Sección: LITERATURA
Serie: El quintacolumnista
Título:
Hasek y Svejk, dos caras de la misma corona (II)
Autor: Luis Arturo Hernández
e-mail: luisar@espacioluke.com

nº 28 - Mayo

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NO BASTA SER BOBO, ADEMÁS HAY QUE PARECERLO

(A propósito de las nuevas aventuras del valeroso soldado Schwejk incluidas en El comisario rojo, de Jaroslav Hasek)
a Mª José Hernández

El bravo soldado Svejk es probablemente la última gran novela popular. ¿No es asombroso que esa novela cómica sea al mismo tiempo una novela de guerra cuya acción se desarrolla en el ejército y en el frente? ¿Qué ha ocurrido con la guerra y sus horrores para que se hayan convertido en motivo de risa?
Milan Kundera, El arte de la novela

El método era así de simple. Lo que tenía que salir bien era, por lo general, algo superfluo, pero el método era eficaz, lograba lo que los superiores necesitaban de nosotros: nuestra ciega sumisión. No recuerdo ningún caso de resistencia colectiva. La mayoría de los jefes no tenía la menor idea de por qué la tropa se mostraba tan dócil; los jefes atribuían esa docilidad a la propia idiosincrasia de la tropa.
Max Frich, La cartilla militar

Nacido a la letra impresa en 1911 en Praga, el buen soldado Svejk anticipa desde sus primeras aventuras algunos de los comportamientos del Hasek llamado -en 1914- a filas y, a su vez, la experiencia bélica y militar del autor contribuye a perfilar definitivamente el protoSvejk anterior a la gran conflagración en la versión –y subversión- de su novela. La muerte de Hasek deja huérfano a Svejk en 1923, pero vivo y coleando, con una vida literaria inacabada –sus aventuras quedaron inconclusas- y desde entonces interminable.

PRE-SVEJKÍAD

Doctor 3
¿Han examinado ya antes su estado mental?
Svejk
En la mili. Los señores médicos me declararon idiota notorio.
(...)
Doctor 1
Los médicos forenses abajo firmantes basan su juicio, relacionado con la estupidez absoluta y el
cretinismo innato de Josef svejk, que comparece ante dicha comisión, en el hecho de que el sujeto se
expresa con palabras como por ejemplo “¡Viva el emperador Francisco José I!”, exclamación que,
por sí sola, es suficiente para demostrar que su estado mental es el de un idiota absoluto.
Monika Zgustová, Las aventuras del soldado Svejk, Escena 6

Pese a algunos titubeos iniciales –“Schwejk se alistó con alegría. Su deseo era el de pasarlo bien en el ejército. (...) yo no quería alistarme y no sabía siquiera lo que era un soldado”, en Schwejk contra Italia-, las primeras aventura del buen soldado confirman la su/misión incondicional del voluntario/so soldado Svejk al ejército austro-húngaro:
-“Se presenta el soldado Schwejk. He venido para que me encierre en el calabozo, porque deserté para poder seguir sirviendo a Su Majestad Imperial hasta el día de mi muerte”. Perfil psicológico que estaba ya en borrador escrito en la mente de su autor: “Se hizo examinar para demostrar que era capaz de servir como soldado regular”. Nota a la que apostillaba el propio Hasek: “¡Evidentemente, cualquier checo que intentase demostrar que era capaz de servir en el ejército austriaco tenía que ser idiota”. Sin llegar a ese extremo, Hasek acudiría a su alistamiento -el año 1915- hecho un miles gloriosus.
El exceso de celo en el cumplimiento de las órdenes al pie de la letra, unido a su crasa ignorancia y a una falta absoluta de prejuicios, su obediencia ciega y a pies juntillas, en definitiva, hacen que el soldado Svejk no solamente parezca “el idiota de la compañía”
–en valoración de su autor-, “el idiota oficial”, sino que lo sea, lejos de interpretaciones marxistas como la de Laco Novomesk_ -“No existe un luchador más perseverante que Josef Svejk. Su arma es una reiterada resistencia pasiva” (1938)-, que ve desobediencia civil donde no hay sino obediencia debida; o la de Ivan Olbracht, que ha querido ver en Svejk un “idiota genial” que “se pone o se quita una máscara grotesca e idiota” (1921), corregida y aumentada en 1933 -“Creo que El buen soldado Svejk es una obra llena de pensamiento, sentimiento y crítica proletarios, creo que es la cumbre de la literatura proletaria checa”-, que pretende ver en el recluta patoso un quintacolumnista comunista o el saboteador que coloca cargas de profundidad en el Tiranic imperial austro-húngaro.

