CREACION

¿DIOSES O BESTIAS?

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Von

Director de Sane Society

Sane Society es una organización dedicada al fomento de actividades creativas y de sensibilización social que se encontrará disponible en Internet antes del 1 de enero de 2001 en la dirección www.sanesociety.org (e-mail: SaneSociety@jazzfree.com)

(viene de la página anterior)

Es evidente que nos tememos unos a otros porque nos sentimos vulnerables. En esta inseguridad radica, en mi opinión, el origen de nuestros conflictos; nuestra infelicidad. No sé si me atrevería a afirmar que la llave de la felicidad es la confianza en uno mismo, pero no tengo ninguna duda de que la falta de confianza es un candado psicológico que nos impide abrirla. Desafortunadamente, el camino emprendido por la mayoría para preservar dicha confianza es el reconocimiento social. Hoy en día, esto conlleva el aprendizaje y aplicación de un exigente código de competitividad enfermizo que destruye, poco a poco y de manera casi imperceptible, nuestro alma. Inmersos en una guerra que cada uno de nosotros declara voluntariamente, no podemos permitir que nada ajeno al campo de batalla nos distraiga. Pensar de manera profunda e independiente es demasiado expuesto y dedicar nuestras energías al servicio de los demás una pérdida de tiempo, una actitud inútil. Inevitablemente, este estilo de vida nos mantiene adormecidos –hipnotizados- en un nivel de inconsciencia animal.

“Jamás logramos librarnos de dos tendencias conflictivas: una, emerger del útero, de la forma de existencia animal, de la esclavitud a la libertad; otra, retornar al útero, a la naturaleza, a la certidumbre y la seguridad (…) El verdadero problema de la vida mental no es porqué algunos se vuelven locos, sino más bien porqué la mayoría logra evitar la locura”, escribió Erich Fromm en su libro “The Sane Society”. El ser humano teme a la locura más incluso que a la misma muerte. Ella representa su mayor perdición; un peligro que intuye siempre cercano y ante el que ha de mantenerse bien en guardia. Atenerse fielmente a las “normas” establecidas, en busca de aprobación social, le produce cierta sensación de protección; de “normalidad”. Llevar una vida ordenada –llena de órdenes; ordinaria- le distrae de una existencia que, en el fondo, encuentra caótica, incomprensible y aterradora. Buscamos obsesivamente el poder en un empeño desesperado por tenerlo todo bajo control y negar así la evidencia de nuestra impotencia. El triunfo social nos aporta la ilusión de la victoria en una partida que tenemos perdida de antemano, pues la vida nos arrastra, irremediablemente y sin ninguna piedad, hacia nuestra destrucción.

Todos intuimos que para ser felices hemos de aceptarnos a nosotros mismos y de ahí –quizás- que evitemos ser demasiado conscientes. Es como si temiéramos que elevar nuestro nivel de conciencia implicaría una mayor exigencia personal y, consecuentemente, una mayor sensación de derrota. Es más fácil –pensamos- aspirar a 5 y alcanzar 5, que soñar con 100 y lograr “sólo” 50. Preferimos no jugar que perder, aunque esto suponga perder por no jugar, anticipando así un fracaso que convertimos en realidad. Sin embargo, como dijo Mahatma Ghandi, “la naturaleza humana sólo se encontrará a sí misma cuando se dé verdaderamente cuenta de que para ser humana debe dejar de ser bestia”.

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