Febrero 2001

Desde dentro

mari carmen imedio
No es lo que parece

Le preguntaban a Saramago hace unas semanas: “El hombre, según usted, vuelve a las cavernas. ¿No generaliza?”. Y él contestaba: “Bueno, según yo entiendo, el mundo se está convirtiendo en una caverna igual que la de Platón: todos mirando imágenes y creyendo que son realidad.” (1)

Ese mismo día publicaban un artículo del que transcribo el siguiente fragmento: “Consciente de que un pasillo del metro no provoca paz y serenidad, la RATP (red municipal de transportes de París) ha procurado hacerlo más relajante emitiendo cantos de pájaro y sonidos del mar.” (2)

El metro de París no es un oasis en medio del desierto. Tampoco las autoridades están haciendo un ejercicio de buena voluntad hacia los ciudadanos. Se trata más bien de un acto de salvamento vital de la población. De hecho, si alguien se despierta (3) en medio del trayecto y empieza a ser consciente del ruido de las máquinas, la cantidad de personas que abarrotan los vagones y las escaleras mecánicas averiadas de nuevo, su propio bienestar le pedirá volver al sueño, aunque para dormir necesite una banda sonora.

No es que en el metro canten los pajaritos o se oiga el mar. Todo, incluso fingir lo que no existe, con tal de que usted piense que la escasa ventilación de los túneles y vagones, por ejemplo, no tiene nada que ver con el estrés o el insomnio que no le dejan descansar estas últimas semanas. Por eso, al llegar a la boca de metro está entrando en un paraíso que alegra su oído con dulces melodías. ¿Que no lo parece? Usted no mire, cierre los ojos, cierre también la mente, y abra los oídos. No, no es un truco. El sonido es tan auténtico que ahora va a querer estar ahí dentro no un par de horas, sino cuatro o cinco. Verá cómo apenas nota la diferencia entre lo que siente allí, bajo tierra, y lo que sentiría si estuviera en una playa de verdad. Hemos recreado un lugar idílico sin que para llegar a él tenga que recorrer kilómetros y kilómetros; además, le ahorramos el dinero del viaje. Pura magia.

Rechazamos involucrarnos en la parte de la realidad que es ajena a la del territorio en que hemos nacido. De ahí a no distinguir lo real de lo que “sólo” es imagen hay un centímetro. El primer paso es conocer a distancia las guerras que se libran en otros continentes o la violencia que practican y sufren otros en ciudades que no son la nuestra. El segundo, creer que nunca llegaremos a padecer realidades humanas tan lejanas. De éstas nos quedamos con las playas y los cantos de los pájaros, con lo que puede incrementar la llamada calidad de vida de la que nos ha tocado en suerte; aunque el resultado sea un artificio a todas luces irreal. Las demás se las dejamos a ellos.

Hagan sus apuestas, señores. ¿Alguien da más?


(1) Fragmento del encuentro digital con internautas mantenido por José Saramago el 11 de enero pasado. El Mundo, viernes 12 de enero de 2001, pg. 55.
(2) Masajes gratis en el metro parisino. Cristina Frade. El Mundo, viernes 12 de enero de 2001, pgs. 64 y 31.
(3) Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, despertar: 1-cortar, interrumpir el sueño al que está durmiendo; 2-hacer que alguien vuelva sobre sí o recapacite.

home | e-mail | literatura | arte | música | arquitectura | opinión | creación | enlaces | libro por capítulos | suscríbete | consejo de redacción | números anteriores
© LUKE: www.espacioluke.com