LAS DOS CARAS DEL SOLDADO SVEJK o DEMASIADA CARA

El prefecto
¡Deje de poner esa cara de imbécil!
Svejk
No puedo evitarlo. Me eximieron del servicio militar por estupidez y la comisión me declaró oficialmente imbécil. Soy un idiota oficial.
Monika Zgustová, Las aventuras del soldado Svejk, Escena 4

(...) no se sabe siempre si él se hace el idiota o si es verdaderamente idiota (...)
Wladylaw Znorko, Chvéïk al final del mundo, por Cosmos Kolej

(...) y su cara redonda y bonachona resplandecía de contento.
Jaroslav Hasek, El valeroso soldado Schwejk aprende a manejar el algodón pólvora

“Pero Hasek procura que el lector se quede hasta el final con la duda de si el personaje es, realmente, un tonto redomado o más bien un tremendo astuto, lleno de malicia”, dice Ripellino, más equidistante, proclamando la inescrutable indefinición de este blb checo, bobalicón de dimensiones bíblicas, summa de contrarios del bobo/discreto o loco/cuerdo de Don Quijote/Sancho que aúna –El valeroso soldado Schwejk va a buscar vino para la misa- el idealismo patriótico que -como el valor- se le supone al capellán castrense/ oficial/ amo y señor y el pragmatismo del monaguillo pillo/ordenanza/ criado escudero,
caballeresco don nadie leal al Absolutismo más allá de su declarada inutilidad absoluta y gracioso o figura del donaire que rompe sus propias filas-¡aire!-, doblemente grotesco por cuanto que encarna al ambiguo Sancho Panza quijotizado de la II Parte del Quijote.
Un perfecto idiota, pues, decidido a engrosar un ejército que lo ha declarado exento –“Me eximieron del servicio militar por estupidez y la comisión me declaró oficialmente imbécil. Soy un idiota oficial”-, necio, atrevido como la ignorancia, inconsciente que no ve el peligro y tonto de remate si además lo aparenta –“imbecilidad fingida”/ “ingenua ignorancia” de Pytlík-, porque no hay cosa más tonta que un tonto que se hace el tonto.

EL ESPERPENTO ESLAVO o EL ESPEJO DE LO GROTESCO

Lukás

¿Sabe qué, Svejk? Me dan ganas de mandarlo al tribunal militar. El problema es que le absolverían porque jamás en su vida habrán visto a nadie tan colosalmente estúpido como usted. ¿Se ha mirado en el espejo? ¿No le da asco su cara de idiota? Usted es la mayor aberración de la naturaleza que he visto en mi vida. Dígame la verdad, Svejk, ¿se gusta a sí mismo?

Svejk

A sus órdenes, señor teniente, no me gusto en absoluto, porque (señala el espejo) en su espejo me veo torcido. No debe ser un espejo de calidad. En casa de Stanek, un comerciante de ropa china, había un espejo torcido y, cuando te mirabas en él, te daban ganas de vomitar. La boca así, la cabeza como una pila, la panza como la de un canónigo borracho, en fin, un número.
Monika Zgustová, Las aventuras del soldado Svejk, Escena 31

