• LA POESIA SI ES QUE EXISTE: El poeta en los árboles (kepa murua)
• LEER A OSCURAS (josé lezama)
Descuento libre y en barrena: (prieto avedillo)
• EL QUINTACOLUMNISTA: Confidencias de hojas sueltas (luis arturo hernández)

LA POESÍA SI ES QUE EXISTE (kepa murua)
El poeta en los árboles

Desde tiempos el libro convive con la palabra. El hombre bajó de los árboles, abrió la boca con admiración y con el gesto encontró un sonido que acariciando su lengua se articulaba inventora de códigos nuevos y señales disparatadas. Había nacido la palabra. Necesitados de colorear lo que decían, de pintar lo que soñaban, de un modo natural la escritura fue su posterior culminación artística. El libro vino después, con paciencia y devoción artesanal para que las cosas y los hechos tuvieran una constancia y la memoria creciera con tranquilidad frente al poder del olvido. Ha pasado tanto tiempo que nadie se para a pensar en la evolución del pensamiento y sus formas de expresión en la vida moderna. No importa, porque inevitable el eco alcanza nuestra palabra perdida entre el sueño y la realidad que nos circunda.

Agazapada vive una liturgia que desde la divinidad llega hasta nosotros. El ser humano encuentra el conocimiento con la palabra. La reflexión y la admiración por aquello que nos rodea y somos capaces de nombrar es lo que da sentido a nuestras vidas. Es una forma de atraer a las cosas para reconocer su sentido, es una manera de acercar el pensamiento de lo que nos sucede a nuestro mundo. Como el amor incomprendido es un puente entre el cuerpo y el mundo, respira con lo que sentimos y entre la nada y el todo, aún en el deseo malogrado, aparece la libertad de la palabra ante la perversión de los hombres. Es estar y vivir encadenado a las palabras para saborear su libertad. Dejémoslo claro, como el enamorado necesita del amor, el hombre necesita de la palabra para verse como héroe o como villano.

No ha surgido todavía en la historia humana ninguna forma de expresión ni de comunicación que supere el primer silencio. Tampoco ningún poder que se muestre capaz de limitar su riqueza inmediata, El mundo está en las ideas que con las palabras explican al hombre los universos recónditos. Los del alma con sus traiciones, los del cuerpo con sus emociones encontradas y perdidas al instante. Sólo hay un pequeño detalle que nos recuerda que todavía el poeta sigue en los árboles. La palabra bendecida por el tiempo crece entre papeles que se cubrieron con un libro permanente. Este mundo, mágico y antiguo, se renueva con el destino de los hombres. Los acontecimientos no pueden cambiar el poder del silencio, pero así como hay palabras que valen tanto como el silencio, podremos leer el rumbo que adquiere el caos del mundo entre las cubiertas de un último libro. Puede que entonces baje el poeta de los árboles y nos recuerde cómo era el mundo.

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LEER A OSCURAS (josé lezama)
De lo que pudo haber sido y no fué

“personas que leían a García Calvo y a Sánchez Ferlosio por ejemplo, mujeres y hombres que jamás habían soportado un partido de fútbol completo por ejemplo, personas que de hecho odiaban el fútbol por ejemplo, de la noche a la mañana y a pesar de sus reticencias se interesaron por Julen Guerrero”
J. M. Isasi Urdangarin

“Culturalmente despreciado, políticamente utilizado y sociológicamente reducido a una expresión popular de menor cuantía, el fútbol sigue atrapando la emoción dominguera de aficionados de todo el mundo (...), señalaba hace unos años Jorge Valdano” - un personaje más de las Variaciones, que quiso llevarse a Guerrero al Real Madrid y no lo consiguió, según se recuerda en la novela- “desde la Revista de Occidente “ -y traído a cuento por su selección Cuentos de Fútbol -.

