• El laberinto II: (mintxo)
• El abismo de la mirada: De místicas (pradip j.phanse - txema g.crespo)
• Del interés del arte por otras ciudades: (kepa murua)

El Laberinto (mintxo)

Continúa la serie del mes de Junio

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El abismo de la mirada: (pradip j.phanse - txema g.crespo)
De aquellos místicos estos canallas

Si Santa Teresa o San Juan levantaran la cabeza y vieran cuáles son los frutos de sus desvelos místicos... Ha desaparecido cualquier asomo de creación poética, de visión contemplativa. Tampoco es de extrañar cuando más de un siglo después de que Nietzsche certificara la muerte de aquel Dios, todavía haya quien continúa sirviéndose de él para provocar sufrimiento cubierto de pretendida austeridad ascética.

Viene todo esto a la conjunción de una coincidencia triple, algo buscada eso sí. Al mismo tiempo que el fotógrafo Pradip J. Phanse preparaba unas imágenes relacionadas con la religión católica, coincidían entre mis lecturas la Vida y visiones de Hildegarda von Bingen (Editorial Siruela), una mística que vivió en Centroeuropa entre los siglos XI y XII, y un extenso reportaje periodístico (El País, 21-V-2000) sobre las andanzas de un grupo ultraconservador denominado Getsemaní que se reclama heredero del Carmelo y que basa su acción apostólica en el engaño a tiernas jovencitas católicas a las que insertan en una vida de sufrimiento brutal con el fin de salvar a la Humanidad.

La delgada frontera que se puede trazar entre el delirio místico y la demencia más cutre se presenta aquí con toda su crudeza. Qué une a Hildegarda (quien acompañó sus visiones, de alta calidad poética y excelente maestría plástica, con la composición de hermosas melodías —sin tener conocimientos de música—) con estos dementes castellanos encabezados por el anterior cardenal primado de España.

Si no fuera porque es crudamente real, lo del Convento de Duruelo en Ávila podría servir como argumento a cualquier película de humor y terror pornográfico. Lo que fue excelsitud lírica en la creación de los místicos citados y tantos otros pertenecientes a todas las creencias repartidas por el mundo, se convierte en este 2000 abulense en una farsa desagradable y cruel, como la mirada de esa presunta beata que ha retratado Pradip J. Phanse.

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DEL INTERES DEL ARTE POR OTRAS CIUDADES (kepa murua)
A menudo oímos que el arte con mayúsculas vive en otras ciudades distintas a la nuestra. Por los libros de historia estudiamos ciudades encantadas y rodeadas de monumentos y señuelos artísticos que no existen en nuestra ciudad. El arte está en las grandes ciudades nos dicen, está en las capitales con su historia entre las piedras y sus celosías guardando viejos museos. Las ciudades artísticas
con sus piedras y monumentos, con sus calles y plazas, con sus museos y edificios se declaran sin descanso intérpretes de una realidad que huye de nuestras manos tendiéndonos mil trampas. ¿Vivieron nuestros antepasados la historia, supieron del arte de sus coetáneos mientras se aferraban a la vida como podían? En el mundo del arte la interpretación congelada parece más importante que el hecho artístico en el momento preciso. Es el fruto del desconocimiento ante el acontecimiento artístico. En un lugar cualquiera y en un instante, el orden inquieta a los artistas, quienes pervierten la normaildad con una arquitectura efímera que lo condiciona y traslada todo ante los ojos del paseante, que ve cómo en cualquier ciudad del mundo la historia se repite en sus hábitos minúsculos de la misma manera que su quehacer artítisco remonta su significado para confundirse entre las calles, tiendas, escaparates, bares, semáforos y callejuelas sin salida al horizonte, como un hecho anodino que prevalece en el mundo cotidiano del arte. Es el arte sin retorno alguno, una representación de lo cotidiano con una magia ensoñadora que nos hace vibrar ascendiendo por los peldaños del inconsciente en los momentos más anodinos de nuestra existencia. A menudo se dice que está en las grandes ciudades, en la historia de los monumentos, en los museos cerrados a cal y canto, en las explicaciones disecadas de los profesores y funcionarios de la cultura. Pero no es asi. En cualquier ciudad del mundo, en el centro o en la periferia, en el borde del mundo el arte desvive su itinerario artístico cuando cae en la vulgar normalidad. El interés del arte por otras ciudades es subvertir el plano urbanístico coloreándolo con nuevos sueños y múltiples señales, diseminando en él objetos que en principio debieran destinarse a otros espacios propios del mundo del arte. Entonces sabremos que lo que hemos visto pudo ser ese arte que a menudo nadie sabe explicar qué es, pero que intuímos como algo cercano. La historia cae a los pies del arte y se congela en el absurdo del tiempo imaginando ante mil ojos cautivos la nueva memoria del ciudadano. Pensábamos que era, mas no era, que podía ser pero que fue. Que en las ciudades de la nada vive el arte con todo su sentido como una sombra entre la niebla de la noche. Son los zarpazos del arte. En cualquier esquina, en cualquier lugar aparece un artista sin nombre, a quien nadie conoce ni pretende conocer, un desconocido que con sus garras sedientas de imagen, en silencio, dibuja las ciudades del hombre ante los ojos de la adversidad en el mundo del arte. Pensábamos viajar a una gran ciudad para reconocer el arte y no supimos convencernos que como la luz que es y no se hace, estaba de nuestro lado.

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