• LA POESIA SI ES QUE EXISTE (kepa murua)
• LEER A OSCURAS (borja de miguel)
Salir de la Novela: (prieto avedillo)
• EL QUINTACOLUMNISTA: Enterrado con un sólo juguete (luis arturo hernández)
• CARTAS DEL NORTE: Sobre el diario en tanto que género (jose luis garcía fernández)
• El ejercicio de la poesía en "Un lugar por nosotros": (amado gómez ugarte)
• CREACION: Talento (bingen sasiain)

LA POESÍA SI ES QUE EXISTE (kepa murua)
La muerte, tabú en algunas culturas, es un referente válido para ahondar en la trascendencia de cualquier hecho humano. En la muerte hablar de la muerte es un peligro que nos acecha por miedo a contaminarnos. En la religión, un preámbulo como una luz indescifrable que aguarda a lo desconocido. La muerte es silencio, pero en la poesía parece que debe uno morir ante el mundo para que ante los ojos de los demás, aparezca el poeta que fue, si antes no ha sido justamente reconocido. En poesía, la muerte es un grito demoledor, te hace caminar sin rumbo fijo y sin camino. En el trayecto, si no eres nadie y mueres, parece que eres alguien. Si no eres nada, y te matan, también en vida, con la muerte serás algo. En el juego de la vida y la muerte, si te matas siendo nadie, estarás bien muerto a la espera de ser alguien. La muerte en poesía es un fiero reflejo del acontecer humano, pero el morirse en poesía se nos muestra a cara descubierta en el último soplo de una vida. Una vez de sentir la muerte cercana, por alguien a quien queremos o dejamos, por alguien que nos abandona, traspasamos su muerte para recordar su vida y comenzar a escribir de nuevo. Cuando muere el poeta, el mejor homenaje es leer sus versos o callar con ellos, pero como una burda jugarreta de la vida que persigue su nota más necrológica se reconocen antes sus defectos y se difuminan sus virtudes, inevitables en todo hombre que lucha por sobrevivir como poeta ante lo baldío de su esfuerzo. Es la ley de los otros poetas, los que viven como buitres al amparo de una herencia desconcertante. Pero si en vida el poeta conoce la muerte, cuando llega, ya nada le confunde, ya nadie le consuela, nada le conmueve. Nada de nada. No son suyas las palabras que los otros poetas escribirán con su recuerdo. Sólo la poesía que acontece entre su primera muerte y su última vida, la muerte real, alcanza en sinceridad su altura y no le traiciona. Vuela con la premonición que aguarda la memoria y la palabra justa en el justo momento de un silencio como de muerte, que jamás le envilece. Todo lo contrario, llega a un lugar en que se reconocen los silencios y vive. Recordar es sentir la vida traspasada por la palabra en poesía, y fundirse en su eternidad, el coraje ante lo inevitable de la muerte.
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LEER A OSCURAS (borja de miguel)
“Margarite Duras”

Margarite Duras es una de esas escritoras en las que la línea entre lo imaginado y lo vivido se deshace por momentos para dejar pasar pedazos de un lado al otro. En sus ficciones se cuelan referencias autobiográficas que dan a los textos gran verosimilitud. Sus libros no sólo se leen, se creen. Nacen de la sinceridad y la convicción. Y el lector queda con un extraño sabor en la boca, sin llegar a entender qué parte es real y qué es ficción de lo que ha leído. Tampoco importa.
Aparece la figura “Margarite Duras”, independiente de la propia escritora. La idea de “Margarite” que construimos, con pedazos reales, pedazos inventados, todos bañados en esa atmósfera de misterio que emerge cuando no sabemos hasta qué punto es cierto lo que tenemos delante. Como con Borges y el otro Borges. Habrá quien la admire y quien la deteste, no cabe la indiferencia, señal de que el texto nos ha alcanzado.

Es difícil hablar de un solo libro de Duras. Hablar de un libro de ella es hablar de toda su obra. De su vida. Y aquella línea elástica y porosa también deja pasar lo escrito a la zona de la realidad. Así, lo escrito llega a ser vivido y, en ocasiones, en este ir y venir de un margen a otro, reescrito. En Margarite Duras, vivir y escribir es casi uno.