“Alguien le sugería a un autor, conocido mío, acerca de una obra suya que iba a publicarse y cuya protagonista podía ser identificada con demasiada facilidad que, al menos, le cambiara siquiera el color de sus cabellos. Como si, siendo rubia, hubiera sido más difícil delatar a una mujer morena”. Esta afirmación de A.Breton en Nadja da de lleno en la diana de la polémica suscitada hace un tiempo en los ambientes deportivos a propósito de la aparición del capitán del Athletic de Bilbao como protagonista del relato de política-ficción Variaciones Julen Guerrero. La respuesta a este contencioso entre literatura y realidad, a esa necesidad sustancial del arte de parasitar la vida en definitiva,la da el mismo poeta surrealista al afirmar que el objeto real y la obra creada se imitan “del modo extraño en que se parecen dos hermanos o, más bien, como la imagen en sueños de una persona en concreto y la misma persona en la realidad. Es, y al mismo tiempo no lo es, la misma persona; cabe observar una leve y misteriosa transfiguración en sus rasgos”.

Y algo hay de fantasía onírica, de socorrida apelación al recurso del sueño en el comienzo de este relato que se continúa, invocando el modelo compositivo musical de las variaciones sobre el mismo tema, más allá del Aria de juego- “como una cuba me fui a la cama, hasta que por fin me dormí y comencé, plácidamente, a variar”- en un delirio tremendo, fruto de la intoxicación etílica.

Que un capitán que se apellida Guerrero se declare insumiso sería el colmo del pacifismo, si no fuera porque se trata del motivo desencadenante de la acción de la novela, de una trama rojiblanca cuyo “conflicto” narrativo es la toma de postura del buen futbolista a favor del “así llamado movimiento social por el diálogo y el acuerdo Elkarri”, y en cuyo final feliz se llevará el portugalujo la parte del “león”.

El aficionado del Athletic que desde el Aria se había presentado como narrador autobiográfico se transmuta, para variar, en un cronista que canta la proeza épica del campeón, un juglar incondicional del superhombre, un narrador que proclama las excelencias de un paladín de la paz, sirviéndose de un plural sociativo desde el que parece abarcar a toda la afición, aglutinando a todos los sectores y a todos los lectores -vascos o no- en torno a esa figura emblemática de la pacificación vasca.

Es precisamente esa voz narradora la misma que desde su mitomanía traspasa al equipo bilbaino el esencialismo del nacionalismo vizcaíno de las postrimerías del siglo XIX, obsesionada por las identidades individual y colectiva en una empresa que es algo más que un club en función de su hecho diferencial -”persevera en su identidad y aún en medio de la liga de las estrellas mantiene sólo vascos en sus filas”-, que desplaza el carácter simbólico del árbol sagrado a La Catedral -”la hora del Athletic es nuestra hora sagrada”; “un vínculo además que nos marca de por vida y que de hecho condiciona nuestro paso por el mundo”, reza en una vuelta a lo divino el narrador desde esa muestra de irracionalismo colectivo que es todo fanatismo deportivo-,y presenta al capitán del Athletic como la quintaesencia del reencuentro en la paz entre los vascos -”cuento con la confianza y la simpatía de la mayoría de los vascos”-, haciendo de la parte del aficionado del Athletic el todo del ciudadano vasco, precisamente en vísperas del centenario del nacimiento del equipo en el año 98-”cien años de historia -un siglo- la temporada que viene”-.

Y es esa misma voz la que desde el maniqueísmo característico del forofo trata de ir desarrollando una taxonomía sociológica -simplificadora y maximalista- en torno al “problema vasco” y en la que, desde la dialéctiva inicial nacionalismo vasco/medios de comunicación españoles, se pasará a la de vascos/españoles y, al fin, ya en Euskadi, a nacionalistas vascos versus ”demócratas vascos nacionalistas españoles” o “españolistas”, en una falsa neutralidad que se acabará escorando sin paliativos del lado del nacionalismo vasco democrático: “Allí está junto al hombre astuto que juega las cartas de la nación vasca en la sombra -Arzalluz- y con total certidumbre sabe que no puede reclamarle nada, ningún reproche, ninguna queja”.

