Abril 2001

Leer a oscuras

borja de miguel
Una mujer

“Hay una mujer. Me ama.” Así es primer capítulo de la última novela de Péter Esterházy, “Una mujer”. A pesar de sus casi doscientas páginas, con la primera palabra la historia ya ha terminado –ya se ha dicho todo- y la lectura no consiste tanto en partir de un punto para llegar a un destino como en partir de un punto y penetrarlo, desgajarlo, tomar cada uno de sus fragmentos y volver a profundizar en él, y descubrir que cada pequeño elemento se contradice con los demás y aún así ninguno deja de tener sentido. En este proceso, Esterházy -a través de 97 capítulos cortos, fragmentados y desligados de una línea narrativa reconocible-, profundiza en lo que, hoy en día, esas dos cortas frases iniciales de su novela pueden significar.

Dentro de una total subjetividad de la que en ningún momento se desprende, el narrador mezcla indistintamente sentimientos de amor y odio, describe meticulosamente las repugnancias de una mujer para después afirmar que la ama desesperadamente, admite que los aspectos de ella que le seducen son a la vez los que le repelen... Y es que, en un mundo lleno de contradicciones y cambios continuos, el amor no puede ser ya de otra manera. Quizás lo importante sea -como el autor parece sugerir- no aburrirse nunca de la persona que tenemos al lado, sentir amor, odio, repugnancia o el más irrefrenable deseo, pero sentir. Y saber que el amor es así y su enemigo no es la contradicción sino la indiferencia. Y para transmitir esto, Esterházy usa un estilo contundente y visual, con escenas y detalles crudos que hacen poner muecas al leer, un estilo de lenguaje claro pero de ideas poco clarificadoras, más bien desconcertantes. Y volvemos a lo mismo: la contradicción. No hay quizás nada nuevo en esta novela sino la forma de contar, acertado reflejo del mundo en el que vivimos.

Aunque claramente el libro se centra en la relación humana, se intuye que, por momentos, es posible realizar una lectura política de los hechos, del hombre, de la mujer…, y los sentimientos de amor-odio pueden asemejarse a los que despierta a veces la propia patria. La ambigüedad con la que se nos cuenta la historia, -con saltos de tiempo indefinidos, personajes que no se sabe bien quiénes son, diálogos y escenas en ocasiones poco claras…-, facilitan la posibilidad de esta segunda lectura que en ningún momento llega a quedar clara. Quizás sean estas “pistas” políticas consecuencia inevitable de ser escritor húngaro descendiente de los príncipes Esterházy.

Péter Esterházy nació en Budapest en 1950. Estudió matemáticas aunque el campo en el que destacó fue el de la literatura. Hoy es uno de los escritores húngaros más reconocidos tanto por sus novelas como por sus ensayos y cuentos. Su obra se caracteriza por la experimentación formal (influencia de Cortázar) y entre sus más de quince novelas publicadas se encuentran “Pequeña pornografía húngara”, “Carreteros” o “El libro de Hrabal”.

Pero volviendo al tema central del libro, al final el narrador revela: “Hay una mujer. Me ama. Me ama cada vez menos, y me desea cada vez más”. Quizás Esterházy quiere decirnos que ya no hay verdades perdurables, que sólo hay pequeñas realidades que pasan y a veces vuelven; quizás pretende así escapar de las contradicciones –y sus sufrimientos- del mundo teórico y aferrarse a la terrenalidad, a lo palpable y comprensible, al cuerpo de la mujer amada, -lo único que realmente se puede abarcar de ella.

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