Por eso voy a hablar, al fin, de un libro concreto: “Escribir”. Porque en él nos muestra (¿cuál de las dos Margarites?) su forma de ver la escritura. Reclama la soledad necesaria, el aislamiento del resto de las personas, el alejamiento, reclama poder perderse con su escritura y nos lleva a su escondrijo, su casa de Neauphle, donde concibió varios de sus libros y ahora escribe éste. Desde la madurez nos habla de sus amantes, su afición a la música, al piano, nos habla del vicecónsul... Siempre con una eficacia y estilo asombrosos. “No se puede escribir sin la fuerza del cuerpo. Para abordar la escritura hay que ser más fuerte que uno mismo, hay que ser más fuerte que lo que se escribe”. “Escribir a pesar de todo pese a la desesperación. No: con la desesperación”. “Nunca he mentido en un libro. Ni tampoco en mi vida. Excepto a los hombres. Nunca”.

En “Escribir” se percibe la compleja realidad que “Margarite Duras” significa para la escritura y lo que la escritura significa para ella; de todas formas, cualquier título suyo es absolutamente recomendable.

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Salir de la Novela (prieto avedillo)
Cada vez es más difícil encasillar a los autores literarios por grupos, manadas, rediles, o generaciones. Pocos se dejan. Prefieren asumir los riesgos de la fama o el olvido individualmente. No se dan cuenta de que tarde o temprano, periodistas o profesores tendrán que hablar de ellos si logran algo de relevancia. Y habrá que ponerles alguna etiqueta.

También cada vez es más difícil agrupar a los autores sencillamente porque tienen menos que ver unos con otros, o simplemente porque tienen más que ver con un autor centroeuropeo, malayo o canadiense que con sus vecinos. Los medios de comunicación, la televisión, y la rápida traducción y edición de obras extranjeras propician esto.

Antiguamente los libros eran un bien escaso y se compartían entre gente con intereses cercanos, y ese era el germen de los grupos: el contacto personal. Ahora dos escritores que se parezcan pueden no conocerse y ni siquiera hacer el esfuerzo de encontrarse.

El objetivo sigue siendo leer algo bueno, y no importa de donde venga. Hoy por hoy leer a un autor extranjero es casi más fácil que leer a uno de Murcia. Tampoco escribir es el juego que antes era. Ahora es más importante vender un buen número de ejemplares que buscar una forma personal de hacerlo. Parece mentira que después de tanto tiempo intentando matar a la novela no se dejen de escribir narraciones intimistas sin ningún rigor, pero también sin ningún interés. Por supuesto hay que guardarle un gran respeto a lo que nos queda de novela, pero hay que seguir intentando salir de ella, a toda costa. Pero sin intentar sustituirla por guiones para televisión.

Sería divertido conseguir un grupo o generación con este espíritu, que tuviera un nombre como:
Grupo literario internacional en busca de una salida digna de la novela para lectores activos.

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EL QUINTACOLUMNISTA (luis arturo hernández)
Enterrado con un sólo juguete

(Reseña de Las afueras, de Pablo García Casado)

Después de montárselo en el coche con una jicha por los descampados de las afueras, el jebo se va a vivir con ella a un piso, pero al poco la vida se hace un coñazo, y un buen día ella se mosquea, saca a relucir todos los trapos sucios, lo deja plantado, se dedica a tirarse a todo bicho viviente y al final, harta, se abre, mientras él la echa en falta con toda la ropa sucia y llama a una línea caliente.

Esta breve sinopsis argumental, que bien pudiera constituir el resumen de un relato de realismo sucio, se convierte en Las afueras, del joven Pablo García Casado, en el hilo conductor de un poemario compuesto narrativamente como la historia de un deseo consumado/consumido en pareja que desemboca en la ruptura final. Es más, las distintas partes de libro podrían ordenarse incluso, en función de la estructuración interna clásica de la acción, en planteamiento nudo y desenlace.

La edad del automóvil -la primera de ellas- representa los primeros escarceos sexuales de unos corazones con freno y marcha atrás, con su “atracción” fatal a las cuatro ruedas y “elevalunas” de miel en la desolación de los solares de la periferia.

Hay ya un aliento -un jadeo, mejor-dramático en esos poemas que reproducen en forma dialogada, con un realismo de grabadora, las conversaciones de los amantes o la invocación a un tú en que se confunden, en un abrazo lingüístico, ella y un yo desdoblado, en registro coloquial, al que no es ajena la mirada irónica del poeta en los títulos que evocan la tecnología actual -Código de barras, Cierre centralizado- o en la distancia burlona del yo poético -”(...) no vayamos a salir/ en este poema”-.

