• El laberinto : (mintxo)
• El abismo de la mirada: Sal gruesa (pradip j.phanse - txema g.crespo)
• Del interés del arte por el autoretrato: (kepa murua)
• Emergentes: Influencia del Zen en el Arte Occidental Contemporáneo: parte II (inés matute)
La huelga de Arte (bob black)

El Laberinto (V) (mintxo)
arriba
El abismo de la mirada: (pradip j.phanse - txema g.crespo)
Sal gruesa

Son tiempos de sal gruesa. Lo peor es que no sólo esta calificación atañe al humor que practican los cómicos televisivos, sino que —como un virus de esos que sólo aparecen en las novelas de ciencia-ficción— ha infectado cualquier ámbito social. Si usted es político, jubilado, estudiante de Secundaria, policía o terrorista; si su ocupación es la de banquero, agricultor, tabernero o timador, probablemente haya caído en esta nueva enfermedad tan característica de los tiempos que corren.

Quizás el mejor ejemplo sea el de la pena de muerte. Ni para eso hay elegancia. Antes, estaba la ejecución pública, didáctica, que con el hacha, la horca o la guillotina, seccionaba la cabeza del inocente culpable. Incluso, en los mejores tiempos, se practicaba el canibalismo, con el que los vencedores (tras degustar los cuerpos de los vencidos) se crecían con su derrota.

Hoy, se mantienen estas costumbres, pero con el fariseo manto de la corrección política. En un contraste inexplicable, los escasos logros de la civilización (el comer con cubiertos, el respeto a la palabra y la integridad física del adversario, la ausencia de navaja —y su correspondiente oral, el insulto— en la disputa) están a punto de desaparecer.

Es el triunfo del espectáculo —mediático— por el espectáculo; de la farsa-instantánea y acelerada sobre la reflexión y la memoria.
En las guerras se mata a la población civil y a los neutrales; en el debate político, el hijo del dictador se proclama demócrata; en la vida cotidiana, el ladrón de los pobres está bien considerado por éstos; en la creación, el farsante y plagiario se hace con el triunfo.

Y todo esto, sin que los bárbaros hayan invadido ningún imperio, porque los bárbaros —por fin se descubre— somos nosotros. A ver si volvemos a aprender a refinar la sal.

arriba
DEL INTERES DEL ARTE POR EL AUTORRETRATO (kepa murua)
Retratarse es traicionar el pasado buscando el lado oculto de un futuro que permanece hasta que el tiempo lo borre todo. Los artistas y los hombres han encontrado en sus retratos la eternidad de un instante efímero con su propio rostro al descubierto. Necesitaban del recuerdo de otras facciones que les hablasen del entorno, del hogar, de la fiesta, de la sociedad y sus costumbres. Buscaban la notoriedad, el atributo que emana del poder y la pretendida gloria de una tradición que permanece aún en el tiempo. Un arte que con este tipo de retratos se pierde en la memoria colectiva como un alegato en contra del anonimato. Pero en tiempos de un arte que sucumbe con el hombre, la figura compleja del retratado alcanza su plenitud más allá del detalle fotográfico o la anécdota costumbrista. Nos referimos al autorretrato demoledor, aquel que basándose en la realidad del momento, en el instante del presente también efímero, se lanza con un carácter premonitorio a la soledad del futuro, a la meta inconciente de encontrar una muerte segura a los ojos de quien nos mira y nos convierte en sombra de un pasado sin importancia alguna. Pero el momento mereció la pena, pues en nada y en todo nos reconocemos frente a nosotros solos. Tenía veinte años y me veo como si tuviera treinta. A punto de cumplir media vida me dibujo con mi rostro de muerte ante vosotros. Es mi autorretrato antes de ser otro. Es el interés del arte por enfrentarse a un espejo roto y ver que ante la fatalidad de la vida, uno no puede hacer otra cosa que abrir sus ojos con intención de cerrarlos de pronto.
arriba
Emergentes (inés matute)
Influencia del Zen en el Arte Occidental Contemporáneo -Parte II-


