LA LITERATURA VASCA AL FINAL DEL MILENIO
(PARTE I)

jon kortazar

LA LITERATURA VASCA AL FINAL DEL MILENIO

No es fácil en un breve espacio de tiempo señalar una diagnosis de la situación de la literatura vasca. Y ya en los términos utilizados se encuentra una trampa. En efecto, hablar de diagnosis remite al campo semántico de la enfermedad. La literatura en lengua vasca es una literatura minorizada, lo que conlleva algunas características, no sé si propias, pero sí concomitantes con otras literaturas minorizadas y, sobre todo, nos habla de un esfuerzo de normalización.

Pero desde luego, no era lo que pretendía. Se me pidió que en unos folios relatara una visión de la realidad, que no puede ser más que compleja del mundo de la literatura vasca, y es lo que voy a realizar. Se trata, pues, más de un informe que de un diagnóstico, aunque se le pide al lector que tenga en cuenta esa situación para la mejor comprensión de lo que se dirá a continuación.

Es preferible que los resúmenes breves, como éste, tiendan a una descripción de la sociología de la literatura. Es preferible este campo de información que el de la historia de la literatura, que termina en una ristra de nombres que dice muy poco al que poco conoce de la literatura vasca.

Después de este largo preámbulo, comencemos por señalar algunos rasgos emergentes de esta forma de literatura.

1. La presencia de la ciudad.

La última definición del País Vasco la ha convertido en una gran megalópolis. Los optimistas señalan que uno puede visitar por la mañana el Museo Guggenheim y cenar por la noche en la pare vieja donostiarra. Y tienen razón, eso puede hacerse. No tienen en cuanta en cambio, el poder adquisitivo medio de la población, y se olvidan del hecho de que probablemente el visitante de la polis termine durmiendo en Santander, por eso de que la autovía del Cantábrico no es de peaje.

Bromas aparte, es bien cierto que estamos asistiendo en la literatura vasca a una mayor apreciación por la ciudad. Los que leímos Obabakoak supimos desde el principio, que el espacio rural de Obaba tenía un hermano gemelo que se llamaba Hamburgo, y Hamburgo –es decir, la ciudad- está presente en la mayoría de los elementos de la nueva narrativa vasca. Está presente en Pako Aristi, en Xabier Montoia, en Edorta Jiménez y en Arantxa Iturbe.

Pero, la megalopolis que significa el País Vasco no termina de afinarse si no se tienen en cuanta las autopistas. Y las autopistas son la clave de la integración del País. Existe una novela, y creo que debe subrayarse, que sucede en una autopista: Zeru horiek, Esos cielos, de Bernardo Atxaga.

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