Julen Guerrero asumirá, pues, el papel de mediador en un conflicto descrito con las metáforas biológicas propias de un regeneracionismo finisecular decimonónico que parece reclamar la presencia de un redentor, si no de un cirujano de hierro -”el conflicto no es más que una gran nariz hinchada y reventada a la que alguien debe cortar la hemorragia de una vez por todas”, sentencia el narrador con la hinchazón retórica de un hincha-, convertido en árbitro que marcara el gol de la final de una ronda de partidos -políticos- en ambas porterías a la vez -”A mí, como capitán del Athletic, lo que me interesa es estar en el medio”-, arbitrista de tan peregrinas soluciones al archinoventayochista “problema de España” reconvertido un siglo después en el “así llamado problema vasco”, si no fuera porque su condición de héroe positivo que cuenta con el fervor inquebrantable del narrador lo convierte en protagonista de una novela de “hipótesis”más que de tesis -y sabido es que el autor era un “tesinando”- y, a la luz del difuso trasfondo de la ciencia social -”al final poco más que un pueblo aniquilado por las leyes del sistema capitalista”- en un personaje epigonal de la novela social que ya agonizaba cuando nacía el autor. O, más aún, en el relato juvenil que novela filias y fobias de un futbolero vizcaíno con la vehemencia del adolescente que exalta a su ídolo degradando al adversario.

Y es que el carácter digresivo de buena parte de Variaciones Julen Guerrero -con su mucho de moralina deportiva y su poco de tratadillo de psicología social- zancadillea una endeble trama narrativa que no es, como ya se ha dicho, ni una “ucronía”, ni una “utopía” -pues se da información puntual del aquí y el ahora de la acción-, y que va hilvanando las relaciones de los componentes de un “dramatis personae” que, a la manera del grotesco esperpéntico, hace convivir a seres reales con otros imaginarios, personajes típicos -Julen Guerrero o su “coamante” Ainhoa Echepare- que son la encarnación dialéctica/dialectal de las ideas en litigio , junto a otros figurantes reducidos, en virtud de la caricaturización, a personajes planos caracterizados por el diálogo -que parece prodigarse en honor a la causa postulada por la obra, entre los remedos fonéticos del míster Luis Fernández o las parodias de José María García o “el gordinflón Gil Y Gil” (sic)-, zurciendo descripciones tópicas y estereotipadas, lo mismo en la topografía que en los retratos psicofísicos.

Omnipresente voz narradora cuyo nivel de lengua se mueve entre el argot propio del periodismo deportivo radiofónico y la jerga tertuliana de actualidad política y adopta, acaso por un prurito de verosimilitud o autenticidad expresiva, el registro idiomático propio del habla oral castellana del País Vasco, con sus consabidas concordancias de sentido, anárquico régimen preposicional, impropiedades léxicas y un hipérbaton, entre enfático y retórico, que no es tampoco el del vascoparlante -no se olvide que la voz es la del yo autobiográfico que fantasea en sueños -, junto a recursos de repetición que podrían pasar por estilo anafórico si no fuera por la machaconería redundante y pleonástica de esa voz que narra en clave de consignas y se caracteriza por el ahorro léxico, en un desprecio por la riqueza que lo equipara al del héroe, y la mezcla indiscriminada de lo culto y lo coloquial, en farragosos párrafos de sintaxis atormentada y azarosa puntuación que no podemos creer lapsus linguae del subconsciente del autor, aunque los deslizamientos del narrador a la primera persona del singular, sus desplazamientos al monólogo de los jugadores en los momentos de mayor euforia, o sus referencias metaliterarias, parecen confirmar la presunta identificación entre el narrador y el autor implícito.

Si es verdad que la solución al problema de la violencia necesita imaginación y un nuevo lenguaje -”no han hecho más que salir en la televisión, en la radio y en los periódicos inventando nuevas frases para decir exactamente lo mismo”-, no es menos cierto que es el escritor quien desde su creatividad debe renovar la palabra que dé forma a esas ideas de cambio social, algo que hace casi imposible un discurso empedrado de fórmulas lexicalizadas, clichés, imágenes disecadas y frases hechas -”contencioso”, “tender puentes”, “entorno”- por muy “imaginativa” que resulte la ocurrencia, y muy feliz el desenlace de lo que pudo haber sido y no fue este “jardín de los largueros que se bifurcan”, que recrea un aparente mundo virtual en el que, al fin, la imagen de “la madre que nos ha parido” simboliza por igual al club y a la patria, como se oye en el apóstrofe final al Gorbea -”y a quién representa si no la camiseta que visto y qué colores son los de mi brazalete”-.

