CREACION

Talento

(2)

bingen sasiain

(viene de la página anterior)

Si mi amigo –creo que puede utilizarse esa palabra para nuestra relación- hubiera utilizado la mitad del talento que desplegaba en sus geniales monólogos para hacer carrera en la política, habría llegado donde hubiera querido. Supongo que era incompatible con su naturaleza de filósofo, que necesitaba tener la mente libre de cualquier preocupación material para ocuparla al cien por cien en sus, sus... pajas mentales. También es cierto que no se puede decir que mi repetitivo trabajo en una oscura oficina prive a mis neuronas de tiempo para reflexionar, pero mi problema es que yo no lo tengo. Talento, quiero decir.

La semana laboral había consistido en una sucesión de días aburridos y monótonos, que culminó con el viernes más gris del que guardo recuerdo. En algún momento el reloj había consentido en marcar la hora de salida y pocas horas después allí estábamos una vez más, sentados en nuestra mesa, jarra en ristre, sumidos en nuestra terapia de pareja semanal.

Vivimos rodeados de violencia latente, me explicaba. Ibamos por la cuarta jarra. Se detuvo un momento, me miró para asegurarse de que entendía el significado de la palabra latente y siguió: Todos y cada uno de nosotros somos auténticas bombas de relojería. No era, se mirase por donde se mirase, la metáfora más apropiada para el lugar. ¿Qué es lo que hace que esta violencia no se desate en el día a día, que sólo leamos dos o tres casos diarios cuando hay cientos de miles de psicópatas en potencia paseando al chucho por la calle? Lo largo de la pausa me hizo temer que esperaba que fuera yo quién enunciara la respuesta a tan peliagudo asunto. Estaba equivocado.

Son sólo dos razones. Veamos la primera, tomando el cine como ejemplo:
¿Qué es lo que hace que todo el mundo se escandalice ante la violencia desplegada por Alex y sus amigos en La Naranja Mecánica, y disfrute con auténticas carnicerías a cargo del saco de músculos de turno? Me encogí de hombros. No era la primera vez que recurría a una de sus novelas favoritas, cuya adaptación al cine detestaba, novela que por supuesto yo ni había leído ni leeré nunca. Muy pocos se atreven a reconocer que el cabrón de Alex, con su ridículo pijama blanco y su bombín, con su afición por Ludwig Van, les cae simpático. Y la razón es sencilla. Trago. Alex es un amante de la violencia, mientras que la mayoría de protagonistas, de héroes, de ejemplos a seguir, se ven obligados a acudir a ella, casi siempre para saldar una cuenta pendiente. Una mujer muerta, una hija violada. La defensa de cuatro remolachas plantadas en un trozo de tierra. En la mayoría de los casos, bastaría con que una breve nota dijera al principio de la película que la razón por la que el Angel Vengador se va a dedicar en las siguientes dos horas a mutilar, chamuscar y masacrar a ocho docenas de personas es que estos -¡qué hijosdeputa!- le habían rayado previamente el coche. Sonreí. El no movió ni un músculo de la cara. Hablaba muy en serio, como nunca antes lo había visto hacerlo.

(sigue)

Atras Siguiente

inicial | arte | libros | musica | opinión | e-mail
Basssarai Ediciones
Ardi Creativos