ISSN 1578-8644 | nº 39 - Mayo 2003 | Contacto | Ultimo Luke
"Album de Arte, Vida y Color o Landazabal contra Cravan"
luis arturo hernández

"El cerezo rosa" (óleo/táblex - 37'5x33 cm.)
"Escalera de grises; escala en grises" (óleo/lino -130x97 cm.)
"La columna" (óloe/táblex - 88x47 cm.)
"La sublimación del pop según San Juan de la Cruz" (óleo/lino - 50x50 cm.)
"Retrato de cámara" (óleo/lino - 92x65 cm.)
"Rumiando en la sala Amárica" (óleo/lino - 41x35 cm.)
Johnson vs. Cravan
(Exposición de Hernández Landazabal en la Galería Kur, San Sebastián, 4-4/5-6-2003)

Se expone esta primavera en la Galería Kur de Donostia-San Sebastián una muestra de la obra de la última década del pintor alavés Javier Hernández Landazabal. Y desciende uno ahora al subterráneo –arriba, el paisaje urbano-, como al parking de una su/Kursaal.

INMERSIÓN o ESCALERA DE REALISMOS

La obra de Hdez. Landazabal busca atrapar la Naturaleza, en un alarde de naturalismo, con su elaborada técnica hiperrealista, para ofrecer al visitante, al espectador, al flâneur, una naturaleza artificiosa que merced a la perspectiva que da la reproducción fotográfica –cámaras de retratar, escalas de color o copias de fotografías, en ocasiones coloreadas- produce mayor efecto de realidad gracias al contraste entre dos grados de realismo –el modelo y fotografía igualmente pintada- haciendo pasar por real el realismo fotográfico.

LAS VACAS SAGRADAS DEL ARTE VASCO O LAS VACAS DEL PUEBLO VASCO YA SE HAN ESCAPAU, RIAU, RIAU

Las vacas vascas irrumpen como elefantes en una cristalería en las salas del arte vasco y posan de cara a la galería, estáticas, totémicas, al igual que otros motivos recurrentes como los crustáceos, en naturalezas, más que muertas, inmortalizadas –la inmortalidad del cangrejo-, ramas y flores de cerezo amputado, disecadas, piedra tallada en escaleras y objetos industriales –croissant, huevos de madera, agua-cates apócrifos-, ungidos por los profanos óleos de un taxidermista, envasados al vacío, encerrados en fotos, en salas, zaguanes, portales, que rehuyen el paisaje –urbano- o la marina –sin más agua que la ría encauzada de Bilbao o el “agua-cate” en un frasco-, bajo la luz del artificio, al igual que la amplia galería de personajes cerrando, con su anécdota narrativa a cuestas, el ciclo de los reinos de una Naturaleza desnaturalizada –huevos tallados de un pájaro carpintero-, desarraigada –hojas de cerezo mutilado, sujetas con tiritas, tiritando- y flotante –fetos de “agua-cate” que echan raíces en un frasco en su evolución secuenciada como esqueletos en una Grafía apócrifa, fucsia, de morosidad cinética-, que apuntan, a través de guiños burlones al arte kitch y popagandístico de Andy Warhol –la sublimación del color en la “escala de la noche oscura del alma” de la carátula de una Elizabeth Taylor a lo divino según San. Juan de la Cruz-, al mundo artístico de La columna –dórica- decorativa y su escala de juegos de artificio –desde el polícromo cubo de Rubick a la caja metafísica de Oteiza- en el estudio del pintor en la vitoriana calle del Cubo-.

LO PEOR QUE LE PUEDE PASAR A UN CRUASÁN o ¿K.O. u O.K.?

