MUSICA Y DEMOCRACIA

(2)

Von

Director de Sane Society

Sane Society es una comunidad dedicada al fomento de actividades creativas y de sensibilización social que se encontrará disponible en Internet antes del 1 de enero de 2001 en las direcciones wwwsane-society.com y www.sanesociety.org

Von fundó en Londres los estudios de grabación “Von’s”, donde han grabado innumerable número de artistas británicos de estilos muy diversos, desde Jamiroquai a Primal Scream. Su experiencia musical también se extiende a otros campos, como management, promoción de conciertos y la dirección de un sello discográfico.

(viene de la página anterior)

No tengo nada en contra de quienes luchan por ganarse la vida en el mundo del espectáculo -en todo caso merecen todo mi respeto por el sacrificio que supone-, pero tampoco quiero contribuir a su “mitificación”. El artista, debido a su inseguridad, es alguien especialmente necesitado de admiración, cuya desesperación le impulsa a crear algo bello por lo que ser amado. La belleza, sin embargo, no es patrimonio exclusivo de los artistas y menos aún de quienes siguen ciegamente los dictados del dios “mercado”. De hecho, la belleza no es sino una proyección de quien la percibe. Como escribió recientemente Félix Ovejero Lucas en “El País”, “(Lejos de confirmarse) la teoría platónica del artista como un ser poseído por los dioses, los poetas estarían amasados con un barro de baja calidad, propenso a los desequilibrios... y en su desvarío, unas veces les da por la escritura y otras por el recelo y la mezquindad rencorosa (...) La dependencia de los humores de ‘ese público al que tanto quiero y al que tanto debo’ favorece la fragilidad psíquica y, por ende, complica la consecución de la autonomía y la confianza en el propio quehacer que requiere la genuina actividad artística”.

Mis críticas, sin embargo, no están dirigidas hacia los artistas, sino hacia quienes se aprovechan de su obsesión por el reconocimiento social. Existe toda una industria que cultiva esta obsesión, pues se alimenta de ella. En Londres, donde he residido 14 años, he visto a diario cómo los músicos hipotecaban su vida -invirtiendo todos sus ahorros, tiempo y energía- persiguiendo un sueño que convertían en pesadilla. “El sistema” -la dictadura del capital- se ha encargado de inocular su veneno incluso en los cuerpos más puros e inocentes. Si bien el dinero y el poder no siempre consiguen que un artista sea popular, sí es verdad que sin ellos es prácticamente imposible que ocurra. Son muy pocas personas las que deciden quién triunfa y quién fracasa. El mundo del disco está monopolizado y manipulado por unas cuantas empresas que, tarde o temprano, acaban imponiendo su criterio. Hay excepciones, y yo he sido testigo y partícipe de ellas en varias ocasiones, pero a la larga, sin el apoyo de una multinacional, es muy difícil triunfar y menos mantenerse.

Hace tiempo que estas megacorporaciones, que cada día son menos y más poderosas, han llegado a la conclusión de que les conviene aumentar sus inversiones por cada lanzamiento a costa de reducir su “plantilla” de artistas. De hecho, he conocido personalmente contrataciones discográficas a grupos musicales de gran calidad con el único objetivo de evitar que la competencia los contrate, apartándolos así del mercado y destruyendo sus carreras y sus ilusiones. Un tanto de lo mismo ha ocurrido con los sellos independientes que, a golpe de talonario, son ahora dependientes La consecuencia es obvia. Cada vez triunfan menos artistas y de manera más espectacular, aumentando así, como en la vida misma, las diferencias entre ricos y pobres y elevando escandalosamente el número de músicos desempleados Ser músico profesional es una opción valiente, pero poco inteligente. Su carrera tiende a ser más bien corta y sólo una minoría de los artistas contratados por una discográfica vive dignamente de su música. Es más, yo diría que cerca del 99% de los músicos, jamás ha obtenido siquiera un contrato discográfico. No conozco ninguna otra profesión donde el porcentaje de fracasos sea tan elevado.

El tono de este artículo ha sido más negativo de lo que hubiera deseado. Quizás no podía ser de otra manera y por ello tenía tanto reparo en escribirlo. Este tono, sin embargo, no refleja ni mi pasión por la música ni mi respeto hacia cualquier persona -músico o no- que se esfuerce y atreva a expresar sus ideas y sentimientos; especialmente si lo hace con la intención de emocionar y hacer reflexionar a los demás. De hecho, soy optimista respecto al futuro de la música, pues considero que Internet ofrece la posibilidad de democratizarla. Esta red internacional representa una plataforma única donde cualquier ser humano tiene la posibilidad de comunicarse, para el enriquecimiento de todos. Yo, desde luego, lo tengo muy claro: una sociedad más creativa es una sociedad más despierta y, consecuentemente, más justa.

(anterior)
Atras

inicial | arte | libros | musica | opinión | e-mail
Basssarai Ediciones
Ardi Creativos