Y es que la peripecia bélica del soldado Svejk entronca plenamente en las raíces de la estética de lo grotesco que otro eslavo, el formalista Mijail Bajtin, herborizara también en el campo de batalla del Gargantúa de Rabelais y que ofrece el esperpento de la farsa híbrida de lo ridículo y lo peri/patético, de lo desgarradoramente humano y de los títeres -sin cabeza- del dragón imperial bicéfalo, y en el que el descuartizamiento del cuerpo se deshumaniza desde lo jocoso arcimboldesco, bien de palabra -“servir al emperador hasta el desgarro del cuerpo”: do roztrhání tela-, bien de obra –“ Soldado 1: -Yo he visto un muerto que quedó tirado en una trinchera con los pies hacia abajo; un proyectil le había partido la cabeza cuando avanzaba; era como si lo hubieran cortado con un bisturí; en el último momento se cagó de miedo de tal manera que la mierda mezclada con la sangre le chorreaba pantalones abajo”; Zgustová, esc. 34-, en boca de un alienado o enajenado, de un pánfilo más allá de la risa y el llanto, lejos de la sátira unidireccional del agelasta y próxima al vitalismo del gerotólogo que ve en la sangre una muerte preñada de vida, y que rehabilita al antihéroe –“Y cuando el avión se estrellaba y se hacía pedazos, como les ocurría a veces, el primero que salía de entre los restos era siempre él”, El valeroso soldado Schwejk maneja aeroplanos; “El valiente soldado fue el único de todo el arsenal que sobrevivió a la catástrofe”, El valeroso soldado Schwejk aprende a manejar el algodón pólvora-, un vivo que sale siempre a flote –su obediencia debida es de/vida- y superviviente nato –su/misión es regresar a la cervecería: “¡cuando acabe la guerra a las seis de la tarde!”-, con la más absoluta falta de sentido de culpabilidad y la exención de responsabilidad moral que da cumplir órdenes sin valoración ni juicio crítico, haber cumplido la misión encargada y la satisfacción que proporciona el deber cumplido –y cualquier otra interpretación apunta más a la intención del autor que al ingenuo Svejk-.

Y ello con la misma fortuna de las historietas de las tiras cómicas de su amigo Lada –director de la revista Caricaturas, donde vieron la luz las 5 primeras aventuras en 1911- o la inconsciencia del personaje –de encefalograma- plano de los dibujos de animación, y una existencia sub specie belli, campo abonado para el humor escatológico –de letras y letrinas- por la “alegre materia” de un borrachín –“bebió como una esponja y su cara redonda y bonachona resplandecía de contento”-, de glotón come-knedlíky –de la panza nace la chanza- y tragaldabas –“albóndigas grandes como ruedas de carro, que el buen Schwejk solía engullir con placer indescriptible”- ajeno a las otras llamadas de la carne, con la “euforia destructiva del mundo arcaico” y en pos de la Utopía de la Abundancia.

SVEJK o LA FASE ORAL. DE BUENO, TONTO. ¿TONTO? BUENO, BUENO...

-¡Bastaría con que los alcaldes mandaran coser en las camisas de estos cretinos el nombre de su lugar de origen, y así se podría enviar enseguida a estos desdichados a casa por la vía de urgencia, con lo que nos ahorraríamos todas estas martingalas, papeleos y pesquisas1
Egon Erwin Kisch, De calles y noches de Praga, Huéspedes de la Polícía

Un idiota, síntesis del dostoievskiano príncipe –que no es lo mismo un buen soldado que un soldado bueno- y del folcklórico Honza popular checo, en compulsiva fase oral que traga y deglute -y lanza perdigonadas o vomita- y se ríe y habla sin parar, en checo, su única lengua –e “idiota” es, etimológicamente, quien sólo conoce su idioma-, blb en la torre de Babel imperial austro-húngaro sin más bibliografía que la Biblia, poseído por una charlatanería digresiva de anecdotario de cervecería, por esa logorrea de la parodia propagandística que le contagiara –enfermedad de transmisión oral- su autor, amigo de la logomaquia de farragosas parrafadas en la que se ensartan, como cuentas -o cuentos- de un collar, casos de errores judiciales en los que se satiriza implícitamente la Justicia y “cosas” desternillantes en diálogos unidireccionales a través del teléfono –en la II Parte– que se dirían precursoras del humor del absurdo de un Gila, “palabristas”-por decirlo en una sola- o pábitelé, palabra inventada por Hrabal, para llamar a unos “parlanchines que hablan por los codos intentando impedir alguna situación peligrosa o desagradable. (...) otro pábitel es el aparente payaso y lunático Svejk, el buen soldado, protagonista de la célebre novela de Hasek, (...) Los pábileté son personas visitadas por la inspiración, que se comportan de una manera en apariencia desaforada y alocada, que hablan demasiado y dicen frases que parecen absurdas y tontas”, escribe Zgustová, en Los frutos amargos. Un espabilado que conjura la inmadurez y el miedo con una melopea a tontas y a locas.

