• El laberinto : (mintxo)
• El abismo de la mirada: El orden (pradip j.phanse - txema g.crespo)
• Del interés del arte por otros silencios: (kepa murua)
Influencia del Zen en el Arte Occidental Contemporáneo (parte I) (inés matute)

El Laberinto (V) (mintxo)
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El abismo de la mirada: (pradip j.phanse - txema g.crespo)
El orden

El orden establecido. Qué dificultades entraña ver reflejado cualquier racionalidad en el ordenamiento institucional. Hay que buscar en los adjetivos (“establecido”, “institucional”) para encontrar el verdadero intríngulis de un concepto que escapa a toda lógica.

Sin embargo, es lo que se requiere de cualquier persona (“es un hombre de orden”, se suele decir para significar que estamos ante un buen ciudadano, un buen vecino). Quizás habría que buscar el fondo último del orden en sus significaciones femeninas: la orden la dicta el que manda, y se suele advertir estas órdenes (y son sus mejores receptores) a gentes que más que seres humanos individuales parecen formar parte de una orden monástica.

Es en estos momentos, cuando el orden se desmorona: no hay ninguna vinculación con la naturaleza humana, ninguna relación con la lógica y sí está más cerca de la voluntad de dominio de lo que realmente es indomable. Lo mismo que el lenguaje puramente descriptivo es incapaz de acercarse a todo lo que acontece y ha de echar mano de la metáfora, el orden es un recurso de algunos para atar el todo. Algo, a todas luces, imposible. Claro; así son los resultados.

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DEL INTERES DEL ARTE POR OTROS SILENCIOS (kepa murua)
Se presiente lo que no tiene nombre, el arte con plena consciencia, las palabras después del silencio, la mirada, el entusiasmo, la creencia en un futuro cercano al hombre y a la medida del artista. El futuro de algunos pocos, el futuro al alcance de las manos, la utopia por fin al servicio del arte, los artistas al servicio de la humanidad. El deseo de culminar un proceso que sucumbe ante la realidad y la histora, pero que continuamente se renueva en un inquietante y demoledor desafío que llama con reiteración al fracaso. La derrota es cuestión de tiempo, y el tiempo es el primer peldaño para conocer eso que llamamos arte. Las ideas, los deseos, los buenos sentimientos no justifican la necesidad de sobrevivir en el caos de este mundo que camina con los ojos vendados. Palabras desordenadas ante la historia pensada, el paisaje de la inocencia buscada es lo que nos aferra a la mentira de los hechos. El de la infancia, el de la vida, el amor, la soledad y la muerte, perfiles de la sociedad a la búsqueda de un silencio eterno llamado arte.
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Influencia del Zen en el Arte (inés matute)
Influencia del Zen en el Arte Occidental Contemporáneo -Parte I-

“ Cuando Yuke pinta bambúes todo es bambú, nadie es gente. ¿Acaso no ve a la gente? Tampoco se ve a sí mismo. Absorto, bambú que crece y crece. Idu Zhevengzi. ¿Quién otro tiene ese poder para irse sin moverse?”
Su Dongpo

El Zen, filosofía en la que la contemplación es la única vía de relación igualitaria entre el hombre y la naturaleza, ha dejado huellas muy tangibles en el arte occidental del último siglo. En ocasiones estos indicios, formalmente muy diferentes, señalan un mismo recorrido, idénticas consideraciones de base - el cuestionamiento de la mirada, la relación del hombre y la realidad y el replanteamiento de la distancia entre el arte y la vida – en otras ocasiones la influencia Zen se limitó a originar el esbozo metodológico de complejos problemas técnicos o de forma. En cualquier caso, la consecuencias estéticas han sido tan numerosas como variopintas. Sin perder de vista el hecho de que el Zen o el mal llamado arte Zen sólo puede ser comprendido y analizado dentro de un contexto filosófico y cultural muy concreto, pasaremos a matizar algunos de los aspectos más relevantes de esta variante artística tan intelectual como erróneamente intelectualizada.

Una de estas consecuencias estéticas, sino la más importante, fue el protagonismo que adquirió el trazo, el gesto convertido en objeto artístico dotado de un significado completo en sí mismo. La pintura Zen se ejecuta de una manera espontánea, de un solo trazo, sin retoque posible. Esta técnica exige dominar tanto la técnica pictórica como el objeto que se va a representar, tanto en detalle como en su conjunto. El pintor Zen debe de ejercitarse en el dominio de distintos tipos de pinceladas: Zheng Feng o ataque frontal, Tuo o arrastrado, Ca, frotado, Duncuo o cadencia sincopada, Pomo o manchas sin contorno...etc. El pincel y la tinta, lo concentrado y lo diluido, lo grueso y lo fino, la presión y la pausa, también son valiosos referentes a tener en cuenta en esta difícil técnica del vómito inconsciente o “casual” de los gestos.

