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LUKE nº 170 marzo 2016

Pedro Tellería

Cuadernos Oxford

los verdes campos

Fotografía: bigstarmusic.es

Título: Los verdes campos
Autor: Amado Gómez Ugarte
Número de páginas: 135
Editorial: Arte Activo

De Amado Gómez Ugarte me gustan muchas cosas: cómo clava las frases, cómo dibuja personajes con pocos trazos, cómo taracea de imposible lo verosímil y, sobre todo, su contagioso sentido del humor. He gozado como un chipirón en salsa negra con Los verdes campos, una novela corta cuyos personajes reúnen la doble virtud de ser a la vez arquetípicos e individuales.

¿Qué puedes hacer con una niña llamada Rosamar cuando es capaz de lanzar una piedra a veinte metros y acertarle en la frente a su arisca institutriz? Seguir leyendo para saber qué nueva diablura es capaz de cometer la criatura. Levitar, por ejemplo. O enredar enredos inenredables desde su vieja casa solariega, presidida por su padre, un conde al que la Historia, con mayúscula, le está adelantando por todos lados.

Los verdes campos irradia algo del placentero sentido del humor inglés que destilaban Fitzgerald, Gibbons y el ineludible Wodehouse, pero también del García Hortelano más descocado –sí, el de Gramática parda y su memorable Duvet Dupont, la niña que no bajaba de la buhardilla–. Y de Boris Vian, claro. Y está ingeniosamente engarzada en un periodo histórico, la dictadura de Primo de Rivera y el errático y crepuscular Alfonso XIII, del que, por cierto, es hora de hacer humor y no sólo dolor literario. ¿O no dieron a Trueba un Oscar por Belle Epoque?

Termino con la última flor: radicar la historia en el valle de Ayala, cuna de Gómez Ugarte. Los que conocemos este hermosísimo enclave, perla oceánica del solar alavés, difrutamos el doble con su vitalizante lectura. Chapó.