HASEK Y SVEJK, UÑA Y CARNE (DE CAÑÓN)

Así, pues, ya desde su nacimiento el valeroso soldado Schwejk tendría por principal atributo la estupidez: una estupidez a prueba de bombas, redonda y perfecta al extremo de llegar a plantear en algún momento la pregunta de si tanta estupidez en un solo hombre no habría de ser en el fondo la más hábil de las añagazas. Pero la pureza estúpida de Schwejk está más allá de toda duda: es el fiel reflejo de la del mundo que le rodea. Otra cosa es el uso que de ella hace Hasek.
José Manuel Fajardo, La epopeya del soldado Schwejk

El hombre quisiera ser un gigante y en cambio es una mierda. Yo me salgo con la mía, amigo, porque soy un idiota.
Jaroslav Hasek

Hay, en definitiva, entre la vida y la obra de Hasek una relación de retroalimentación –pantagruélica-, de tal manera que autor y personaje se nutren mutuamente y beben –y nunca mejor dicho- uno en las fuentes del otro durante algo más del 2º decenio del XX.

Baste considerar, como ejemplo prototípico, la propensión de ambos a la deserción o a pasarse a las filas del enemigo. Paso a través del espejo que inicia Hasek entregándose a los turcos en su peregrina cruzada paneslava en los Balcanes, al que imita el protoSvejk del año 1911 –“el valeroso soldado Schwejk desertó. Para poder seguir sirviendo a su Majestad Imperial había tenido que escapar del cuartel”, El valeroso soldado Schwejk y ‘el superarbitraje’-, sedición militar que protagonizará el soldado Hasek –que ya había conocido la cárcel por hacerse pasar por agente del espionaje ruso en Praga- en la Gran Guerra, al desertar y pasarse al frente ruso zarista y, después de Octubre de 1917, a las fuerzas revolucionarias bolcheviques en cuyas manos caerá prisionero –“Era la mejor manera para ganarse una orden de arresto por parte del mando checoslovaco”, afirma Ripellino-, detención que logra Svejk en la s/edición definitiva de sus aventuras al ser tomado por un prisionero ruso –Schwejk como prisionero ruso en Continuación de la gloriosa catástrofe-, cerrando el ciclo de carnavalización caótica/taótica del Otro con la permutabilidad del efectivo táctico individual –definición técnica de “soldado”-, a uno u otro lado de las trincheras, en el absurdo de las guerras –intercambio de prisioneros de sus propios ejércitos-, tal y como lo denuncia el internacionalismo proletario de Hasek.

Aunque esa misma tendencia al Carnaval permanente –fuera de la temporada oficial- se da en el mimetismo con que autor y personaje, y viceversa, una vez arrancados de la barra de la taberna, se las ven con la topografía castrense plantándole el detonador del humor –del humo de su pipa de porcelana- al explosivo barril de cerveza de su panza.

UN TAL LUKAS o A LA FUERZAN ALISTA

Paciente 4

También tuvimos aquí a un epiléptico que siempre decía que un ataque solo no le molaba, de modo que fingía diez ataques al día.
Monika Zgustová Las aventuras del soldado Svejk, Escena 15

Un paciente

Tengo dislexia, doctor.

Doctor

Así que dislexia, ¿eh? ¡Es puñetera la dislexia! No se preocupe, la curaremos. Lavado de estómago, quinina, lavativa y sábanas empapadas en agua fría para el disléxico.
Monika Zgustová Las aventuras del soldado Svejk, Escena 16

Doctor

¡Calle, coño! Lo sabemos todo acerca de usted. El pícaro quiere hacernos creer que es un idiota. No, Svejk, usted no es ningún idiota; usted es listo, astuto, usted es un canalla, un impostor, un sinvergüenza que hace cualquier cosa por no ir a la guerra. Irá al frente y ¡allí le enseñarán que la guerra no es un cachondeo! Y ahora, ¡la lavativa!
Monika Zgustová Las aventuras del soldado Svejk, Escena 19

Si, a pesar de su voluntad declarada de servir a su Majestad Imperial –“tiene usted el hígado dilatado y una degeneración grasa del corazón. Está muy enfermo. Tenemos que licenciarle”-, y hacer frente a las suspicacias por parte del estamento militar –“¡Farsante yo! Yo me encuentro estupendamente (...) ”-, Schwejk es licenciado finalmente por un tribunal militar en 1911 –en la aventura del ‘superarbitraje’-, lo que lo llevará a desertar –con la consiguiente pena de calabozo-, el propio Hasek, que ya el mismo 1911 visitaba el manicomio por una tentativa de suicidio, conocerá la cárcel tras haber sido expulsado del Ejército y, cuando intenta ser declarado inútil por epilepsia para no acudir al frente –Hasek dixit-, ha de aceptar voluntariamente alistarse para salvar la vida, sirviendo como ordenanza a un tal –teniente- Lukas, homónimo del oficial a quien servirá el ordenanza Svejk en su di/versión definitiva, exento por idiocia y, aun así, voluntario para examen médico, primero, y hacia su ingreso en el manicomio acto seguido –nuevas suspicacias-, y de donde lo rescatará el capellán militar, un tal –teniente-Lukas, como monaguillo y/u ordenanza y con quien se verá condenado -¡por fin- a dirigirse al frente por dedicarse a robar un perro para su superior –en una prueba más de obediencia debida- a su coronel, fiel a una debilidad del propio Hasek –y a la que aludirá el voluntario Marek, en Svejk-.

Cuartel, Manicomio e Iglesia constituyen las estaciones de esta epopeya en prosa -con mucha prosopopeya- y donde el biografismo fantástico de Hasek –las diversas versiones de su muerte, por ejemplo- en sus Relatos de Bugulma y la verosimilitud costumbrista de la ficción de Svejk –antes y después de la 1ª Guerra Mundial- se con/funden en una vida imaginaria, en una imaginación vivísima de la que sola/mente pervive la escritura.

Hasek remeda al Svejk prebélico pero es remendado a su vez por el Svejk postbélico, componiendo una relación dialógica entre ambos, dinámica y cambiante mascarada de un original personaje que es borrador de la persona y ésta, a su vez, mascarón de aquél, marioneta de tamaño natural de un titiritero, pas/marote de un ventrílocuo vocinglero, flemático –no hay más que ver su flema-, fumador empedernido y tabernario de mala reputación, capaz de hacer de sí mismo una caricatura del tabanque cutre del Imperio –con la creación del sarcástico y desternillante “Partido de la Cerveza”, que a diferencia de la sátira unidireccional del poderoso es altavoz de la risa liberadora de los de abajo-, sagaz –autor de toda una saga- y atrabiliario, mamarracho de un muchachón esbozado en el dibujo de Josef Lada, muy lejos de la cadencia del vals y la decadencia de Viena.

DES/ INTEGRARSE EN LAS FILAS o SÁLVESE QUIEN PUEDA y ¡HASTA LUEGO, LUKAS!

-¡Viva la casa de Austria! ¡Imperio, Imperio! ¡Avanza, avanza!
La vida y hechos de Estebanillo González, hombre de buen humor, compuesta por él mismo

Por allí viene hacia mí con puntualidad militar y a paso ligero un soldado voluntario. (...) Ahora el brillo de las estrellas se ha desvanecido, ha empalidecido el de los zapatos, el cuello se ha arrugado, la gorra es el reglamento mismo, el uniforme ha perdido su colorido y es gris y soso como la niebla matinal y como las espesas nubes de polvo que ascienden de la escoba de los barrenderos. La mirada del discípulo de Marte, que tan altanero y victorioso se sentía a las dos de la mañana, es ahora cansina y envidiosa, (...)
Egon Erwin Kisch, De calles y noches de Praga, El despertar de Praga

Un recluta patoso, fantoche de la instrucción, monigote regocijante y patán epatante, mentecato socarrón, inútil total -¡valiente imbécil!-, carne de calabozo y bravo tonelete de cerveza, Svejk es el desdoblamiento en el espejo deformante del bravucón bufón del Imperio, el fruto amargo de la doble visión de Hasek, dipsómano de oblongo abdomen y sablista –que da el sablazo a un amigo con la alegría con que Svejk saca brillo al sable-, pareja de hermanos siameses de un ejército simbiótico de liberación nacional checo –las buenas obras del autor mano a mano con las torpes maniobras del personaje soldado-, y entre quienes se da un trasvase –vaso a vaso- de identidad, una transfusión de lenguaje, una transmisión recíproca del don de lenguas y transustanciación del don de gentes y un intercambio mutuo de su experiencia vital y derramamiento de negra tinta y rubia plsen, u oscuro ó/bolo fecal tinto en sangre y vodicka amarilla –heráldicos colores imperiales negro y gualda en el cartel anunciador de la 1ª edición de la novela-, uña y mugre de cervecería, inocencia bautismal de un sandio y mala baba de un bohemio bohemio de mal beber en un juego de complementarios, ambigüedad naïf por partida doble –del regular reglamento disciplinario militar y de la insana vida partisana-, que hermanan realidad y ficción, que reconcilian autor y actor, que identifican la vida y obra, porque si el arte imita a la vida a través de un espejo realista instalado en el camino, no es menos cierto que en la siguiente vuelta del camino el arte imita a la vida en la recreación de las vanguardias históricas y que, más allá de la última vuelta del camino, tras el bucle final de la espiral de la vida, los hermanos bohemios Haseh y Svejk, hijo pródigo y juglarón ambulante y prodigioso -que ya siendo respetable empleado de banca trocaba historias por bebida en tugurios de mala muerte-, cachazudo y capitidisminuido niño tonto de la mano de un niño prodigio, prófugo de sí mismo, desertor de la checa de su vida y en fuga permanente del enchiqueramiento del ser, se confunden en el fundido en negro de la errancia sin fin de una viñeta del Orbis sensualium pictus de Jan Amos Komensk_, peregrinos en su patria a través del Laberinto del mundo y paraíso del corazón de su antecesor renacentista, Hasek y Chvéïk al fin del mundo (en versión teatral de Wladylaw Znorko, para Cosmos Kolej, con Un final Posible para la novela de Jaroslav Hasek).

ÓPERA BUFA EN EL GRAN TEATRO DE OPERACIONES DEL VIEJO MUNDO o LA CONJURA DEL NECIO

Por ese mismo puente llevaron entre dos funcionarios a otro Josef, imaginado por otro habitante de Praga que fue coetáneo de Kafka. El encuentro entre Josef K. y Josef Svejk sobre el Puente de Carlos tiene lugar en otra realidad, más allá de la constelación literaria proyectada –su primer acto podría tener lugar en una taberna llena de humo, donde Kafka escucha divertido los grotescos discursos políticos de Hasek- allí donde por común acuerdo entre los poetas se admite que los protagonistas adopten el papel de extras y los verdugos acompañantes se conviertan en primeras figuras; de este modo, Svejk y Josef K. se verían libres del programa que en un principio les habría sido destinado.
Libuse Moníková, Pavana para una infanta difunta

(a Hrabal) Le inspira Hasek, pero también Kafka, sus dos jeroglíficos que intenta resolver en distintos lugares de Praga: a Hasek en las cervecerías, a Kafka en las catedrales, en las canteras, en los castillos, en el laberinto de las callejuelas de la antigua ciudad. Al igual que en Hasek o Kafka, la ironía y “el humor de la horca”, es el estado de ánimo central de sus libros.
Monika Zgustová, Los frutos amargos del jardín de las delicias

Pero si Simplicissimus en su inocencia se horroriza del espectáculo de la guerra, Schwejk, con su acreditada estupidez, lo que hace es poner de manifiesto, al acomodarse a ella, la estulticia del engranaje militar y el ridículo y absurdo entramado sobre el que se levantan las soflamas patrióticas.
José Manuel Fajardo, La epopeya del soldado Schwejk

Este simplón –primo no demasiado lejano del Simplicius Simplicissimus de H. J. CH. von Grimmelshausen-, chusco y chocarrero, cantante y sonante, y corriente y moliente, que mira el mundo desde un insultante optimismo irreductible –y el svejkaviorismo será su punto de vista característico-, hijo putativo de Hasek -fruto del amor de la cerveza en jarras y la salchicha con mostaza-, con su pacífica careta de pan –nada pacifista- frente a al antifaz de la máscara antigás –desprendiendo un gas hilarante antifascista que sería el antídoto de las cámaras de gas-, compadre virtual del poco virtuoso Jaroslav Hasek, acto –teatral- reflejo de su irreflexivo autor en el espejo del recoge-perros de Paulov, paredro o sosias, clon/plementario desdoblado como un secreto-secreción- a voces de sí mismo, misógino al que Hasek extrajera la piedra de la locura del deseo sexual -ensueño de un santo varón casto, ¿castrón?, autosuficiente-, es auténtico precursor de la ferdidurkyana apología de la inmadurez de un Gombrowicz, pueril tonto del barrio, más dialectal que dialéctico -pese a las tentativas de la crítica marxista de rescatarlo de su internamiento en la “literatura de la enajenación”-, en un tiempo en que Musil levanta desde Viena la ópera omnia de su “Acción Paralela” como réplica al “Poder Ampliado”habsbúrgico, y el judío heterodoxo Kafka emprende su ópera magna en la misma Praga que serviría de escenario a la ópera prima del primer Svejk, y que constituirá el punto de arranque –si descontamos la novela corta El buen soldado Svejk es hecho prisionero, Kiev,1917- de la ópera bufa de un Don Quijote de la Panza –que trueca el manicomio por la acción, a diferencia del hidalgo apócrifo de Avellaneda-, un verdadero antihéroe contemporáneo, irrisión o hazmerreír del poco católico –protestón, más que protestante- y gran morapio Hasek, que pone en pie, con su final inconcluso, un antisolemne “hombre sin atributos”.

EPÍLOGO: LA RESTAURACIÓN DE TERCIOPELO. ROMPAN FILAS o ADIÓS A LAS ARMAS

Con el buen soldado Svejk, Hasek creó un prototipo moderno del Vasek checo que se sonríe de buena fe y todo lo echa por encima del hombro, y por cuya conmovedora incapacidad se va a pique todo el aparato del poder estatal, los oficiales, el soplón de la policía, el juez, su crueldad insaciable. (...) No es un proletario consciente de su clase, no es un combatiente luchador revolucionario. Es, sin embargo, (...) una acusación feraz y horripilante, aún cuando siempre muda.
Johannes R. Becher

El ejército (como yo lo he vivido) confunde la disciplina con la obediencia. (...) Una orden es una orden, el cuadro de oficiales no tiene por qué darnos explicaciones. (...) El ejército, apoyándose en la posibilidad de imponer castigos, sólo alcanza la obediencia. La disciplina tiene su origen en una voluntad libre. (...) toda persona adulta sabe que la disciplina (lo que merece ese nombre) exige más esfuerzo que la obediencia, la cual no surge de un interés personal y consiste solamente en comportarse con astucia para evitar ser castigado.
Max Frisch, La cartilla militar

Diluido, empapado, el imperialismo soviético en el terciopelo de la Restauración del aparente pluralismo de partidos políticos en el neonato Estado de la República Checa, la táctica –y estrategia- del arbitrista Hasek, que en su libre albedrío proponía acatar al pie de la letra la Ley, o de su lugarteniente Svejk, ordenanza obediente a las ordenanzas que en su cumplimento obediente de las órdenes provocará el mayor desorden entre sus filas –“un soldado que con su estupidez (tal vez fingida) provoca el caos en el ejército austro-húngaro”, en palabras de A. Hermida de Blas en su Historia de la Literatura Eslava-, se revela/rebela como forma de cuestionarse el Poder desde sus propias contradicciones y la sumisión –cumplimiento de órdenes de cabo a rabo del cabo Svejk, m/atando cabos- como una auténtica amenaza para el Estado –si es que éste no era un “mal necesario”-.

La disciplina –como la propone el escritor helvético Max Frisch y pone en práctica el soldado Svejk- desenmascara el absurdo del aparato estatal, si es tal, mediante el exceso de celo, poniendo en evidencia la paradoja de sus contradicciones internas, asentado en la “profesionalidad” de un cuerpo funcionarial inútil, incumplidor o incompetente, cuya incapacidad se enmascara so capa de resistencia y sabotaje de tanto funcionario acratón

-y el Estado, bien o mal, funciona por sí mismo, o gracias al entramado multinacional-, y por oposición al voluntarismo anti-estatal que, mutatis mutandis, proclama la tarea de deconstruir este estado de cosas para construir desde su interior un nuevo contrapoder, otro ogro filantrópico en las entretelas de estados hogaño liberales, y antaño metrópolis imperiales, y a la “Insumisión”, comparsa que estimula el “amejoramiento” del Estado.

Y así, sin ir más lejos, el papel jugado por el movimiento de insumisos en toda España –desde los “territorios históricos” del País Vasco y Navarra a la confederación hel/bética- respecto de la profesionalización del benemérito y humanitario Ejército Español –lobos vestidos con pieles de cordero-, y su imperiosa necesidad -¿o necedad?, ¿o necesidad?- de reconvertir su alternativa antiestatalista ahora en otro parche o remiendo del sistema político, mientras vuelve la ropa de faena como moda juvenil paramilitar -¿nostalgias imperiales?, ¿o por ardor guerrero natural canalizado hasta entonces por el servicio a las armas?-, que en lugar de provocar la entropía o de precipitar el Caos, consagra el Orden.

KONEC

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

FAJARDO, José Manuel: La epopeya del soldado Schwejk, Libros, nº 39, Madrid, 1985, págs. 10-13.
FRISCH, Max: La cartilla militar, Alianza Ed., Madrid, 1984.
HASEK, Jaroslav: El comisario rojo (incluyendo nuevas aventuras del valeroso soldado Schwejk y otros relatos), Ed. Destino, Barcelona, 1983.
HASEK, Jaroslav: Mi querida amiga Julita, Panorama de la Literatura Checa, nº 5, Praga, Ed. Panorama, 1983, págs. 10-121.
HERMIDA DE BLAS, Alejandro: Literatura checa, en Historia de las Literaturas Eslavas (Fernando Presa González coord.), Ed. Cátedra, Madrid, 1997.
HERNÁNDEZ PÉREZ DE LANDAZABAL, Luis Arturo: Contraluces de Bohemia, Paréntesis, nº 2, Vitoria, 1992, págs. 16-28.
KISCH, Egon Erwin: De calles y noches de Praga, Ed. Minúscula, Barcelona, 2002.
PYTLÍK, Radko: Jaroslav Hasek, autor del buen soldado Shvejk, prólogo a Las aventuras del buen soldado Shveik durante la Guerra Mundial, Arte y Literatura Ed., La Habana, 1980.
RIPELLINO, Angelo Maria: Praga mágica, Julio Ollero Editor, Madrid, 1991.
ZGUSTOVÁ, Monika: Las aventuras del buen soldado Svejk, Ediciones Hiru S.L., Hondarribia, 2000.
ZGUSTOVÁ, Monika: Los frutos amargos del jardín de las delicias (vida y obra de Bohumil Hrabal), Ed. Destino, Barcelona, 1997.


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