Enero 2001

juan carlos prieto
La imperfección

La arquitectura como hecho racional desarrollado por el hombre desde que éste decide hacer una interpretación de la naturaleza y mediante sus propios mecanismos y con los medios que la propia naturaleza le proporciona, fabricarse su propio espacio, no ha hecho otra cosa que reflejar la evolución de lo que ha sido el hombre en sí mismo.

En el recorrido por la historia las épocas de transición son las más interesantes desde el punto de vista de la evolución del hombre en cuanto a que suponen, y manifiestan, grandes rupturas en sus formas de actuar, promovidas fundamentalmente por un cambio de entendimiento de la propia vida. El impulso que lleva al hombre a dar el paso de modificar la naturaleza misma construyéndose su propio entorno para mejorar su vida y su espíritu, con la naturaleza como única referencia, es el primero de una gran carrera que se sucede hasta llevar a la arquitectura al espacio de desarrollo actual.

El segundo de los grandes pasos, y donde la arquitectura tuvo un protagonismo trascendental es cuando el hombre, en un proceso menos racional que el anterior, se podría decir que mediante un proceso de irracionalidad, desarrolla la arquitectura tomándose a sí mismo como referente, ya no es la naturaleza, es el hombre la medida o módulo de las cosas, el hombre fabrica objetos y entornos a su escala, a la medida de sus necesidades.

Entre estos dos polos ha transcurrido una gran parte de la historia de la arquitectura, entre la referencia a lo que produce la naturaleza y la referencia a lo humano, que en principio son lo mismo entendido el hombre como un elemento más de la naturaleza, pero que se distingue y se manifiesta en distinto nivel desde el momento que aceptamos que en lo humano aparece un componente de racionalidad (o irracionalidad) que hace que sea capaz de modificar su entorno y su espacio, con distintos criterios, para satisfacer sus necesidades.

El ánimo de producción creativa, tiene que entenderse bajo el prisma de que la naturaleza, como referencia, supera constantemente al hombre, éste la entiende sólo en contadas ocasiones, y cuanto más la estudia y la percibe es más consciente de sus limitaciones, que le llevan irremediablemente a deducir que la referencia en si mismo, en cuanto humano, vuelve a ser imperfecta.
La cuestión queda planteada de la siguiente manera, las cosas producidas por el hombre y aún más la arquitectura, no pueden ser perfectas desde el punto de vista conceptual, el hombre es un ser que conscientemente se siente imperfecto y lucha por lograr la perfección que sabe no logrará nunca. Podemos pretender que la arquitectura –producción arquitectónica, restauración, creación, etc.– tienda a la perfección, como el hombre, pero la perfección no se puede alcanzar en la medida que el hombre la rechaza por verse superado. Creo que las cosas perfectas son un auténtico problema para el hombre, porque no termina de asimilarlas nunca.

Esta afirmación que en principio puede resultar excesivamente categórica se puede comprobar en algunos ejemplos tremendamente característicos. En el ánimo de modificar la naturaleza, el hombre está constantemente fabricando nuevos productos, en algunos casos milagrosos, o perfectos, que resuelven para siempre algunos problemas de confortabilidad o de seguridad, o de lo que se proponga.

Imaginemos, por poner un sencillo ejemplo y sin que sirva para caer en demagogia, todos los productos derivados del petróleo, que francamente ha resuelto muchos problemas constructivos que hasta la llegada de materiales plásticos eran de difícil resolución. Hoy, superados estos problemas, el hombre resuelve la impermeabilización, la estanqueidad, la insonorización, el aislamiento, etc., pero se encuentra con un problema mayor, ¿cómo se deshace de los residuos creados?, ¿qué se hace con los plásticos inservibles?, ¿Qué ocurre si se acaba el petróleo?. Son estos problemas de difícil solución por la sencilla razón que el hombre se ve superado por ellos. La perfección frente a lo humano imperfecto en sí mismo.

Aún recordamos en una de las últimas películas de Woody Allen, saliendo del ascensor de una de las plantas en las que divide al infierno donde distingue los diferentes tipos de maldades, al inventor del metacrilato.

Juan Carlos Prieto
Arquitecto
Director de la Fundación Sta.María la Real
Centro de Estudios del Románico

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