Luke nº 121 - Octubre 2010 (ISSN: 1578-8644)

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Duelo
... en lugar de respetar al muerto, los gritos son cada vez más estridentes con el café como monotema, y las tazas que unos minutos antes estaban llenas se van vaciando en los estómagos de sus respectivos dueños ...

José Manuel Botana

Ninguna gana tenía yo de faltar el respeto a nadie, simplemente dije que no quería café. No por despreciarlo en un día como hoy, que ha muerto el patriarca, es que no me gusta el café que hacen en esta casa, lo he tomado muchas veces, obligado por mantener la buena educación, y nunca me ha gustado; es malo, muy malo el café que hace esta señora, me da igual si es café Blue Mountain o uno torrefacto, la última vez decidí no tomarlo más y no lo tomo. Mi decisión incomoda, lo noto sobre todo en los ojos de las hijas.

–No quieres el café de puchero de mi madre –y añaden una mueca de insulto– en un día como hoy, desgraciado.

Me hacen sentir mal con sus continuas idas y venidas, me recluyo en un rincón y comienzo a fijarme en otros asistentes al velatorio que tampoco se terminan el contenido de sus tazas, sino que las abandonan sobre los muebles mientras la matriarca del clan, con los ojos llenos de lágrimas, me señala a mí.

–Ese ha sido el primero que no ha querido probar mi café. Y no contento con eso me pregunta si le puedo preparar una infusión.

Se la escucha en toda la casa, lo cuenta una y otra vez. En lugar de respetar al muerto, los gritos son cada vez más estridentes con el café como monotema, y las tazas que unos minutos antes estaban llenas se van vaciando en los estómagos de sus respectivos dueños, que las esgrimen como un trofeo en sus manos. Por un momento parece que el trasiego se aplaca cuando la hija mayor se planta delante de mí y no tengo más remedio que cruzar la mirada con ella.

–¿No crees que te has pasado? ¿Por qué no vas donde mi madre y le pides una taza de café y un bocadillo?

Iba a contestarle, pero no era una pregunta lo que estaba formulando, era una orden, y las órdenes no se contestan, se desobedecen, vamos, que ni por todo el oro del mundo iba a tomar el café de esta señora. Ella espera un rato a que me acerque a por mi café, cosa que no sucede.

–¡No ha venido a por el café! –grita su madre desde la habitación contigua.

Y para que no me cause ninguna molestia el hecho de ir a por la taza, me la trae ella misma acompañada de todas sus hermanas, me la ofrece y yo la cojo con tranquilidad, estudiando disimuladamente si existe alguna posibilidad de escapatoria, estoy acorralado y creo que no tengo más remedio que beberme hasta la última gota. Conforme se desliza por mi garganta pienso “no está tan malo”, pero yo me siento envenenado, no sé si por el café o por las esquirlas de mis principios.

sentidos

Obra: Sentidos
Artista: Malena de Botana
Técnica: Técnica: óleo sobre fotografia
www.lineas.org
www.malenadebotana.com