Septiembre 2001

Leer a oscuras

borja de miguel
Pregúntale al polvo

Se edita hoy en castellano la tetralogía del alter ego de John Fante -Arturo Bandini- y, al igual que lo hacían en su tiempo, la mayoría de la gente se preguntará: ¿quién es John Fante? Básicamente, un empecinado escritor al que el tiempo, una y otra vez, no quería darle la razón.

John Fante (1909-1983) era un norteamericano hijo de inmigrantes italianos que se ganaba la vida como guionista de Hollywood -con más pena que gloria- y que dedicó gran parte de su esfuerzo literario a escribir una autobiografía novelada que pasó prácticamente desapercibida por las librerías del momento. Pudo salir adelante gracias a los guiones que escribía pero, finalmente, le llegó la muerte sin que nadie pensara en él como un escritor destacable. Años después, y a pesar de que su literatura nunca había gozado de éxito comercial, más bien todo lo contrario, aparecían en España algunas de sus obras siguiendo la misma suerte que ediciones anteriores. Llegaron a realizarse incluso traducciones al euskera y catalán. Después, un largo silencio de desinterés. Y, ahora, que se edite esta tetralogía hace pensar en qué será lo que lleva a que se publique una obra que, por sus precedentes, no parecería que fuera a suponer un gran éxito de ventas. ¿Será la calidad del texto? ¿Será que un buen prólogo de Bukowski -y éste sí que vende-, que jamás se cansó de ensalzar la obra de Fante y considerarlo un genio de la literatura y su influencia más decisiva, es un recurso que no se puede dejar escapar? ¿O que los colores reconocibles de las portadas y los logotipos tienen ya fuerza suficiente como para vender casi por sí solos? Seguramente, un poco de todo. En cualquier caso, la obra se edita y, con sus aciertos interesantes y sus flaquezas también importantes, ya se pueden encontrar los dos primeros títulos de la saga: "Espera a la primavera, Bandini" y "Pregúntale al polvo".

Pregúntale al polvo es esencialmente una novela de desarraigados en una América de sueños rotos. Escrita en 1939, el paisaje urbano ya toma un peso vital en la historia -en este caso Los Ángeles- y el polvo -de las calles, de las carreteras, de los desiertos y los edificios que se derrumban-, como un símbolo del fracaso, termina por cubrirlo todo. En este ambiente deprimido Arturo Bandini, joven americano descendiente de inmigrantes italianos, trata de convertirse en escritor de éxito, de conseguir algo de dinero para seguir tirando y, sobre todo, trata de desprenderse de unas raíces que vive como una lacra, como una bola de presidiario atada a su tobillo que le impide correr libre por América. "Yo era americano y me sentía orgullosísimo de ello, hasta el tuétano." "Pero soy pobre, mi apellido termina en vocal, me odian a mí y odian a mi padre, y al padre de mi padre, y si por ellos fuera, me sacarían la sangre, me sacrificarían, pero ya son viejos, agonizan al sol y en el polvo tórrido del camino, y yo soy joven y estoy lleno de esperanzas y de amor por mi patria y mi época…" El mundo de Bandini se convierte en un mundo obsesionado por la escritura, el éxito, el dinero, el origen social, el amor imposible y la consiguiente soledad, la ciudad…, y por el choque de todo esto con su educación moral y familiar.

Hay quien marca aquí, concretamente en Fante, el origen del realismo sucio: un germen -un poco verde todavía- que pasa de éste a Bukowski, y definitivamente de aquí a otros nombres como Raymond Carver, Richard Ford, David Foster Wallace… Y es que parece que el crack del 29 fue un revulsivo que empujó a los escritores a bajar a lo más profundo de ellos mismos y narrar desde esta nueva óptica donde se confronta la depresión y el pesimismo con el orgullo y la fuerza interna de vivir, y a mí me gusta esta idea de literatura y realidad influyéndose y obligándose a avanzar la una a la otra. La dificultad está en dominar estas fuerzas y hacer con ellas buena literatura.

A algunos el tiempo les da la razón o simplemente la suerte les sonríe tarde, y a John Fante finalmente le llegó el éxito literario, después de que Bukowski alcanzase reconocimiento y rescatara a su "ídolo". Seguramente sin Bukowski nadie hablaría hoy de Fante. El caso es que el éxito le llegó y no se puede dudar de su vocación literaria -la última novela de la saga se la dictó a su mujer cuando, ya anciano, estaba ciego y con las piernas amputadas a causa de la diabetes-. Curiosamente, este resurgir de su obra él no pudo verlo no sólo por su ceguera sino porque, para entonces, Fante hacía años que ya era polvo. Preguntémosle a él qué opina de todo esto.

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