Estructurado formalmente en trísticos que reservan para un único verso suelto el golpe de efecto sorpresa propio del desenlace de un relato breve, el prosaísmo de García Casado basa su efecto rítmico en los encabalgamientos abruptos- propios lo mismo de los caballos de fuerza de los vehículos que de quien hace del asiento trasero su picadero provisional- entre dichas paraestrofas y, como contrapunto, en una ausencia de pausas que parecen reproducir el vaivén de arranques, acelerones y embragues, o el cambio de marchas y frenazos de un joven conductor inexperto

La ascensión al Sexto izquierda -segunda parte- compone, con sus doce poemas, el epitalamio urbano de Las afueras en el interior de un piso, el clímax de una pasión y la muerte del deseo, el canto al amor domesticado en un paraíso que irán desmoronando la rutina, el distanciamiento, los celos y hasta las mismas palabras.

El desenlace de la historia, como en un patio de tendederos que se bifurcan, se abre en dos direcciones opuestas: El poema de Jane, donde el poeta adopta la voz de Ella en un puñado de poemas que constituyen la parte más desgarrada del libro, y Publicidad engañosa, cuarta parte en la que el desengaño del yo se vuelve duelo.

Pero es quizá El poema de Jane, parte central del libro en todos los sentidos, la que expresa, en la entrega por despecho a una actividad sexual desenfrenada, la desazón existencial simbolizada por la náusea,anticipada ya en la cita de Sexto que describía el amor como un columpio-”casi siempre/ acaba dando náuseas.J.P.- y que se repite como una arcada recurrente en poemas nacidos bajo la advocación de Carver, algunos letristas de rock norteamericano y la afinidad de temas y estilo de Roger Wolfe -colega en cuanto que parecen leer juntos de las mismas fuentes-, y que podría titularse, parafraseando a Salinger, “Para Jane, con amor y sordidez”.

El desvío de Publicidad engañosa supone, por contra, la expresión dolorida de la pérdida, la evocación pudorosamente sentimental de la mujer ausente y la busca del placer en el amor mercenario, a ritmo de “blues”, con el deje de ironía propio de la voz de un yo -”pues a mí me han dicho que él escribe sí sí (...) con un tío así comprendo que la pobre esté harta”- perdido a su vez en un mundo codificado en números y cifrado en el inglés técnico de los avances en la comunicación -teléfono o contestador automático- que ahondan aún más en la incomunicación humana y le acercan el pasado histórico y remoto como en la contrafactura de La guerra ha terminado, en que glosa con humor su derrota en el amor en clave guerracivilesca.

Y en ese epílogo y rotonda que constituye la última parte, Estar en las afueras también es estar dentro -motivo recurrente que, como un estribillo, multiplica su significación en el libro-, en una vuelta al pasado que confirma el eterno retorno del deseo al espacio cerrado de los vehículos en las afueras -de donde el “yo” pasó al recinto del piso-,“encerrado con un solo juguete” siempre, atrapado al fin en los sucedáneos del amor, vuelven a aparecer, como un dato escondido, las inciales de “ j.p.” en una llamada de auxilio que confirma la huida de “Jane” al no espacio de la ausencia, dejando al yo poético en las afueras “enterrado con un solo juguete”, roto.

dradeks repoblaron los portaequipajes de los trenes de la guerra fría, en los ilusos sesenta, con su cuchicheo de hojas sueltas empujando a los portátiles, en este novísimo siglo virtual, al silencio de la hoja en blanco, y a sus historiadores a censar los “suicidios ejemplares” de los Bartleby y compañía.

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CARTAS DEL NORTE (jose luis garcía fernández)
Sobre diarios y periféricos

La reedición de una selección de los diarios del nobel André Gide, pone de manifiesto el buen momento que atraviesa uno de los géneros más intimistas y personales de cuantos halla podido dar la literatura, pero a la vez uno de los más denostados, en tanto en cuanto acostumbra a ser directamente proporcional a la pérdida de amistades y referentes, toda vez que acostumbran a ser malinterpretados tanto por los sufridos lectores, como por los circunstanciales actores de tan peculiares “novelas”.

Especial mención tienen, llegado este momento, las tribulaciones “diacríticas” de uno de nuestros mayores observadores del quehacer cultural del momento. Los diarios del leonés Andrés Trapie-llo, que como el turrón siempre se acerca a nuestras librerías en Navidad de la mano de la Editorial Pre-Texto, llegaron a su octava entrega bajo el sugerente título de Los hemisferios de Magdeburgo, concre-tando en ellos al periodo que abarca el año 1994. Y llegaron, como no podía ser menos, plagados de la necesaria intimidad que iniciara cuando halla por 1990 comenzara la andadura de su gran obra de autor, Salón de pasos perdidos. Hay quien dice que los diarios de Trapiello, al igual que los de su buen amigo José Luis García Martín, suelen ser políticamente incorrectos, y a menudo inoportunos. Maltratados por la crítica, (tanto por la institucional como por la paralela), acostumbran a ir acompañados de toda una prolífica declaración de intenciones que para nada desmerece el conjunto de los mismos. Y es que, como el propio Trapiello ha reconocido en más de una ocasión, “uno no elige ser un escritor literariamente incorrecto”. Yo, desde mi bisoñez de autor, añadiría que lo que uno no elige es ser escritor.

