ISSN 1578-8644 | nº 39 - Mayo 2003 | Contacto | Ultimo Luke
"Diego Matxinbarrena"
eli tolaretxipi
Diego MATXINBARRENA (San Sebastián, 1961) exposición en DRUM Musika – Erakusketak (General Etxagüe, San Sebastián)


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Ante muchos de los dibujos de Diego Matxinbarrena el espectador se sitúa en un espacio múltiple: rodeado de objetos o ante objetos que cobran reconocimiento a medida que se alarga el tiempo de observación, como los ojos que se acostumbran a la oscuridad y que, con las pupilas dilatadas para conservar la poca luz, descubren la presencia de cosas que se hacen cada vez menos ajenas, más familiares por medio de un ejercicio memorístico personal en el que cada cual añade visiones de su experiencia. Por eso es necesario que el espectador deje que transcurra el tiempo, dado que su obra requiere una observación atenta.

Así, una se sitúa en espacios que dibujan grandes ventanales donde a menudo el exterior y el interior se confunden, sea dentro de amplias estancias decoradas con formas delgadas de líneas que se comban, que se ondulan y adquieren movimiento y vida, o en lugares imaginarios pero de procedencia reconocible: imaginería que arrastran la ingeniería y la arquitectura civiles; amplias plazas, explanadas, largos paseos, extrañas piscinas de clubes privados, arquitecturas pobladas de elementos que a primera vista pueden parecer propios pero que observados detenidamente se van haciendo ajenos -y aquí el viaje de la observación realiza un giro contrario y da cuenta de la ambigüedad de los símbolos-, la raya que parecía árbol no es árbol sino lámpara, el banco no es tal sino cama, la cama no es cama sino sobre, la farola tiene antenas; hay líneas que se convierten en caballo, jinete, obstáculo, y porterías de rugby que podrían ser camillas y hablar de esos ciudadanos ausentes, recluidos... Elementos que, si me permiten la interpretación, hablarían de comunicación, a pesar de la ausencia de la figura humana o de lo aparentemente deshumanizado del paisaje; parecería que los dos bastones colocados en la pared entablaran un diálogo y fueran dos personas que hablan con la cabeza apoyada en un muro. Hay pretiles en los que el humo de coches invisibles dibuja el paso del tiempo, banderines y banderas cuyos motivos son transparentes, cables que comunican, que transmiten recuerdos que llegan a la memoria y que ésta reconoce como procedentes de la infancia con toda la distorsión que produce el tiempo.

A la pregunta de por qué el dibujo – en la exposición sólo hay dos cuadros coloreados al óleo y dos bellas y delgadas esculturas de hierro- Matxinbarrena dice aferrarse a él como herramienta fundamental para el diseño: punto imaginario de partida de su obra y punto real al que le gustaría llegar. Diseño, más artístico que funcional, que se completa con los descubrimientos del observador y que permite un juego narrativo de elucubraciones por medio de símbolos abiertos, de imágenes que no contradicen la realidad. Dibujos que muestran el espacio no como forma natural, sino “razonable”, como a él le gusta decir.