Y saltó al campo -de batalla- la obra, con un brazalete negro que pregonaba su 2ª edición, como eco lejano de lo que pudo haber sido y no fue una afinada variación sobre el tema Julen Guerrero y se quedó en los desvaríos de “un tal Urdangarin”.

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Descuento libre y en barrena (prieto avedillo)
Hasta ahora el descuento máximo permitido en los libros de texto estaba establecido en un 12%. A la espera de que salga publicada la orden, se ha anunciado que los vendedores de libros de texto podrán efectuar cualquier tipo de descuentos, incluso podrán regalar los libros.

Lamentablemente muchas pequeñas librerías y papelerías viven todavía de la venta de libros escolares. Estas librerías inevitablemente van a tener que especializarse, renovarse o reciclarse si quieren seguir en el mercado, pero el libre descuento va a acelerar su desaparición.

Las grandes superficies, desde el año pasado, ya no pueden vender productos básicos o alimenticios por debajo de su precio de coste, con lo que la clásica competencia entre pequeños negocios e hipermercados se ha regulado.

Sin embargo al permitir el descuento libre de los libros de texto se abre un nuevo frente de competencia desleal, y claramente en contra de los pequeños comerciantes una vez más.

El descuento libre, con diferentes variantes, ya fue aplicado en Francia, Reino Unido y Alemania, y en las tres ocasiones se dio marcha atrás, puesto que lo que en principio era un beneficio para el consumidor se terminó convirtiendo en un perjuicio: Los precios de los libros escolares subieron de manera notable.

Hay que recordar que el beneficio de un libro se va dividiendo: 25 % para el vendedor, 25% para el distribuidor, 10 % para el autor y el resto para el editor. Este sistema es estable, aunque podemos discrepar si es justo o no. Las pequeñas librerías seguirán aplicando este sistema porque es su único producto y hacer un descuento del 25% significaría no ganar nada. Sin embargo las grandes superficies, pueden hacer un gran descuento porque en muchos casos pueden ahorrarse al distribuidor. Además pueden recuperar el margen en la venta de otros productos.

Pero no todo queda ahí, para vender un libro en una gran superficie, a menudo, el productor debe adelantar una cantidad de dinero, y además el pago de los beneficios de lo vendido podrá ser realizado por la gran superficie en 90 o 120 días. Unas condiciones que las pequeñas editoriales verán difícil poder soportar. Por lo tanto, para hacer frente a esta tendencia, los pequeños editores previsiblemente aumentarán el precio del libro para poder aguantar el tirón, y probablemente muchas sucumbirán en el intento. Las grandes editoriales se verán de nuevo beneficiadas. No hay que olvidar que dos de los grupos editoriales más importantes del Estado nacieron de la publicación de libros escolares: Anaya y Santillana...

Lo más probable es que los libros de texto suban a medio plazo, a pesar de que la medida quiere que los libros bajen a corto plazo. A pesar de ello los consumidores pagarán la diferencia, se cerrarán pequeñas librerías que no podrán competir, las pequeñas editoriales sufrirán, y sólo las grandes plataformas se verán beneficiadas.

De todos modos habrá que esperar hasta que salga el texto definitivo, aunque no por ello se diluirán los temores.

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EL QUINTACOLUMNISTA (luis arturo hernández)
Confidencias de hojas sueltas

(Nota a pie de página inédita de Historia abreviada de la literatura portátil de Enrique Vila-Matas, recuperada por el demonólogo J.R. Eleizondo,“bonvivant fetichista de los mocasines”-como lo calificó en una ocasión el propio Vila-Matas-, además de ser ferviente devoto del autor.)