Mas políticamente correctos se pueden considerar los diarios del francés, y premio Nobel, André Gide, rescatados recientemente por la editorial Alba bajo la supervisión y traducción de Laura Freixas.

Los diarios de Gide, en realidad su gran obra literaria sin que por ello semejante juicio crítico desmerezca el resto de la misma, se encuentran en la estela de los grandes de los autores del siglo XIX –Stendhal, Vigny, etc-, y de alguno del XX, caso de Anaïs Nin, y suponen para la historia de la literatura su decisiva confirmación como género independiente al margen de la novela, y a pesar de que fuesen interpretados como la crónica necesaria de un tiempo nunca conforme consigo mismo. Por sus páginas, desfilan al unísono políticos, músicos, escritores, artistas, amantes y desasosiegos, y en ellas descubrimos a un Gide enfrentado consigo mismo y con su sexualidad, a un Gide que despierta pasiones tanto a favor como en contra, y a un Gide que siempre pareció estar en desacuerdo con cuanto le acontecía, lo cual le hubo de granjear no pocas enemistades.

Finalmente, las 243 páginas de los diarios de Wittgenstein (uno de los pensadores más in-fluyentes del siglo) también editados por Pre-Texto no son sino las tribulaciones de un hombre atormen-tado por sus angustias, sus fantasmas y sus contradicciones que se mira al espejo cual equilibrado Narciso. El libro es un documento vivo en el que paulatinamente vamos contemplando como surgen sus respuestas ante la religión, la ética la música..., pero también ante la vida y la muerte, como no, dos circunstancias nada ajenas a los pensadores de este siglo. Movimientos del pensar es un libro complejo y profundo que se completa con una recopilación de aforismos que suponen un aliento de frescura después de la aridez del texto.

En definitiva, tres buenas ocasiones para reencontrarnos con tres pesos pesados y con un género al que siempre conviene leer en pequeñas pero mordaces dosis, para nunca olvidarlo.

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El ejercicio de la poesía en "Un lugar por nosotros" (amado gómez ugarte)
El ejercicio de la poesía es, como el acto de nacer o morir, un tránsito solitario. Y se le puede aplicar aquella metáfora de Galileo Galilei cuando decía que para transportar el peso son mejores muchos caballos frisones que uno ligero, pero para transportar el pensamiento es mejor un solo caballo berberisco que todos los frisones juntos. Y eso teniendo en cuenta que en la levedad de una hoja de papel cabe todo el peso del alma humana. La poesía de Kepa Murua es ese caballo solitario y ágil que atraviesa ciudades proclamando su pensamiento. Llevando más allá de las distancias, la palabra. Su lenguaje es sencillo y claro, sin afectación, pero su sintaxis compleja dibuja una rica variedad de connotaciones. Sus imágenes y alegorías derivan de una profunda observación de la naturaleza humana.
Decía Emily Dickinson: objeta y serás peligroso de inmediato/ asiente y serás cuerdo.

La poesía de Kepa Murua no asiente, más bien objeta. Es a la vez un observador y un participante crítico con la sociedad, con la vida. Por lo tanto Kepa Murua es peligroso. Peligroso para los autocomplacientes, para los poderosos, para los que duermen en sí mismos con los ojos cerrados a la realidad. En este libro, UN LUGAR POR NOSOTROS, ha tomado a la poesía de la mano, la ha hecho descender de su pedestal, la ha acercado al pueblo, a la gente, a través de versos que nos hablan y nos cuentan de forma narrativa historias, pequeñas historias; porque, al fin y al cabo la Historia, con mayúscula, no es sino el cúmulo de esas otras historias pequeñas y cotidianas. Este libro nos hace compartir sentimientos comunes, sensaciones de soledad e incomprensión ante los muros de las ciudades en que habitamos, da igual que se llamen Berlín, Madrid o Vitoria. El hombre, el íntimo y recóndito pensamiento del hombre está habitando en ellas. Un hombre y unos sentimientos interiores, pero abiertos al mundo, compartibles. Por tanto es una poesía en la que concuerdan lo local (lo interior) y lo cosmopolita (lo universal) sin negarse lo uno y lo otro. El poeta no clama en el desierto, clama desde el centro de la ciudad habitada, desde la boca del propio habitante. Es una soledad compartida, encerrada entre calles y frío.

