Septiembre 2001

CINE
Sueños en la caverna
alex oviedo
"Cine bélico: descenso a los infiernos"

Seguramente dos de los momentos más intensos reflejados en una pantalla tienen como motivo un mismo tema y una película: "Apocalypse Now", de Francis Ford Coppola, adaptación de "El corazón de las tinieblas", de Conrad, y demostración de hasta dónde puede llegar la degradación y el horror en el ser humano. En el primero, un Martin Sheen alcoholizado y psicológicamente enfermo, es presa de los recuerdos producidos por la muerte, el ruido de las aspas de los helicópteros, las balas cruzando a su alrededor, con la voz de Jim Morrison cubriendo cada segundo con profundidad y desgarrada emoción: "this is the end, my only friend, the end". El segundo tiene lugar en plena guerra, en un ataque americano a un poblado vietnamita, con las Valkirias de Wagner como fondo musical y con la única pretensión de tomar una playa para hacer surf. En ambos casos, las escenas vienen subrayadas por una banda sonora que le imprime una fuerza inusitada: pocas veces una combinación de imágenes y música ha logrado semejante objetivo. Y pocas veces se ha llegado a mostrar el sinsentido o el horror como en esta película (quizás tan sólo la primera media hora de "Salvar al soldado Ryan", de Spielberg, es capaz de bombardear la mente del espectador tan violentamente como ese viaje a los infiernos de Coppola).

El cine, como reflejo de las bondades y maldades del ser humano, no podía olvidar su lado más oscuro. Invasiones, luchas de clases, escaramuzas, peleas por el honor de una dama, cualquier aspecto que enfrentase a los hombres ha sido llevado a las pantallas. Pero el cine bélico recobra toda su fuerza cinematográfica cuando tiene la Segunda Guerra Mundial como referente (los americanos tan propensos a hacernos recordar su historia, también han recurrido con insistencia a su guerra civil, aunque han obtenido sus mejores resultados cuando la guerra no les afectaba tan directamente), y en especial una visión romántica, casi de cartón piedra, de la misma. Algunas de las mejores cintas bélicas han recurrido a algunos aspectos de la Segunda Guerra Mundial: el ataque a Pearl Harbor en "Tora! Tora! Tora!", el frente asiático ("Objetivo Birmania"), el desembarco de Normandía ("El día más largo") o la situación de los prisioneros ("La gran evasión", "El puente sobre el río Kwai"). Incluso algunas películas han sabido reírse de la situación: Los violentos de Kelly" o "MASH" (aunque el conflicto en que se enmarca esta última tuviera lugar algunos años más tarde). En todas ellas parecía haber cierto distanciamiento, un breve componente de falsedad otorgado por la pantalla de la televisión o por el desarrollo de la trama.

Vietnam destrozó esta visión heroica, retomando toda su crudeza y convirtiendo cada imagen en una sucesión de pesadillas: desde "El cazador" de Michael Cimino hasta la trilogía de Oliver Stone ("Platoon", "Nacido el 4 de julio", "El cielo y la tierra"), todas las películas que han reflejado la guerra asiática han dejado patente el grado de derrota que supuso para los americanos (verdaderos artífices de lo bélico en lo cinematográfico). Desde entonces, el cine sobre guerra ha recobrado la sensación de miedo, horror y absurdo que provocan las muertes: "La delgada línea roja" o "Salvar al soldado Ryan" son muestras de esta realidad. "Pearl Harbor", sin embargo, sólo se queda en un hermoso videoclip, fuegos de artificio decorados por ordenador.

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