado.