Abril 2001

Del interés del arte por el dolor

kepa murua

Dos nociones contrapuestas aparecen en el mundo del arte, la repetición de los objetos como una corriente ligada a la percepción del tiempo y su transcurrir inmediato ante los ojos del artista y el dolor como una constante que refleja la situación emotiva del hombre frente al abismo de la vida. El dolor es un motor creativo tanto desde el impulso emotivo como racional e instintivo, pero en el arte su plasmación no es un reflejo inmediato del mismo sino la posterior elucubración del artista cuando con su mirada pretende retratar el sufrimiento que acontece al individuo. La repetición de numerosos momentos de la historia cotidiana plasmada como una secuencia reiterativa que perturba al espectador es una consecuencia a la hora de involucrar la atención en la apariencia de las cosas y motivos que el artista dispone en circulo sobre sus ojos. Así como se puede fotografiar el terror, dibujar la tortura, grabar la muerte, recordar el asesinato y reproducir los sonidos del sufrimiento por la pérdida de un algo importante, el arte supera en un instante la realidad cotidiana con la plasmación de sus efectos devastadores en el paisaje del hombre y de la ciudad. La reiteración secuencial de unos hechos delictivos o dolorosos tienen su colofón en las emociones posteriores que refleja la imagen de lo retratado. La ternura, el lloro, la soledad, la nostalgia, la melancolía como la tristeza o el desgarro son repeticiones inherentes del arte como una proyección y respuesta del dolor frente al dolor mismo. Pero el arte frente al dolor real tiene una doble capacidad que lo enmascara todo, la de la sorpresa del espectador y la de la apariencia que toman los objetos tangibles. Las emociones quedan al descubierto, pero del sufrimiento no te salva ni el arte.

Ilustración: A. Lz. de Luzuriaga

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