EL ZEN EN EL SIGO XX: ACCIÓN Y CONFUSIÓN

El Zen en Occidente, desde finales de los años 30. conectará a la perfección con la vena irracionalista, invadiendo todos los campos culturales: la filosofía, la pintura, la música e incluso la ciencia. El Zen se convirtió en la ideología de la contracultura, en una fuente de renovación tanto cultural como personal. El proceso de asimilación de oriente culminará con la Action Painting – Pollock, Resznick, De Kooning- y con los continuos viajes de Graves y Michaux al Japón. En ocasiones se imitó la metodología, en otras la técnica, intentándose siempre dotar de un nuevo sentido a la realidad. Las nuevas interpretaciones fueron acertadas o desacertadas en mayor o menor medida, más o menos sinceras, pero siempre inquietantemente rompedoras. Sin embargo los errores dejaron a sus espaldas un cierto tufillo a falso hippismo y a snobismo trasnochado que aún en nuestros días nos llevan a cuestionarnos la validez del movimiento. Eco, escandalizado, señala: “Los profetas de esta generación perdida han esgrimido el Zen como justificación de sus vagabundeos religiosos y de sus sacras interperancias”. Mariano Antolín nos hablará del Square Zen, ortodoxo y eclesiástico, al que se dirigen las personas que creen haber encontrado un nuevo camino de salvación, y de un falso Beat Zen que nace como rechazo al American Way of life, como un motto de lucha contra el sistema.
Para Racionero la influencia de Extremo Oriente en Occidente es siempre positiva, puesto que restablece la confianza del hombre en su primitiva bondad (frente al occidental “homine lupus” aportado por los países nórdicos y sajones).

A pesar de los aciertos y los fracasos, la influencia del Zen, incluso la influencia de Oriente sobre Occidente en general, marcó un fructífero cambio en el arte occidental: Alteró el concepto de realidad y la relación del sujeto frente al objeto. Liberó al objeto de la jerárquica tiranía, siendo la contemplación y la intuición los vehículos de este revolucionario cambio.

EL CAMINO HACIA LA ABSTRACCIÓN

El Zen nació arropado en el Tao y dio ese último paso en el proceso de desintegración del objeto. En Occidente Cezanne dará otro gran vuelco a la crisis del objeto como tal. El cubismo lo rematará relativizando definitivamente la realidad: el objeto se analizará simultáneamente desde distintos puntos de vista, se eliminarán todas las diferencias entre figura y fondo y se perseguirá la unidad espacio-temporal. Sin embargo, la mirada cientifista del cubismo será totalmente ajena a la mirada intuitiva del Zen.
El objeto, más o menos descompuesto – por obra y gracia del cubismo- seguía siendo un estorbo para la contemplación de lo universal. El objeto demarcaba espacios cerrados, lugares con nombres definidos, singularidades en las que el Uno quedaba relegado. El anhelo de rozar la Unidad condujo a algunos artistas a la eliminación de la figuración: el objeto, a partir de ahora, sobra.

Para Mondrian la disolución de lo uno en lo múltiple era doblemente necesario: como vía para trascender de lo material a lo espiritual, y como medio para eliminar el orden social jerárquico. Esta disolución del uno en lo múltiple será para Mondrian la propia identidad del universo, pues representa la igualdad entre los seres, capta el reposo y elimina el dramatismo subjetivista. Sin embargo, algunos escritos del artista desvelarán una tibia filosofía más acorde con la estética islámica, más ligada al número, a la proporción y a la esencialidad del color.

“El reposo se hace plásticamente visible mediante la expresión de relaciones”

Kandinsky, como Mondrian, buscará el vínculo con lo espiritual, pero en él las relaciones abandonan el plano conceptual, siendo el nuevo enlace el espacio intuitivo. Su espacio será un lugar en el que las formas y los colores se entrelazan buscando las resonancias del alma. Para Kandisnsky el arte será la búsqueda de la sustancia espiritual que nos une al universo (obsérvese que el Taoísmo ya define esta sustancia como Qui)

“La armonía de los colores debe de basarse únicamente en el principio adecuado de contacto con el alma humana. Llamemos a esta base Principio de Necesidad Interior”


