Espacio Luke

Luke nº 138 - Abril 2012. ISSN: 1578-8644

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Cuadernos Oxford

Pedro Tellería

Leo y releo estos días Mañana, el último poemario de Carmen Borja, que Icaria publicó en junio pasado (selección en www.espacioluke.com/2012/Febrero2012/borja.html). Son sesenta y un poemas sin título, salvo primero y último (así llamados, precisamente). Sus versos me dejan una paz extraña y vacilante, inquisitiva, y una luz menos intensa que otras veces, pero quizá más verdadera.

Esa luz está también en Mañana de Pascua, el cuadro de Friedrich (1774-1840) que alude a la tensa espera de la confirmación. Borja lo cita en el primer poema. Pero ¿a qué espera se refieren los versos de Mañana? Tal vez a eso, al advenimiento de un/una mañana (“Cada época, siempre al borde del advenimiento”, poema 15, cito por la página) que traiga la salvación para todos, incluidos poeta y lector. Por eso, lejos de centrar su poemario en la manifestación producida, en la “epifanía” del poema 11, Borja nos convoca al previo instante (o eternidad previa). Así, casi todos los poemas de Mañana están escritos, paradójicamente, en presente, ese tiempo verbal del momento pero también de lo eterno, con el que el hombre expresa el tiempo de la escritura y de la vida, aunque también, y éste es el caso, el tiempo espiritual que matiza el histórico.

Con este planteamiento, la voz poética se debate entre emociones opuestas. Por resumir: el desencanto ante el presente y la confianza pese a todo. El presente desencanta porque no se ve plasmada en vida esa epifanía del amor y de la comprensión entre los seres humanos; así, la amenaza de nuevos males que calcarán otros pasados se cierne en el segundo poema y aboca al miedo, al cansancio y a la desolación. Sin embargo, Borja enseguida invoca el sentido, la belleza y el canto (motivos recurrentes en Mañana) para expresar que su pesimismo, a pesar de la sombra de la muerte (también frecuente en el libro), no es antropológico, sino meramente experiencial. Como si el mal existiera y se constatara su daño, pero confiáramos en que el bien y el sentido, lo gratuito, la creencia, no serán derrotados.

En el grado cero del exhibicionismo, celosa de sus secretos, meditativa, espiritual, Carmen Borja propone al lector un libro que libre de modas –hondo y maduro, pausado y complejo– contiene un mensaje que alumbra la existencia, esa suma de horas previas que se debaten entre huir o quedarse. En esa lenta espera que, a veces calma y a veces turbulenta, es la vida para todos.

Mañana. Carmen Borja