Abril 2001

javier mozas

Diario sobre la memoria

Recuerdo 4, lunes 10 de julio de 2000

“(...), hay otro significado más rico para la nostalgia, reflejado en la literatura desde Proust hasta el presente, que define el fragmento abstracto como llave. El poder emotivo de la nostalgia reside, en este sentido, no en el deseo de reinstaurar físicamente algo perdido, sino en que las imágenes idealizadas (y fragmentarias) del pasado aparecen, a veces de manera inesperada, en el contexto de un presente muy diferente.”(2)

Cena con K. en un restaurante del barrio Kreuzberg en Berlín.
Esa tarde K. había estado enseñándonos Berlín-Mitte. El sábado anterior la ciudad había sido tomada por la Love Parade y Tiergarten todavía estaba siendo desocupado de las enormes cantidades de basura amontonada.
La conversación en la cena derivó por el recorrido que habíamos hecho hasta llegar a Berlín, nuestra parada en Weimar y la visita al campo de concentración de Buchenwald. Le hicimos ver nuestro asombro sobre la escasa materialidad que tenía el campo. Al visitarlo, nos había recordado más a una instalación conceptual de Richard Long, que a un escenario del terror. Pensamos entonces, en el poder que tiene la eliminación de la presencia y en el afán evocador, que es lo único que le queda a la ausencia. Se nos planteaba la duda de si en Auschwitz, campo situado en territorio polaco, la desaparición de las trazas habría tenido igual magnitud. (Vuelta a casa y consultando el estado actual de Auschwitz/Birkenau he visto que no, que lo que hubo sigue estando y que las reconstrucciones son menos abstractas y tratan de representar la memoria de una manera más directa).
K. desde la mentalidad alemana no entendía esa necesidad nuestra del recuerdo basado en la presencia. Para él, el mero hecho de estar presente como sujeto en ese paisaje, en esos espacios contiguos, en ese mismo espacio físico, constituía ya, por sí solo, un acto de contrición, que dejaba libertad a la entrada en funcionamiento de un proceso racional sobre el recuerdo.
Más tarde, reflexionando sobre todo esto llego hasta una publicación sobre la obra de Armando3, artista holandés preocupado por el tema de la quiebra de la memoria y del paso del tiempo. Armando pasó su juventud cerca del campo de prisioneros de Amersfoor, en Holanda, un lugar de tránsito hacia otros campos situados más al este. Toda su obra parece estar marcada por los recuerdos de la Segunda Guerra Mundial. A esta Guerra le otorga el carácter y la cualidad de “lo innombrable” y sólo se refiere a ella hablando o representando no el horror, ni la tragedia que conllevó, sino citando a los testigos mudos, a los actores que vieron y callaron. Sus representaciones se refieren a los territorios que están contiguos a las escenas de desolación, a los bordes de los bosques, a los árboles impávidos. Los árboles fueron testigos, no cualquier árbol, los que están en el borde del bosque. La similitud entre el árbol y el perpetrador se basa en el hecho de que ambos son imperturbables. Es una manera de acusar a los que presenciaron el horror de ser tan impasibles como los árboles. Sus obras contienen una serie de claves sobre “lo que no se puede hablar”, sobre “lo que no se puede representar” y declara al paisaje culpable por todo lo que ha presenciado.
Armando en 1993 realizó un corto de once minutos titulado “La campaña”, Der Feldzug. El resultado es una película con evidentes signos de ser antigua, con arañazos y cortes. Las imágenes son de máquinas de guerra y momentos de destrucción. Lo que llama la atención del sonido de la película es, que muchas veces se corresponde con las imágenes, pero no siempre. De vez en cuando, se oye un ruido de trenes. No se tiene la constancia visual del tren, no aparece su imagen, pero su sonido se hace inquietante. El sonido de trenes rememora con fuerza el Holocausto. El sonido del objeto ausente nos evoca el recuerdo, tal vez con más fuerza que su propia presencia. Puede que a esto se refiriera K., a la intelectualización del recuerdo.

Notas
2 Maccreanor Lavington. Visión arquitectónica. a+t 8. 1996, p.52

Javier Mozas
Arquitecto
Director de la revista de arquitectura "a+t"
www.aplust.net

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