Enero 2001

Leer a oscuras

borja de miguel
Estupor y temblores

Como una espía, desde dentro, Amélie Nothomb desguaza la sociedad nipona y sus entresijos psicológicos. Muestra, con humor e ironía, casi como una revancha, lo absurdo e inhumano de una cultura cuyo valor principal es la obediencia. Y digo revancha porque se intuye que aquellos primeros años de su vida (hasta su juventud) en Japón no debieron ser fáciles para ella: además de la diferencia cultural, el agravante de ser mujer (¡y occidental!) en un país marcadamente machista. Sin embargo, al final del libro traza un puente, una reconciliación, como tratando de suavizar sus páginas anteriores ya que, rescatando una de sus frases, “Oriente y Occidente: tras el conflicto aparente la misma curiosidad mutua, los mismos malentendidos escondiendo un deseo auténtico de entenderse”.

La novela –con declarada carga autobiográfica- habla de una joven de origen belga que es contratada por una gran multinacional japonesa: Yumimoto. Choque cultural tras choque cultural, la carrera de Amélie (la protagonista se llama como la autora) va deshaciéndose en pedazos y cayendo a los rincones más bajos y sucios que pueden existir en una compañía. Tras sucesivas humillaciones y experiencias aberrantes que la autora narra con gracia (lo que no es fácil sin caer en la tontería), Amélie acaba con una escobilla en la mano limpiando los retretes de hombres durante meses. Su única escapatoria, su única forma de sobrevivir, es despeñándose imaginariamente por la ventana hasta caer a la ciudad, decenas de pisos más abajo. La práctica regular de este “harakiri” –palmas, frente y nariz pegadas al cristal- le proporciona ese espacio de “sueño” y “liberación” donde encuentra alivio temporal.

Sin embargo, esta obra no queda en el simple “ataque literario”, en la pataleta o revancha antes mencionada. A la vez que critica unos valores que rozan el sadismo psicológico, sus palabras se erigen como una defensa del nipón como individuo frente a una sociedad que no les permite la mínima rebelión. Casi hablando en su lugar, ya que ellos jamás se atreverían a quejarse o insinuar que ese sistema de vida no les satisface, llega a admirar a la mujer japonesa por su no abandono al suicidio y, a continuación, expone unas realidades sociales que nuestra antagónica mentalidad occidental no llega a asimilar y que suscitan cierta risa absurda. En cuanto a los hombres nipones, los presenta como cerebros trepanados que no saben vivir fuera de la sumisión, el trabajo y, por extensión, la empresa. En ningún momento la autora narra acción alguna fuera del espacio abominable del rascacielos Yumimoto, aunque en un momento hace referencia a su familia como una quimera con la que sueñan los prisioneros en un campo de guerra. A pesar de las buenas intenciones, no suele ser agradable que gente de fuera arregle los problemas de cada uno.

Al igual que la protagonista, la escritura es sencilla, sin excesivas pretensiones, humilde pero directa y ordenada. Una lectura rápida y agradable sin ser banal. Seguramente más por su originalidad y posibilidades comerciales que estrictamente por su valor literario, esta novela ha obtenido el Gran Premio de la Academia Francesa 1999 y el Premio Internet, y ha vendido más de 500.000 ejemplares. Como ha sucedido otras veces, una obra sobre el mundo de Oriente para el mercado de Occidente, sin que ello signifique que la obra no sea interesante. De vez en cuando se agradece una novela así.

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