ISSN 1578-8644 | nº 39 - Mayo 2003 | Contacto | Ultimo Luke
La quinta columna
"Augusto Monterroso"
luis arturo hernández

Nota de la redacción:
La muy reciente desaparición del pequeño gran escritor centroamericano Augusto Monterroso reclama un breve homenaje por nuestra parte. Cerrado por defunción.
Autor minoritario –pese a su difusión editorial-; culto –y de culto- pese a cultivar géneros menores; de obra minúscula, de extensión mínima –mas de estilo minimal-, Augusto Monterroso acaba de reparar en la petra pequeña del contrato de la vida.

LA LETRA PEQUEÑA

(Reseña de La letra e, de Augusto Monterroso)

“Símbolo de los ruidos inextinguibles y de todo lo que carece de armonía. Como signo gramatical, indica los sonidos materiales, la imagen del vacío y de la nada y hoy como ayer, sigue aplicándose a todo lo que es contrahecho y perverso”, afirma Ramón, el interlocutor de Javier Tomeo en El alfabeto, A propósito de la e. Y no parece errar la entrada léxica del Nuevo Diccionario de Ciencias Ocultas a la vista de la no lejana reedición de los Fragmentos de un diario de Augusto Monterroso, un texto heterogéneo en el que las anécdotas de la biografía íntima transcienden en aguda reflexión y los apuntes ensayísticos quintaesencian sus orígenes narrativos. “¿Qué ocurre cuando en un libro uno mezcla cuentos y ensayos”, se preguntaba el propio autor. “Puede suceder que a algunos críticos ese libro les parezca carente de unidad ya no sólo temática sino de género y que hasta señalen esto como un defecto”. Y es precisamente esa hibridación más allá de la muy clásica teoría de los géneros la que da unidad a esos fragmentos compuestos entre 1983 y 1985 y en los que se aúnan una lúcida curiosidad por la cultura y el deseo de cultivar la amistad de sus colegas literarios -las amistades literarias, en suma-, constituyendo los polos del campo magnético en que tienen cabida por igual el hallazgo petrificante de una lecturas y el breve cuaderno de bitácora de sus viajes por toda América, y donde se piensa en voz alta lo mismo sobre la actividad intelectual, la Feria de las Vanidades de las letras y los efectos de la crítica que sobre la intraducibilidad de la literatura o los testamento traicionados, en un dietario de encuentros con vivos y muertos en el que asoma la presencia inseparable de B., inicial mayúscula de la escritora Bárbara Jacobs. Y ello con un estilo que muchos lectores calificarían de irónico, si no fuera porque el propio autor nos previene ya contra ese tópico cuando dice:“Para ocultar esta inseguridad que a lo largo de mi vida ha sido tomada por modestia, caigo con frecuencia en la ironía, y lo que estaba a punto de ser una virtud se convierte en ese vicio mental, ese virus de la comunicación que los críticos alaban y han terminado por encontrar en cuanto digo o escribo”. Ejercicio de autoconocimiento, pues, del autor del más popular relato breve en lengua castellana y de otros nacidos para las antologías; del refinado ensayista capaz de escanciar una enciclopédica cultura en el vaso de sus misceláneos ensayos; el padrastro de Eduardo Torres, ese erudito de provincias con aureola de heterónimo; de un gran ser humano comprometido con la causa de las libertades y la justicia social en América y en quien vida y literatura se abrazan porque, como confiesa él mismo, “he vivido, odiado y amado, gozado y sufrido por mí mismo; y he sido y mi vida ha sido eso; pero a medida que pasa el tiempo me doy cuenta de que siempre lo he hecho como si todo - (...) - fuera el material de un cuento, de una frase o de una línea”. Hondura humana –de un autor, por cierto, oriundo de Honduras- y manifiesta autenticidad las que rebosan por los cuatro costados de La letra e, letra pequeña del contrato con la vida que, bajo las cláusulas de emoción y lucidez, es toda su obra. Y volviendo al inicio y a propósito del enigma de La letra e–la vocal central del centroamericano MONT$RROSO que pareciera mirar traviesa, en dirección contraria a lo que se piensa, en el espejo de la ironía, dándole la vuelta al mundo en el espejismo de la Literatura, al igual que la e de Cien años de sol'dad en la 1ª edición en Sudamericana-, valga la contestación de ese Ramón de Tomeo: -”Ni lo sé-precisa-, ni me interesa saberlo porque, como decía Aristarco, nadie guarda mejor un secreto que aquel que lo ignora”.Y así será, desde hoy para siempre.

CUENTOS COMPLETOS (Y OTROS CUENTOS)

(Reseña de Cuentos, fábulas y lo demás es silencio, de Augusto Monterroso)

En un brevísimo ensayo incluido en La palabra mágica A. Monterroso recomienda acercarse a las fábulas “Con precaución, como a cualquier cosa pequeña. Pero sin miedo. Finalmente se descubrirá que ninguna fábula es dañina, excepto cuando alcanza a verse en ella alguna enseñanza. Esto es malo”.

Las fábulas de Monterroso, reunidas en La oveja negra y demás fábulas, poseen un desinteresado carácter satírico, a medio camino entre el apólogo kafkiano y la parábola borgeana, que ridiculiza, no sin compasión, la estupidez humana.

Pero, más que fabulista, Monterroso es un gran fabulador y así lo demuestran sus cuentos -recogidos en Obras completas (y otros cuentos), Movimiento perpetuo y los cuatro pertenecientes a su libro misceláneo La palabra mágica-, híbridos de fábula y ensayo, elaboradísimos ejercicios de realismo - de difícil sencillez-, teñidos de un triste humorismo desesperanzado.

Además de estos géneros menores de la fabulación -barrios periféricos de la gran novela urbana, sectores marginales de esa literatura que es “el opio de la clase media”-, cultivados con precisión y minuciosidad inigualables, la presente edición incluye Lo demás es silencio (vida y obra de Eduardo Torres), lo más parecido a una novela publicado en vida por el autor -si descontamos El dinosaurio, “que ni siquiera es cuento, sino novela, de una línea”-, la biografía de un “simplicísimo” intelectual de provincias y alter ego de Monterroso -entre complementario machadiano y heterónimo del autor-, que hace alarde de su agudeza y arte de ingenio -lúdico y lúcido- tanto en el relato de sus pequeñas miserias como en sus “juegos eruditos” salpicados de equívocos in/voluntarios.

El autor guatemalteco, que dosificó su producción con cuentagotas desde 1959, con la morosidad del autor que aspira a ser un perpetuo aficionado, recuerda a esos volcanes centroamericanos que, estando en permanente actividad, sin embargo hacen erupción en “contadas” ocasiones.

Sin otro compromiso que el que el escritor adquiere con la obra literaria bien hecha, la presente recopilación de sus cuentos completos nos invita a ese “viaje al epicentro de la fabulación” que conmueve, como un movimiento sísmico perpetuo, la corteza cerebral del lector con los pies en tierra.

”He ahí un libro de fábulas. Corre a comprarlo. No; mejor te lo regalo: verás, yo nunca me había reído tanto” -recomienda, tan irónico como fabuloso, el autor.