El odradek, ese ser inoportuno que trae de cabeza a un jefe de familia en aquel relato breve de Kafka, reaparece en Praga en boca de Stephan Zenith -y en carta apócrifa a Witold Gombrowicz- en Historia abreviada de la literatura portátil.
“Este animal-cosa, que comparte un aire de familia con los objetos insólitos de Duchamp y representa en el ámbito doméstico de la vida checa el quebradero de cabeza del incómodo vecino eslovaco -una cosa tonta, por decirlo en una palabra-, se expresa en lengua eslovaca, con indisimulada pronunciación española -a decir de algunos testigos hispanos-, y ‘suena más o menos como el susurro de las hojas caídas’.

Si hay un portátil póstumo -precursor si se quiere-, cuyas páginas planeen como hojas muertas sobre el hundimiento del Bahnhof Zoo en el puerto de Dinard, en Bretaña, es Alfred Jarry, o mejor su doble, el Doctor Faustroll,semihéroe de la mitología contemporánea y ser híbrido del Doctor Faustus y los trolls, ‘los pequeños hommes feuilles mortes -¿de roble druidico tal vez?- de la infancia bretona de Jarry’, según ha explicado J. B. Alique en Introducción a Todo Ubú.

Borges, que ya era un shandy antes del nacimiento de la literatura portátil -’tenía algo de precursor’, escribió un autor muy poco portátil a propósito de un personaje de su invención mucho menos shandy aún-, y se prodiga en su Libro de los seres imaginarios acerca del Peer Gynt de Ibsen, los define como unos ‘Elfos malignos y estúpidos’, un fin de raza escandinava, la degeneración de la mitología nórdica.”

Lo que no consta en la Bibliografía esencial de que se hace acompañar la Breve historia -tan atrabiliaria y peregrina como los Cuadernos de la Ciencia Patafísica inventada en el Ubú Cornudo- es que un niño gigante argentino, que contaba con diez años cuando se funda la sociedad secreta de los portátiles -paredro de aquella “Ciencia que hemos inventado nos, y cuya necesidad se dejaba sentir por muchas y muy diferentes causas”, en palabras de su Padre Ubú-, y había de ser un epígono de la misma, construyera por mediación de su desdoblamiento Morelli un cubo de Rubik regido por las leyes de la ubicuidad ucrónica y de la simultaneidad utópica que denominó 62 Modelo para armar.

“Será, sin embargo, en el mundo portátil de 62 Modelo para armar de Cortázar, que malea y moldea el espacio-tiempo con algo de reloj blando de Dalí, donde los trolls se vuelven ‘trola’ poética y planea, como una hoja suelta, Feuille Morte, travieso espíritu femenino de la naturaleza con su aspecto vegetal que, a despecho de Borges -apóstata de la secta del ‘altruísmo’ poético el año de la conspiración del Níger- no es troll, sino ‘césped engañoso’, según lo describe Callejo en su enciclopedia de los Gnomos, un genio que puede rastrearse -y rastrillarse- desde Gran Bretaña a algún lugar semiocultista de la campiña alavesa.

Acaso porque ‘mala hierba nunca muere’, Feuille Morte sigue cuchicheando en la última página de 62 -’Bisbis, bisbis-decía Feille Morte’-, sana y salva, murmurando sus bises reduplicados, redoblados, multiplicados en cada ejemplar, disecada entre las hojas prensadas del dichoso artefacto al que llamamos cortazarianamente libro.”

El odradek de entreguerras sobrevivió, pues, entre el enigma y la incertidumbre, al cabeza de familia, y “a sus hijos, y a los hijos de sus hijos”, pero sus “hijos sin hijos” resucitaron, física y patafísicamente, con la euforia disparatada del Final de la II Guerra Mundial, y las nietas de los odradeks repoblaron los portaequipajes de los trenes de la guerra fría, en los ilusos sesenta, con su cuchicheo de hojas sueltas empujando a los portátiles, en este novísimo siglo virtual, al silencio de la hoja en blanco, y a sus historiadores a censar los “suicidios ejemplares” de los Bartleby y compañía.

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