Septiembre 2001

Del interés del arte por la periferia

kepa murua

El arte sortea la nada. La nada es aplicada, tiene su don y su fundamento. La nada es la libertad cuando no tienes más que el comienzo. Con el objeto acabado entre las manos la nada pierde su significado. En el arte la nada y la periferia a menudo se confunden. Para muchos la periferia no existe, es nada. Mas como testimonio que contradice el recurso anecdótico en que cae el mundo del arte, la periferia puede resultar sorprendente cuando entre la nada aparece un nombre que lo trastoca todo. La nada tiene así su fundamento: frente al artista obligado a reinventarse a menudo para no perder su poder de seducción, en la periferia el arte se descubre en silencio ante su propia perplejidad cuando alcanza una profundidad que contradice a la nada. El arte y la fama huyen de la periferia. En la periferia surgen los artistas solitarios, los que no tienen prisa, los inclasificables, los que no buscan recompensa alguna, los artistas que crecen para subrayar la derrota del hombre. Los que aspiran al conocimiento, a la exactitud, al detalle, al margen como la periferia misma. Si en el centro se condensa el poder, en la periferia se agazapa el arte con todo su poder oculto hasta que alguno se permite el lujo de descubrirlo y llevarlo más allá de su propio centro. En el arte la periferia es parte del abismo con todas sus consecuencias. Es arrabal y es nada porque se confunde con la identidad del artista atento que vive con descaro su silencio más bello. No importa el reconocimiento, el momento de la creación es, como el silencio que envuelve a la periferia, intenso.

Ilustración: A. Lz. de Luzuriaga

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