DUCHAMP

Duchamp, que no permanecerá ajeno a este flujo cultural, mantendrá abundante correspondencia con el poeta y crítico Shuzo Takiguchi, cartas en las que nos dejará entrever su preocupación por encontrar el vínculo de unión entre Arte y Vida.
Duchamp, recuestionándose la función del arte, obligará al espectador a convertirse en poeta y artista creando atractivos enigmas que nos remiten, una vez más, al Koan.
“La realidad no es cuando es nombrada. Es el juego de la metamorfosis, en cuya primera regla el jugador se metamorfosea”. Duchamp, novedosa versión de un viejo alquimista, no persigue tanto la consecución del oro, sino la transformación del experimentador mismo.

EL SURREALISMO

Con el surrealismo el problema ya no es tanto el cómo o el qué representar. El problema del surrealista será cómo llegar al conocimiento: puesto que la mente racional es fragmentaria, es preciso buscar un vehículo global. El Koan es el vehículo Zen por excelencia: Asociaciones aparentemente contradictorias que actúan como disparadores con conciencia, vibrantes paradojas para despertar a una mente adormecida por lo cotidiano. El surrealismo, preocupado por acceder a esa oscura parte del ser humano, buscará sus propios disparadores de conciencia, sumergiéndose de lleno en el mundo del psicoanálisis Jungiano. André Breton, en su Manifiesto Surrealista, nos hablará de “un método de creación para acceder a la iluminación unificadora”.

“Surrealismo, nombre, puro automatismo psíquico por medio del cual se intenta expresar, ya sea verbalmente o en la escritura, la verdadera función del pensamiento, pensamiento dictado en ausencia de todas las preocupaciones estéticas y morales”

Con los surrealistas el gran problema del artista se desplaza del objeto al propio proceso, creyendo encontrar la respuesta en el Sufismo y el Zen.
Para los surrealistas la “realidad verdadera”, situada en otro plano respecto a lo tangible, será un auténtico motor de búsqueda.

EL EXPRESIONISMO ABSTRACTO

El expresionismo abstracto también preconizó la mirada irracionalista y encontró en el Zen una fuente de inspiración directa, un nuevo modelo de realidad. El expresionismo tenía un claro objetivo: despertar la conciencia, y un bien definido vehículo: el gesto. Con este movimiento llegó el gran boom del Zen. A través del Zen se desarrollará la idea de El Arte como un camino iniciático, de El Arte como proceso.
Si el gesto es el primer protagonista de esta aventura, el segundo lo es el vacío; el vacío presidirá la obra y el gesto se convertirá en contenido, y con ello se profundiza más en la intención que en el método.

“En el Zen existe una vertiente meditativa, pero también existe un choque que sirve para sacudir la mente, para hacer que algo sea más bien indigerible que digerible. Hay momentos en los que me vuelvo realmente muy contemplativo y me disuelvo en el vacío, pero también hay momentos en los que intento sugerir este vacío con una sacudida, y despertar al espectador”
Antoni Tapies

A partir de la influencia del Zen en la abstracción informal, podríamos señalar dos enfoques diferentes: El primero englobaría a los informalistas franceses – y aquí incluiríamos a Pollock, Kline, Gottlieb y Hartung- que aunque beben directamente de las fuentes Zen, están más relacionados con los pintores Taoístas Ipin. El segundo enfoque será el de Tobey, Motherwell y Agnes Martin, más cercanos a la visión global del Zen que a una escuela concreta.

“No comienzo casi nunca con una visión precisa. Comienzo con una idea pictórica, un impulso que procede en general de mi mundo interior. Quizás, algunas veces, la imagen proceda de un hecho lejano de mi inconsciente, como un sueño”
R. Motherwell

“El Japón antiguo con su enseñanza Zen y su filosofía del Taoísmo, descubrió que lo que había en la taza vacía era mucho más valioso que lo que había en la llena. El círculo del vacío, liberado de la imaginación, permitía que cada uno alcanzara un estado mental que lo liberaba de siquiera considerar las ideas del otro”
M Tobey

(continúa el próximo número)

arriba

inicial | arte | libros | musica | opinión | arquitectura | e-mail
Basssarai Ediciones
Ardi Creativos