Enero 2001

Leer a oscuras

josé lezama
Cartografía de Rikardo Arregi en la ciudad de Vitoria-Gasteiz

La dificultad que conlleva el conocimiento de la lengua vasca y la desidia de los instituciones a la hora de impulsar la cultura fuera de sus fronteras con una política de traducciones importante, salvo raras excepciones lleva a los lectores a desconocer a los poetas contemporáneos de su país o de su ciudad, sencillamente porque algunos de ellos viven y escriben exclusivamente en euskera y no han tenido la oportunidad de ser traducidos a otras lenguas.

Rikardo Arregi es uno de esos poetas, pues hasta la fecha sólo podía ser leído en una lengua rica pero a su vez minoritaria como la vasca. Y quizá sea el gran poeta de Vitoria-Gasteiz que toda ciudad espera y aplaude cada cierto tiempo, porque con sus libros ha sorprendido a los amantes de la buena literatura por su estilo inconfundible a la hora de expresar el mundo que le rodeaba con planteamientos literarios y estructuras poéticas originales.

Rikardo Arregi conoce la ciudad mejor que nadie. Nació en Vitoria-Gasteiz en 1958, corrió por sus calles, estudió en sus colegios, vivió en la pequeña ciudad de Vitoria y vio cómo crecía y se transformaba en una ciudad de mayor calado y dimensión. Su poesía, cargada de referencias ligadas al tiempo y a la memoria, hace suya la ciudad de Vitoria-Gasteiz, conoce sus límites, sus plazas y calles, y descubre un espacio geográfico que se retrata con él, como se habla de un país y de un mundo que bucea en la cartografía humana de la que estan hechos los sentimientos del amor, la soledad y el deseo.

El poeta pasea por su memoria con los ojos abiertos, mira a su alrededor y nos habla incluyéndonos en sus reflexiones y palabras. Se nota la vida en los poemas que escribe con una voz que es necesario descubrir por su solidez y dimensión. La poesía de Rikardo Arregi nos retrata como paseantes anónimos en un mundo que nos sitúa con su belleza y su total amenaza ante las cosas que nos rodean, en un tono coloquial y lleno de susurros, con una complicidad sabia, explicándose ante el lector como se explica el hombre ante el mundo.

Pero el poeta, inevitable, tiene su lugar. Puede recorrer con su imaginación la faz del mundo, atravesar desiertos, tocar las nubes, jugar con fuego, que volverá como lo hace Rikardo Arregi a su ciudad de origen, a la Vitoria de su infancia o a la que se renueva constantemente con sus edificios, hombres y mujeres, como voces y palabras que pertenecen al poeta. Sólo restaba entonces traducirlo en este libro de Bassarai Ediciones titulado Cartografía, para que sus conciudadanos le reconocieran como a uno de sus poetas, quizá el mejor de todos ellos, y le identificaran como al escritor que cada cierto tiempo retrata la vida como crece la ciudad a su paso, muchas veces en silencio, como mira el poeta a la gente a su lado.

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