Febrero 2001

El Caballo de Troya

amado gómez ugarte
El hombre oveja

Se habla mucho de los hombres lobo y muy poco de los hombres oveja. Y, sin embargo, lo que más abunda son los hombres oveja, que resultan mucho más dañinos, porque son reales, terriblemente ciertos y mortíferos para la especie humana, para la inteligencia de la especie humana, quiero decir. Y que conste que no tengo nada contra las ovejas, sufridas hembras del carnero y madres de corderos y borregos. La utilización que hago de su nombre es nada más que un simbolismo, un tropo. Pero sirve muy bien para alegorizar ciertas actitudes humanas de gregarismo colectivo, que ya fueron definidas por filósofos como Max Horkheimer y Theodor Adorno, cuando hablaban de los conformistas, que prefieren vivir obedeciendo órdenes antes que afrontar las dificultades cotidianas.

Al hombre oveja le gusta asociarse, saberse parte de una masa social. Para realizarse como persona, necesita sentirse pueblo, nación, integrante de una totalidad: cifra de una estadística, palabra de un discurso, gota de lluvia en un chaparrón. Es candidato inagotable a todo tipo de asociaciones: plataformas, agrupaciones, sindicatos, federaciones, cofradías, pandillas, mesnadas, peñas, comités, asambleas, tropas, sectas, etc. Es el ser menos independiente del mundo, aunque pertenezca a algún grupo independentista. Se le maneja en rebaño. No tiene opinión propia ni propiamente opinión. Se mueve por consignas y dictados. Firma donde haya otras firmas, grita cuando gritan los demás y calla cuando impera el silencio. Le encanta asistir a manifestaciones patrióticas, mítines políticos y campos de fútbol, allá donde muchas gargantas corean reiterativas las mismas frases hechas. No lee. Viste y calza según la norma indumentaria de su estado social y de su congregación ideológica. Y piensa, porque se lo han sugerido, que los que no son como él, de su misma raza, partido político y equipo de fútbol, son enemigos propios y del sistema. Incluso enemigos a batir.

Si dejamos que los hombres oveja dominen nuestras ciudades, la humanidad acabará convertida en una masa uniforme, un horrible monstruo totalitario que atropelle toda divergencia que le salga al paso. Da escalofríos sólo pensarlo. ¿Seremos devorados por los hombres oveja?

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