Otra de las grandes aportaciones que el Zen brindó a occidente fue el concepto de vacío. El vacío como concepto o como forma determinará toda una estética artística en el arte del siglo XX. Este vacío será el principio y el silencio primordial donde las palabras o las imágenes no enturbian la mirada, un vacío que jamás es una ausencia o una carencia, sino una enorme presencia en la que no se produce ambigüedad alguna entre el ser y el existir. Es el lugar más allá del que nada es, una porción inmutable que subyace en cada ser. Algunos creadores importaron directamente el concepto y lo incorporaron a sus obras- Max Tobey, Agnes Martín, o los españoles Miró y Tapies- Otros asumieron estas imágenes ya incorporadas a Occidente y las desarrollaron en nuevas direcciones que poco o nada tenían ya que ver con los principios básicos del Zen – nos referimos, en este caso, al Arte Mínimal- . La relación entre el artista Zen y el vacío, a veces paradójica, se podría resumir de la siguiente manera:

- El pintor Zen es un artista cuyo objetivo está claramente fijado en su conciencia.
- El pintor Zen es un artista que no fija objetivo alguno en su conciencia.
- El pintor Zen no se relaciona con el objeto, él mismo es el objeto.
- El pintor Zen es un objeto que añora a un sujeto.
- El pintor Zen busca representar la vacuidad: Mientras occidente busca presencias con las que llenar el vacío, oriente buscará las ausencias.
- El ideal del Zen es encontrar aquella imagen más allá de la cual cualquier deseo es imposible, y habitar esa imagen eternamente.
- La pintura Zen es heredera, conceptualmente, del Tao.“La Belleza” como reino absoluto en el que cualquier artificio traiciona su esencia. El pintor Zen jamás sucumbe al amaneramiento, se limitará a caer rendido ante la belleza, a eliminar de su mente toda memoria que le distraiga de su gozosa contemplación.
- El pintor Zen es un vasallo de la armonía.

El Zen ha utilizado la paradoja como el único medio de expresión de un pensamiento en apariencia contradictorio. Esta paradoja no aporta conclusión alguna, puesto que cualquier conclusión anularía la compleja naturaleza del sistema y conectaría con una vía silogística y racionalista, vías diametralmente enfrentadas a la esencia del Zen.
La paradoja como “Unidad” se desarrollará en el Zen como un nuevo instrumento de conocimiento, y aquí nos encontramos con el primer problema: El método Zen de conocimiento de la realidad resulta muy complejo, quizás incluso incongruente para el tradicional sistema de pensamiento occidental: “Vaciar” para “encontrar” frente a nuestro “llenar” para “conocer”.

El Zen afectará también a la relación del hombre y la naturaleza, y a partir de la naturaleza, entendida como una realidad activa, se producirán interesantes trabajos englobados en lo que es su momento se definió como Ars Povera y Land Art. Este tipo de discursos, más acordes con el espíritu japonés, se nutrió de artistas occidentales y de artistas orientales que reinterpretaron el discurso occidental y lo adaptaron a sus obras, como es el caso de Yukihisa Isabe y Grapo Gun.

Algunos movimientos artísticos se interesaron por otro aspecto de estas novedosas influencias orientales que tanto estaban calando entre las clases pensantes: La función del Zen. ¿Cual era la función de esta corriente de pensamiento a la que cada vez más creadores occidentales se adherían? Su función, aparentemente, era despertar la conciencia “dormida” del artista creativo, y para ello era preciso que el arte adquiriese una forma tan contundente como impactante. El Zen consigue cumplir su función mediante un juego poético- paradójico: el Koan, un concepto en el que el espectador jamás juega un rol pasivo.
Cabe ahora preguntarse, ¿existía, como tal, el arte Zen?
No. Tal denominación es inexacta o induce a error. No existe ningún estilo formal concreto al que podamos denominar Zen, pero sí que se tiende a identificar este estilo con la obra de los artistas más gestuales. Este gestualismo no se considerará un fin plástico en sí mismo, y en ningún caso constituirá un elemento aglutinador de la escuela. Quizás lo más acertado sería decir que si bien no existe la pintura Zen como tal, sí que existe suficiente obra de artistas practicantes de la filosofía Zen que adaptarán la pintura como una prolongación de su búsqueda filosófica, obras a las que en cierta medida se podría calificar como “obras-zen”.

Occidente, en muchos casos, ha importado la envoltura metodológica del Zen y lo ha convertido en concepto y objetivo, a veces transformándolo en exotismo y evasión, en energía liberadora y anarquizante o sencillamente, cristianizándolo. Gran parte de la influencia atribuida al Zen proviene del Tao, doctrina sin embargo más materialista y ligada a lo social. Consideremos también que buena parte de la espectacular influencia atribuida al Zen, tanto en la Abstracción americana de los años 40, como en el Expresionismo e Informalismo europeo proviene, en gran medida, de los pintores chinos Ipin y el Grupo Bunjin- Ga.

(continúa el próximo número)

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