Abril 2001

La poesía si es que existe

kepa murua

Como siempre cuando es tarde, ahora se habla de lo social. El hombre ha necesitado dar mil vueltas sobre sí mismo para descubrir después del eterno aburrimiento que depara la conclusión de las cosas más necias o los hechos repetidos, que la sociedad está presente y que pese a la historia, no se ha movido tanto de sitio como parece. Digamos que el lugar es otro, pero que los problemas siguen siendo los mismos. Pero ahora parece que hay lectores que se preguntan por el tipo de poesía que se escribe y a los críticos más lúcidos les viene a la cabeza, sin más, la llamada poesía social, aquella que reivindicaba palabras como libertad, democracia, vida y futuro. Será que aquel futuro se ha convertido en presente a punto de ser como siempre algo que corresponde a un reciente pasado. Tarde, somos conscientes muy tarde de la fuerza premonitoria que tiene la palabra que desenmascara con sus trampas y hechos a la misma historia. Pero no, la poesía desde dentro mira al hombre con total libertad, con sus carencias y atributos. Porque hablamos del individuo no es poesía social lo que pretendemos, porque hablamos de la dignidad del hombre en el caos de las ciudades no es la anarquía lo que retratamos, porque reivindicamos la palabra no es acción política lo que reivindicamos. Buscando al hombre con sus conflictos, buscando el entorno con sus dificultades, damos con la palabra a la espera de un entendimiento nuevo. Palabras que tampoco nunca han cambiado tanto se descubren como nuevas porque se presentan desnudas en el instante en que se muestra el poeta que intenta comprimir la realidad con todas sus contradiciones y consecuencias. Es la imagen de la poesía con el mundo de los sentidos y siendo sinceros a menudo no lo conseguimos. El mundo real u el imaginario se confunden como se reconoce el deseo por conocer el devenir de la historia y la imposibilidad de abarcarlo todo. El poeta busca su propio conocimiento con sus errores al descubierto, con sus miserias y dudas, su memoria y su recuerdo. La experiencia que le otorga saberse perdido entre tantas palabras y una sola vida que mirándose muy adentro encuentra la vida en tantos como le precedieron es un atributo de su lucidez. La única validez social de esta poesía que tiene más preguntas que respuestas y que se atreve con el retrato del individuo y la respiración de los que apenas tienen voz y palabra, es el coraje de buscar a los otros en uno, aun sabiéndose perdidos como inevitable es la presencia de la poesía en un mundo eternamente herido.

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