Pero es en Johnson versus Cravan, homenaje a una sobremesa de boxeo entre Arthur (Lloyd) Cravan y Jack Johnson en la Plaza de Toros de Barcelona el 23 de Abril –día de la derrota por k.o. del diestro Shakespeare y el manco Cervantes-, donde la procedencia literaria de la anécdota representa la selección natural de las especies en el combate del buey de mar y el croissant, una corrida de toros -6 interesantes combates entre notables luchadores, 6- y metáfora de ambos púgiles –elemento real y figurado de la lucha por la vida, obra de la figuración ambos, metáfora de la metáfora, que diría el maestro Sarduy- sobre la lona de papel de la prensa deportiva de El ring, la Vida avasallando al Artista –Cravan vencido por Johnson-, que inmortalizándose por el Arte concede la eternidad al boxeador de color Johnson, fundiéndolos en el abrazo en blanco y negro de la realidad y la ficción –mézclate estrechamente con la vida-, reduplicados en el marisco y el bollo de artesanía que, pese a la apariencia de final en tablas, muestra su querencia por las tablas.

Y ello en un cuadrilátero artificial de columnas de papel pintado –decadente, cadente y caído en su viaje hacia sí mismo: Cravan versus Cravan-, en composición de tamaño mediano que ofrece a la demorada mirada del “lector” el periódico abierto por la hoja de la crónica de Yolanda Bilbao –irónico anacronismo del autor-, en 2003-cuando se acaba de estrenar Cravan vs Cravan, opera prima de Isaki Lacuesta-, a medio camino entre el espectador que hojea la miniatura cinética de Cravan se entrena (1916) y un aficionado que echa un ojo al cartel de la Gran fiesta de Boxeo de esa fecha, ofreciendo el icono de la supervivencia en los reinos de la Naturaleza que proclama el triunfo de la Vida sobre la artificción, en el polo opuesto al capitel de La columna clasicista de escayola pintada.

ÁLBUM DE “ARTE, VIDA Y COLOR”

Hdez. Landazabal ha colgado, sobre el álbum de paredes impolutas de la Galería Kur, la recreación de algunas de las estampas de la colección “Arte y Color” con que desde su juventud viene dando la réplica al de Vida y Color de su vitoriana –nada victoriana- infancia, miniando los sobredimensionados cromos que dan vida a las ventanas ciegas de sus viñetas, iluminando el santoral profano de sus trampantojos sub specie albi con la minuciosidad técnica y la morosidad de la labor bien hecha del artista en su celda, y esa paciencia de la vida retirada en su estudio monacal –y canto-, lejos del mundanal ruïdo.

CE N’EST PAS UN CROISSANT o LAS VAQUITAS SON AJENAS

La obra de Landazabal constituye, así, una escalera de color de la Vida hacia el Arte –de las fotos coloreadas a la Escala de grises de la desnaturalización en blanco y negro-, en correspondencia con la gradación de la escala natural de los seres vivos a las cosas y que, merced al manierismo de esa doble figuración -la de la naturaleza y la del objeto-, proyecta sobre la realidad del espectador esa misma dualidad abierta a la interpretación: o bien el artificio de su pintura nos hace sentirnos más reales –en virtud de la fuerza del deseo-, o bien, si la representación naturalista engaña a los sentidos, más ficticios aún –confirmando la construcción imaginaria de nuestro yo-, con la identidad del espectador en la línea de sombra entre la realidad y la ficción, con/fundiendo figura e invención, el genio y figura de un foto-grafómano cuya obra toma como modelo la Foto/Grafía –y de ahí, nuestra realidad; porque no salimos en la foto y no se nos puede ver ni en Pintura-, pero sin llegar al desengaño Barroco –en el pie de foto, a manera de subtítulo, una ironía conceptista: no la gracia unidireccional de la mirada jerárquica del Poder, ni el sarcasmo nihilista de un desesperado-, si bien con un escepticismo que apunta a la gama de grises, sugiriendo la reificación de los sujetos en nuestra sociedad de mercado –el euro es rey-, la ilusión óptica –óptima en su caso- de los sentidos en la grisura de la vida cotidiana.

Y ascendemos, por la escalera de grises de la Galería Kur, hacia la marina permanente de San Sebastián, reafirmados en nuestra fe en la vida o nuestro nihilismo –en el peor de los casos, en ambos a la vez, pues las penas son de los hombres, las vaquitas son ajenas- como quien emergiera del hundimiento del sepulcro blanqueado de un submarino Kurs.