• El caballo de Troya: Literatura y vida (amado gómez ugarte)
• El paso: Camaleones desgarrados (josé marzo)
Desde dentro (mari carmen imedio)
El planeta más bello (von)

EL CABALLO DE TROYA (amado gómez ugarte)
Literatura y vida

La literatura y la vida tienen mucho en común, ya que el principal objetivo de la literatura es buscar (o inventar) un sentido a la vida. Construir el andamiaje necesario para que el predominio de las ideas, de la imaginación, vaya cobrando altura sobre las herméticas fachadas de lo meramente corporal, de lo medible, posible y aparente. De modo que se abran nuevas ventanas, nuevas posibilidades para el pensamiento.

La vida de una persona es, en general, una sucesión bastante predecible de acontecimientos vulgares. Todos compartimos el hecho de nacer de un vientre, adecuarnos lo mejor posible a las circunstancias que nos rodean durante el tiempo de nuestra existencia y, finalmente, retornar a la soledad de la muerte. Por mucho que soñemos con otros mundos, otros espacios y otros tiempos, solamente somos la imagen que nos devuelve el espejo y nada más tenemos ante nosotros que un obligatorio trayecto de ida hacia un lugar irretornable. Pero por algún extraño error de la naturaleza nos empeñamos en exagerar, incluso sublimar la elemental y sencilla realidad, convirtiendo la ordinaria y prosaica subsistencia en novelesca mitología. Y esto me recuerda el "Ulises" de James Joyce, inventor del "monólogo interior", que nos muestra el relato pormenorizado de un día de la vida de Leopold Bloom, figura común y hombre insignificante como cualquier otro, a través de cuyos difusos pasos cotidianos por las calles de Dublín, y sus humanas bajas pasiones, se van perfilando de manera nítida los trazos de la Odisea.

A todos nos gustaría ser los autores del libro de nuestra vida y poder determinar el planteamiento, la trama y el desenlace de la historia. Por desgracia nada más somos que unos manipulados personajes en manos del destino, que es quien redacta nuestra crónica diaria. Tomemos, por ejemplo a Franz Kafka (cuyas obras han preocupado intensamente a los psicoanalistas), como protagonista de sí mismo en lugar de como creador de ficciones ajenas. Y preguntémonos qué hacía en 1908, hace 92 años. Pues cosas tan pragmáticas y prosaicas, tan alejadas de los simbolismos literarios como realizar un curso sobre seguro obrero en la Academia Comercial de Praga, o escribir un tratado técnico titulado "Seguro compulsivo para la industria de la construcción". O ingresar como empleado en las oficinas del "Instituto de Seguro de Accidentes de Trabajo". Lo cual demuestra que la verdad simple, particular y propia de un engendrador de mundos de ensueño o alegóricos puede ser muy diferente a la realidad compleja que alcanza su imaginación.

La literatura es una alteración de lo cotidiano, una desfiguración, una (a veces perversa, a veces piadosa) mentira, que nos permite sostener como necesarios sueños catalogados de imposibles. La literatura es fruto de nuestra capacidad para entender los espacios, físicos y psíquicos, que nos limitan, pero no para admitir esa limitación. Por eso tantas veces dejamos a un lado el original y preferimos creer en la falsificación. Preferimos ver a Leopold Bloom, no como un judío dublinés, agente de publicidad, mediocre y burgués, sino transubstanciado en un mítico héroe literario, transgresor del tiempo y la distancia, llamado Ulises. Claro que a uno le cabe la duda de si además de para alimentar los sueños, sustituyendo vivencias banales por palpitantes fantasías, la literatura sirve para otra cosa. Pues, tal vez, para ahondar más y más en la herida del hombre enfrentado al absurdo de su condición humana (ser reloj y metro de la inmensurable infinitud del tiempo). Lo cual posiblemente no sea malo, ya que a base de hurgar en su interior puede que esa recóndita interioridad aflore a la superficie, como aflora la sangre en una llaga abierta. Y es en ese interior del hombre donde se hallan todas las preguntas sin respuesta, y tal vez la respuesta a todas las preguntas que tememos hacernos.

Lo verdaderamente terrible no es que los días se sucedan como burbujas de aire, rellenando de nada el hueco de una vida y empujando esa vida de modo irremisible hacia el soplo final, sino que lleguemos a acostumbrarnos, a acomodarnos a ese vacío y acabemos cayendo adormecidos en el letargo de la felicidad. Pero para eso están los libros, para mantenernos infelizmente despiertos.

