Espacio Luke

Luke nº 136 - Febrero 2012. ISSN: 1578-8644

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En las distancias cortas. Mascotario (VII). El Paramaribolin

Kerman Arzalluz

Ama los comics. Se trata, al igual que el ululan bator –como rápidamente habrán deducido– de una especie capitalina, en este caso endémica de la principal ciudad de ese pequeño Estado americano antiguamente conocido como Guayana Holandesa. Su nombre suena a tonada musical, a ritmo, a estribillo resultón; también suena a música de xilófono o de marimba. En definitiva, suena.

Pese a su nombre de peluche candoroso e inofensivo tiene unas medidas corporales más que generosas, pues duplica en tamaño al oso Grizzlie americano y sus garras tienen formato folio Din A 3. Sí sintoniza su nombre con su sensibilidad, pues utiliza exclusivamente esas descomunales garras para mesarse la larga melena. Ama los comics. El paramaribolín inicia cada año su periplo migratorio hacia el sur, buscando las cálidas tierras de Brasil, en concreto, su puesto en la escuela de samba Mangueira de Río de Janeiro, con la que desfila en el sambódromo todos los años. El paramaribolín alucina con que en el Carnaval de Río nadie se asuste –ni se inmute siquiera– con esa presencia suya de enorme bicharraco mezcla de plantígrado pelón y orangután sobrealimentado con clembuterol. De hecho, es estupendamente acogido año tras año por los cariocas. Él piensa que pasa desapercibido porque es Carnaval, pero el hecho de que siempre le pregunten “¿No te disfrazas?” le descoloca soberanamente, así como por el recurrente “¿Tienes un condón?” que tampoco entiende.

Como buen surinamés neerlandés deglute cantidades ingentes de tulipanes y decora coquetamente cualquier rincón de su guarida con pegotones de mantequilla. También es un apasionado del café brasileño-holandés, que se bebe, primero, y exhala, después. Chapurrea en el agua, chapotea malamente el portugués y sufre periódicos accesos de caspa. Ama los comics.

Tras el jolgorio sambero-carnavalesco reemprende el viaje migratorio de vuelta. Le cuesta dios y ayuda reintegrarse a sus quehaceres diarios y sufre estoicamente el síndrome posmigracional, lo que unido a su perfil bajo de carácter le convierten en un gran consumidor de lexatín. Entonces puede pasar horas y horas sin salir de su madriguera, en batín, tocando el violín y escuchando temas de Springsteen o los punteos de Malmsteen. Cuando la depre arrecia le da al praline y, si amaina, se ajusta el bombín obviando el retintín y se acerca a la urbe en monopatín para darse un festín y, si surge, comerse un colín.

Su personaje favorito es Milú.

Paramaribolin