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LUKE nº 170 marzo 2016

Kerman Arzalluz

En las distancias cortas: capitalidad

capitalidad

Foto: rtve.es
Y digo yo, desde el desconocimiento pero aplicando la lógica más primaria: ¿Nadie se dio cuenta de que el espacio elegido para el acto no era el más adecuado?. Que al no ser un espacio rectangular o circular sino longitudinal, ¿se iba a dar el problema de la escasa visibilidad y mala audición?

Venía avalado por su trabajo en la Fura dels Baus. Y con ese nombre tan maravilloso… ¿Alguien podía dudar de su capacidad? ¿Acaso no merece toda la confianza un creador que se llame Hansel y se apellide Cereza? Yo creo que sí, me parece un punto de partida extraordinario para un artista. Y con un cheque casi en blanco para gastar, ¿qué podía fallar?

Pues falló, esa ceremonia denominada "Puentes para la convivencia" con la que Donostia estrenaba la capitalidad cultural europea del presente 2016, resultó un fiasco tanto para los espectadores congregados a ambos lados del río Urumea como para los telespectadores. La gente no se enteró de la misa a la media, los próceres municipales terminaron pidiendo perdón por el triste espectáculo, Cereza se sintió por ello deslegitimado y tirado al pie de los caballos –con razón-, alguien sacó a colación los fuegos artificiales y el catalán se calentó y mostró ese puntito arrogante de los creadores de altos vuelos e insinuó cierto provincianismo local. Ya estaba montada.

Me imagino al primer teniente de alcalde, Denis Itxaso, y al propio Cereza, en plan sketch del Vaya Semanita, entonando el clásico "¿Dónde está nuestro error sin solución, fuiste tú el culpable o lo fui yo?...de Alaska y Dinarama…"Ni tú ni nadie, nadie, puede cambiarme".

Es fácil hacer leña del árbol caído y recurrir al facilón dedo en el ojo de los seiscientos diez mil euros que costó el acto, apuntarse al recurrente "con la que está cayendo, semejante dineral, bien podrían haberlo empleado en hacer otras cosas" pero lo que realmente me escandaliza es la asombrosa falta de ideas, la manifiesta y sonrojante incapacidad para organizar un espectáculo lúcido, potente y lucido. ¿Dónde quedó aquello de la imaginación al poder?

¿Qué nos ofrecieron? Deporte rural por arrobas (sokatira, aizkolaris, harrijasotzailes, trontzalaris, txalapartaris, barrenadores, etc), el siempre inquietante –emocionante- baga biga higa de Laboa, unas enormes pantallas lanzando constantes efectos lumínicos y mensajes breves estilo autoayuda o secta –según se mire- y poco más. Se intentó llegar a la gente apelando al arraigo, a la tierra, al folclore y a ciertas manifestaciones ancestrales…bien, razonable…pero el mensaje no caló, no tocó la fibra sensible del personal, porque no se entendió y, sobre todo, porque no llegó físicamente a la mayoría por culpa del espacio escogido y una realización y cobertura mediática deficientes. No se cumplieron los fundamentos del paradigma de la comunicación de Lasswell, ya saben, aquello de emisor, receptor, canal, etc. Casi todo fue nieve.

Y digo yo, desde el desconocimiento pero aplicando la lógica más primaria: ¿Nadie se dio cuenta de que el espacio elegido para el acto no era el más adecuado? ¿Qué al no ser un espacio rectangular o circular sino longitudinal, se iba a dar el problema de la escasa visibilidad y mala audición? Y en este punto, me hago la pregunta que se hace toda la ciudad: ¿Para qué tenemos la bahía de la Concha? ¿Por qué se obvió nuestro marco incomparable, un espacio diáfano con un gigantesco graderío natural envolvente que va desde el Aquarium hasta el Peine del Viento? Y como soy muy preguntón –ya lo saben- continúo: ¿No debe ser una ceremonia de inauguración de un evento de estas características, ante todo y sobre todo, un gran espectáculo? ¿No son los fundamentos de un espectáculo la imagen y el sonido, esto es, las luces, los colores, la música y el movimiento? Y en el orden conceptual: ¿No se debió montar el espectáculo, primero, y buscar la metáfora después? La metáfora, el símil, la analogía, el simbolismo, lo podemos crear con cualquier elemento y sobre cualquier base. Se me ocurren deslavazadamente algunas tonterías de lo más espectaculares: fuegos artificiales, por supuesto, los mejores que nunca se hubieran visto por estos lares en los que, si de algo sabemos, es de fuegos artificiales… que los ñoñostiarras nos conocemos el surtido de helados de los italianos y las colecciones de los Caballer al dedillo; motos de agua surcando la bahía a toda pastilla, entrecruzándose, expulsando chorros de agua al aire, caballos vestidos con mallas llenas de luces de xenon tirando de cuádrigas, partiendo de ambos extremos de la Concha –ahí metemos lo que nos dé la gana: la lucha entre el yin y el yan, el bien y el mal, la comunicación-incomunicación-, el orfeón donostiarra dándolo todo desde la isla o el catamarán…por decir algo, a cero céntimos la ocurrencia. Pues no. Se ve que las fuerzas vivas locales estaban encantadas con el slogan de apertura y con Cereza, y pensaron que "solo" quedaba acoplar la ceremonia a la metáfora…y tanto la acoplaron que se la llevaron al puente. ¡Puentes para la convivencia! ¡Qué grande! En el peor de los casos, Hansel siempre podría sacar el fura que lleva dentro y montar unas cuantas criaturas de hierro oxidado expulsando fuego por las fauces, rollito Mad Max. Lástima que no lo hiciera.

Sin embargo, la madre del cordero está en saber hasta qué punto esos "Puentes para la convivencia" constriñeron a Cereza, si el tema fue demasiado corsé para él y si su maniobrabilidad fue pautada. No hay que olvidarse de que nos llevamos la capitalidad con ese slogan. El jurado que designó la ciudad triunfadora habló de "el fuerte compromiso contra la violencia y la idea de usar la cultura para ello", así que necesariamente el desarrollo del programa de la capitalidad tenía que orbitar en torno a ese cese de la violencia y el camino que la sociedad emprendía en el nuevo escenario. Entiendo que la estrategia estuvo bien urdida entonces, pero… La sociedad demanda una transición tranquila. La sociedad no quiere, ni puede ni debe olvidar pero a día de hoy, casi cinco años después de la designación, sigue en la necesidad de sacudirse el tema de encima, el tema que nos hizo tristes protagonistas a diario durante tantísimo tiempo. La ciudadanía quiere disfrutar del momento, continuar en la cresta de la ola con la brisa dándole en la cara, quiere seguir como de escapada romántica invernal a un hotelito de montaña con alfombra de pelo alto y fuego bajo…la distancia y el tiempo invitarán de forma natural y sosegada a la reflexión, vivimos una etapa nueva, bonita, liberadora y extraordinaria, que aún no es más que un relato breve. Las tesis y los ensayos ya vendrán. El personal estaba saturado y ahora vive un carpe diem terapéutico.

En definitiva, sobró mensaje –que tampoco llegó y menos caló-, y cierto tono como de catequesis dentro de una exhibición endeble y de perfil bajo; y faltó pasión y emoción a la americana. Era el día, el día del espectáculo, con todo un año por delante para tender puentes a través de la cultura.

Fue el espectáculo sin espectáculo.