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EL PASO (josé marzo)
Camaleones desgarrados

Aproximadamente a los cuarenta años de edad, en 1343, Petrarca escaló el monte Ventoso con la compañía de su hermano y unos sirvientes. Durante la larga y ardua ascensión, y también después en la planicie de la cumbre, meditó acerca de dos tendencias que lo dividían, la ambición por una vida santa, para lo cual había sido educado, y el deseo desmesurado de regresar y sumergirse en la corriente de la ciudad, los amigos, la lucha por la fama. La epístola que redactó diez años después describiendo su experiencia y sus pensamientos es, dicen los eruditos, un texto fundacional del humanismo moderno. En ella se refleja el ocaso de la autoridad eclesiástica sobre las conciencias, la pérdida de la seguridad medieval y la carga que cae en las espaldas del hombre, ni más ni menos que decidir con responsabilidad sobre su propia existencia, individual y colectiva.

El humanismo hizo posible todas las corrientes filosóficas, culturales y políticas que se han sucedido y han debatido desde entonces. Abrió una brecha en la presa de la teocracia y permitió que las aguas desbordaran el cauce estrecho cavado durante siglos. Con frecuencia, las crecidas han causado inundaciones y desastres, pero en el limo depositado ha brotado la cultura moderna y contemporánea, todo lo bueno y todo lo perverso.

Aunque sea una grosera simplificación, pienso que desde el Renacimiento buscamos solución a dos conflictos: por un lado entre nuestro deseo de transformarnos y el de encontrar una identidad estable, y por otro lado entre la sensación subjetiva de que somos libres, el anhelo de ser libres, y la amargura de no poder soportarlo siempre, de necesitar a veces una autoridad que nos descargue de la responsabilidad. Seguimos, como Petrarca, escalando el monte Ventoso. Todas las soluciones culturales y políticas basadas en una ensoñación antropológica han fracasado, tanto las individualistas como las comunitaristas: desde el liberalismo al anarquismo y desde el fascismo al comunismo. Al ignorar lo colectivo, se suprimía la norma moral y se abría la caja de pandora de los abusos personalistas. Al ignorar lo individual, se abortaba la ética, la aplicación específica de la moral, y nos abandonábamos en brazos del totalitarismo.

Dios ha muerto, pero también han muerto Nietzsche y el átomo. La gestión de lo humano sólo puede fundamentarse en las características inciertas de lo humano. Estamos divididos entre el yo y el nosotros, la imaginación y el miedo, el desprecio y la simpatía, la generosidad y la mezquindad... ¿Cuándo aceptaremos que somos camaleones desgarrados?

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Desde dentro (Mari Carmen Imedio)
Obligada muerte social

Mira, cuando me pides que te dé una opinión y actúe, por tanto, en una dirección que el mundo parece haber olvidado, no sé qué decirte… Me pongo a recordar cosas y caigo en que no son sólo cosas, que ésas se olvidan pronto; son también personas que hacen, personas que sienten y no quieren dejar de sentir, personas que no sienten, o personas que no hacen.

¿Tendrá el tiempo algo que ver en todo esto? Quizá forma parte del engranaje que nos (con)funde en un común denominador. Sea como sea, nos exige tener obligaciones que, como poco, siento son contrarias a la sorpresa y a la vida. A ellas les añado la generalización, que nos salva de muchos apuros y nos hunde en el foso de la pérdida de matices. Y sin matices no hay nada. Al menos, sin algún matiz; no vaya tampoco ahora a caer en el agujero… Todo parece general, global: tónica general, índice general, aldea global… Nos mantenemos sumergidos en la uniformidad. “Tendría que haber maestros de vida, colegios especiales… No para enseñar a ser como todos, sino cada uno diferente”(1) . A fin de cuentas, vivimos ahora y es ahora cuando se habla de devaluación general de movimientos colectivos (2): del pensamiento, la política, la crítica…

Respiramos generalidad, certezas y colores grises porque es más fácil vivir de la atmósfera de siempre que perder el tiempo en búsquedas de aire renovado. ¡Menudo repelús, andar sin saber al pie de la letra dónde vas, ni dónde pisas, ni quién te acompaña! Mejor no dejarse llevar por partículas extrañas y entrar en el carril que ya conocemos. Si podemos evitar las dichosas sorpresas…

Nos obligamos a obligar y a estar lo más obligados posible en el trabajo, con la familia y hasta con quienes no conocemos. Como nos da miedo sentir, en el mejor de los casos actuamos por automatismo, sin que el sentimiento fluya y nos empuje quizá a adentrarnos en realidades ajenas a la nuestra. Hacemos como que sentimos y actuamos deprisa, para que pase el tiempo y pasemos nosotros a otra historia que luego olvidaremos, porque las cosas no permanecen. Es algo que sabemos de memoria. Es más… Es menos… Es lo que todos hacen. Por eso la sociedad y la colectividad se nos mueren. Nosotros morimos. Y no siempre tenemos vida suficiente para renacer.


(1) El amante lesbiano, José Luis Sampedro, Plaza & Janés, Colección Areté, Pág. 93.
(2) Términos e idea mencionados en la Mesa Redonda sobre “La enseñanza de las Humanidades” celebrada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid entre Juan Pablo Fusi, Juan Goytisolo, Jon Juaristi y José María Ridao (25 de octubre de 2000).
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