Abril 2001

Leer a oscuras

josé lezama
Enrique Villagrasa y Máximo Fernández, dos voces y dos maneras de entender la poesía

La reciente publicación de los últimos libros de dos excelentes poetas como son Enrique Villagrasa y Máximo Fernández, permite acercarse a dos voces y dos maneras de entender la poesía sin concesiones. Ambos han publicado anteriormente libros que sin apenas difusión han encontrado lectores interesados, pero esta trayectoria alcanza su sentido con la publicación reciente de Sílaba del anochecer y La eficiencia del cielo.

Enrique Villagrasa publica en la colección Veruela de Poesía, como un homenaje a sus poetas preferidos, un libro que con el título de Sílaba del anochecer se adentra en el mundo de los silencios y las resonancias que adquiere la palabra cuando la memoria despierta en la voz del poeta. Con versos sencillos que captan la atención del lector, Villagrasa habla de su tierra, de Teruel, pero lentamente gira su discurso hacia el individuo y el mundo de l la poesía utilizando poemas breves donde el ritmo del poema se confunde con el contenido del mismo. Esta dualidad convierte su poética en un peculiar registro lírico que le permite retratar su vida junto a las sensaciones derivadas del hecho poético como tal. Por un lado se aprecia el paisaje del hombre con su memoria encendida frente a la realidad del deseo, y por otro el horizonte del poeta que reconoce con las palabras los hechos de su vida como un juego distante en el que la poesía desvela sus secretos. Lo que comienza con una poesía de corte discursivo termina así en una poesía lúcida y abierta al interior del hombre y del poeta, último abismo donde las palabras se ajustan a su verdadero significado. Quizás sea un reflejo válido de esta demostración, lo que afirma en unos de sus poemas: "El poeta ya no es un misterio cotidiano.../ La poesía se hizo anécdota" , para entender la queja de un autor que pese a todo cree en el devenir de la poesía frente a la realidad confusa del poeta.

La eficiencia del cielo en Trujal Ediciones es un ajuste de cuentas de un poeta que como Máximo Hernández descubre un detallado acabado formal en una escritura que a su vez presupone un mundo simbólico rico y personal. Este mundo evidente en casi todos sus libros despliega en éste un registro cargado de artimañas literarias y hallazgos poéticos sorprendentes. La madurez de un poeta que ha visto la vida desde diferentes ángulos y registro se aprecia en el dominio y la maestría de una lengua clara y directa hasta en sus más cuidados ornamentos. En La eficiencia del cielo llama la atención lo que nos cuenta el poeta con aquello que completa el lector. Es su mundo el mundo del lector, pero el poeta nos dirige llevando de la mano al lector por el circo, la escuela, las vacaciones, las lecturas primeras como el Tbo, con los personaje y héroes del comic moderno y popular. Estamos ante una metáfora de la ficción y de la realidad, un bello pretexto para adentrarse en las lecciones de la vida cuando nos enfrentamos a un espejo o caminamos entre el caos de una ciudad, sin olvidar otras consideraciones derivadas de la historia como la pobreza y la guerra. La eficiencia del cielo es un poemario abierto que modela el cuerpo del lector con el barro y las manos del poeta, un libro que susurros e historias poéticas narradas con complicidad convierte al autor en un maestro de nuestras letras.

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