En este libro veo a Kepa Murua mucho más desnudo que sin ropa. Mostrando sus desórdenes, sus rebeldías, sus sueños como poeta y como hombre, sus nostalgias por el tiempo y el olvido transcurridos, sus desacuerdos con el destino que nos rige. Desentrañando también nuestros pecados de conformismo, y los suyos propios, en una sociedad que nos devora entre sus fauces y nos obliga tantas veces a seguir su curso, el curso de todos los hombres, sin dejar espacio al pensamiento individual. A veces todos acabamos siendo cómplices de la injusticia y del silencio. Pero, para eso está la boca del poeta, para decirnos, aunque duela, estas cosas a la cara. Como en esos versos que concluyen:

A menudo uno siente una puñalada en el pecho,
pero obligado a respirar, se duerme como si nada.

UN LUGAR POR NOSOTROS es poesía que parte de la reflexión, un discurso de la razón, a veces perdida, a veces encontrada, pero que llega al corazón del lector en estado puro, indomable. Es un monólogo del poeta consigo mismo en el que los lectores tomamos parte. Tal vez una confesión en toda regla de los años vividos, de bagajes y equipajes del alma que quedaron perdidos en cualquier recodo de una calle de Berlín, Madrid, Vitoria o cualquier ciudad sin nombre, un día cualquiera de cualquier año olvidado, pero que regresa terco a la memoria como todas las verdades. Murua es un poeta de verdad. Cuando lo conocí, hace ya unos años, se presentó ante mí como editor. Pero tenía algo en la mirada y un amor por las palabras bien empleadas que delataba en él algo más que una relación comercial con el lenguaje. Una relación de compromiso que sólo aceptan los que creen en lo que hacen. Yo lo definiría como un hombre serio, pero con ideales. Pragmático en su justa medida, la que la vida nos exige como precio de la subsistencia, y a la vez romántico también en su justa medida sin esas filigranas líricas excesivas que pierden a tantos poetas. Y lo voy conociendo más a través de sus libros. Los poetas de verdad tienen la desgracia de dejar entre sus versos, pegados a las hojas de los libros, las radiografías de sus propias vidas, que ya sean vividas o inventadas tienen mucho de auténtico. Porque la vida no es sólo lo que vemos, lo que palpamos, sino todo aquello que permanece oculto en las entrañas y que hay que aprender a percibir, a desentrañar. Como explican esos versos del poema EL CUARTO OSCURO cuando dicen:

Escucha el pálpito de las cañerías,
el látigo de su pulso inseguro, el temblor
del agua, de cómo respiran los edificios
y cruje la madera, y cómo tras los muros
vive la difusa realidad.

También encuentro en este libro madurez, o lo que viene a ser lo mismo, desasosiego. Un hormigueo, un temblor de manos al escribir lo que se piensa, sabiendo que, por experiencia, todo, incluso la verdad más expedita, se dice en vano. Como él reconoce al final del poema LA POESÍA Y LA VIDA, cuando afirma:

Alguien quiso escribir un poema
que llamando a las cosas por su nombre
termina como el polvo de los años
diluyéndose en el olvido.

Pero, sobre todas las cosas este libro, UN LUGAR POR NOSOTROS, me produce, me provoca como lector la sensación de empatía, de participación afectiva, de proximidad con mis propios planteamientos vitales, también me hace participar de la lucidez con que asume el autor la tristeza y el dolor como inherente a la condición humana y a la vez como una forma de rebelión contra todo conformismo, de un modo natural y reflexivo, tal vez sin ira, pero sin contemplaciones.

En definitiva, y para concluir, la poesía de Kepa Murua es una poesía actual, completamente vigente, palpitante, comprometida con el hombre y plena de verdad. No de verdades absolutas, sino de esas otras verdades pequeñas, que caben en un puño, en un pensamiento, en un verso, y que conforman lo mejor y lo peor de nuestras vidas.

Sin duda estamos ante un gran libro y ante un gran autor que ha sabido reflejarnos, reflejar a la sociedad, en los espejos en los que él se miraba. Espejos, unas veces nítidos, otras borrosos, algunas veces bellos y otras deformes, siempre sinceros. Por eso y porque, a pesar de estos tiempos que habitamos, más dados a la hipocresía que a la verdad, a la acción insensata que al pensamiento, pienso que la poesía no solamente sigue siendo necesaria, sino incluso imprescindible, me gustaría que este libro alcanzase la difusión que se merece. Porque somos muchos los que estamos hartos ya de tanta superficialidad en el mundo de la cultura y queremos exigir el regreso y el respeto a la palabra auténtica. Por eso.

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