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LUKE nº 172 verano 2016

Enrique Gutiérrez Ordorika

Levaduras de la estirpe

pared

foto: ©ardiluzu

“Apaga te pido, nuestra vela.
En el terciopelo negro del vacío universal,
Cantan felices las mujeres de los fugitivos.
Pero el sol de medianoche tú no lo ves”.

Osip Mandelstam (Tristia y otros poemas)

Las Pléyades

Del viaje de Dédalo.
El cosmonauta leyó en el libro de las constelaciones: "Bolmir ’el esperado’ monta un caballo que cuando cabalga el atardecer anochece". Luego, extrajo una pluma del estuche de lápices y garabateó en los márgenes un saludo: "En nombre de la madre y el hijo..." Dirigió la lente del telescopio hacia el vacío interestelar en el que el farolero enciende las pléyades y, evocando a todos y cada uno de los que lo habían precedido en la visión del cúmulo de asteroides, suspiró, entre la contemplación y el éxtasis, conmovido por el recuerdo de aquel Gagarin que fue el primero en navegar en los espejos y tocar el azul. Luego, efectuó un paseo circular por el reducido habitáculo de la nave y tecleó en el ordenador de bitácora: "Continuamos la búsqueda, los síntomas perviven, la enfermedad es incurable, como Icaro sentimos envidia de los pájaros".

Acotación

En el cuadrante donde brillan las pléyades hay un sector inexplorado al que llamaron La Puerta los primeros peregrinos. Después de que por ella se extraviaran con toda su estirpe los viajeros del Génesis, se construyó un muro de puntos y un temor que sigue perdurando. Finissophia fue el apodo que adoptó la nueva frontera. Pero este vocablo pertenece a otra historia. Si lo saco a colación es porque hay quién afirma que por ese agujero llegó el superviviente que notificó el éxodo de Ránval. Hermenaútica que analiza la ciencia que disecciona media docena de fallidos plagios de un pedante so...neto.

Naipes del Epílogo

Seis cartas marcadas como antídoto para todos los apócrifos, las versiones ampliadas, los plagios y las reseñas imbéciles de los críticos. Seis nombres con varias edades, para confundir a los hechiceros de las lenguas y los rezos. Seis mensajeros para ocultar el mensaje. Seis trozos de tierra flotando, como restos de un naufragio, antes y después del cataclismo. Seis pretextos para jugar a dios y soñar la venganza... Porque el dolor, ente sin remedio, se esconde, efímeramente, en el alivio cuando suena en el oído la flauta del duende que llamaré fantasía.

Noticias

Al coche le hervían los faros y le dolía la marisma. Los viajeros volvían de la ruta del este con pieles de ciempiés listas para alfombrar algunos pasillos. En Unquera, un peregrino a la Meca tomaba por onceava vez el camino de Potes, y Marisa almidonaba un nuevo juego de sábanas conteniendo la doceava esperanza. Los disparos de las carabinas hacían blanco en el alma de la tórtola y el mar nos robaba los mensajes: Seamus Heaney sería nuevo premio de literatura. La pendiente de hierba se erizaba sobre el acantilado y en el lecho de roca se volvía a reír la lubina de aquellos imbéciles que, lanzando el sedal a contranorte, esperaban pescar un barco vikingo.

Oasis

De repente el páramo deshabitado estrecha su infinitud; el viajero, que conserva la congoja por el latente fastidio aprendido en la lengua del norte, bebe del manantial que lubrica un espejismo. El desierto desentierra sus palmeras; la sombra, las tiendas del campamento. El sur pone su mantel, un beduino sirve la copa... La sorpresa vence los prejuicios, y las piedras, sonrientes, se vuelven hospitalidad y habitantes.

Poemas

Hay un solo Lorca al que quiero. Nació y murió en Nueva York. En Granada fusilaron hijos del pueblo y, como en tantos paredones, todos eran seres anónimos. Anónimos e insustituibles pedazos de felicidad efímera, a los que llora la impotencia y el descubrimiento terrible y cierto de que la providencia fue culpable: ofreció cobijo a los asesinos. Culpable como en Opuba, Kibungu, Ixtatán, Maipures, Samangán, Gölemerik, Podromanija, Gudermes, y tantos y tantos otros lugares olvidados, donde escriben versos millones de hombres desconocidos.