Septiembre 2001

OSWALDO GUAYASAMIN
América, aparta de mí este cáliz

luis arturo hernández

"al que ocultóse en su ira..."

César Vallejo

"Aquel diálogo que le acompañaba desde niño, irreconciliable, paradójico -presencia clara, definida, perenne de voces e impulsos- que le hundía en la desesperación y en la soledad del proscrito de dos razas inconformes, de un hogar ilegal, de un pueblo que venera lo que odia y esconde lo que ama, arrastró al chulla por la fantasía sedante de la venganza."

Jorge Icaza, El chulla Romero y Flores

"¿Qué hacer con la mitad humana del cuerpo del semidiós?"

Vladimír Holan, Sin título, Dolor

 

La pintura de Oswaldo Guayasamín, en su síntesis de fatalismo precolombino y sentimiento trágico de la vida judeocristiano, es poesía monumental -monumento funerario por antonomasia: monumento mori-, poema mural -morituri te salutant: muro de las lamentaciones-, en las hojas del libro de las Américas, encuadernado por el lomo de los Andes cuyo paso del Ecuador está precisamente en Quito(libre).

Arte de un chulla cuyo mestizaje es el sincretismo de la arcaica cerámica incaica de Quito y las pinturas negras de la Quinta del Sordo, koiné del épico muralismo revolucionario mexicano de Orozco y demás compañeros de viaje ungido por la estilización grecotoledana, postcubismo picassiano pasado por el Triunfo cubano.

Ysu poética, la de de una épica social, comprometida con el pueblo en lucha -el poema Masa, de César Vallejo- que, tras individualizarse en la impresión emotiva -’¡No mueras, te amo tanto!"-, contemplación estática y exterior -en general- en su Huaycaiñán, resurge trascendida en visión existencialista de un Hombre universal

-"Tanto amor y no poder nada contra la muerte"-, desde el dinamismo interior del expresionismo -"Pero el cadáver, ¡ay! siguió muriendo"- de La Edad de la Ira.

De la épica que lo hermana con Neruda, a la lírica que lo aboca a César Vallejo.

DALE LA MANO AL INDIO, DALE QUE TE HARÁ BIEN

"Así fue cometido este tormento.

(...)

y entró a la única puerta que le abrieron

la puerta de otros pobres, la de todos

los azotados pobres de la tierra."

Pablo Neruda, Los indios, Canto general

"¡Salta, carajo! Necesitan gente acoquinada por el temor, por el hambre, por la ignorancia, por la vergüenza de raza esclava, para justificar sus infamias. Necesitan verdugos y víctimas a la vez. Niegan lo que afirman o tratan de afirmar... El futuro..."

Jorge Icaza, El chulla Romero y Flores

Iniciado en la denuncia indigenista, con su magna obra titánica contra lo tiránico en todas sus manifestaciones, Guayasamín, observador privilegiado de la realidad racial y agente dinámico y en relación con los movimientos de masas, va haciendo del sentimiento el objeto artístico, y desde la representación de la multitud pasa a ceñirse al individuo al tiempo que, en sucesivas y pre/meditadas aproximaciones, el hombre solidario que se asoma desde fuera al abismo del Hombre se interna en el abismo del ser y, por empatía, emerge, después de ese descenso a los infiernos de la angustia, a la superficie del lienzo, desde dentro del dolor, sujeto activo de la expresión de lo más entrañable, uña y carne con la emoción total de los hombres.

"Un hombre está mirando a una mujer,

está mirándola inmediatamente"

César Vallejo Un hombre está mirando a una mujer, Poemas humanos

"Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,

de querer, de besar al cariño en sus dos rostros"

César Vallejo, Me viene, hay días, una gana ubérrima, política..., Poemas humanos

Y esos tanteos y tentativas pasan irremisiblemente por la tentación vanguardista.

Desde la deshumanización por medio de diversos planos grises del esbozo del desnudo geometrico de El luchador (1947), pasando por la colorista intersección complementaria de sendos rostros en Los amantes (1957), y donde a diferencia de los rompecabezas picassianos integra ambas caras de un sufrimiento común en el llanto de su tercer ojo, fértil racimo de lágrimas, hasta la estilización picassiana de El violinista (1967), artista del hambre de inspiración cubista y pariente próximo de los esqueletos de La espera, recubierto por el rubor muscíneo de los cadáveres, figura sedente bajo los efectos de la música sedante de un ocre violín de oro viejo -orín: orina teñida de sangre-, atacado por unas manos sobrehumanas -la función hace al órgano-, manos del músico que afinan, mano a mano, los tonos del pintor.

HIJOS DE LA IRA

"Dolor que rompió definitivamente las ataduras que aprisionaban su libertad, y que llenó con algo auténtico lo que fue su vida vacía: amar y respetar por igual en el recuerdo a sus fantasmas ancestrales y a Rosario, defender a su hijo, interpretar a sus gentes."

Jorge Icaza, El chulla Romero y Flores

Sin embargo, donde la pintura de Guayasamín se torna una escritura chorreante de tinta es en La Edad de la Ira, colección en blanco y negro -blanco sobre negro de la imposición del blanco sobre el color-, encadenamiento de fotogramas de una película -más que piel, puro pellejo- de cine mudo, velada -en eterno velatorio- y revelada -ni siquiera rebelada-, de sucesivas series que, en gradación poética, van secuenciando la degradación del ser carcomido por la angustia y la deformidad en un crescendo climático de tonos graves y sombríos, mortecinos, monocromáticos.

El expresionismo tiende, para entonces, a la hora de representar los cuerpos y en consonancia con la deshumanización del dolor, a la geometrización del cubismo.

EL DOLOR EN LOS TIEMPOS DE LA CÓLERA

"Un enfermo lee La Prensa, como en facistol.

Otro está tendido palpitante, longirrostro,

cerca a estarlo sepulto.

Y yo advierto un hombro está en su sitio

todavía y casi queda listo tras de este, el otro lado."

César Vallejo, lv, Trilce

Cuerpos esqueléticos y moribundos, mendicantes y famélicos, seres renegridos con un lienzo -el lienzo- por sudario, figuras yacentes y osamentas apaisadas sin otro paisaje que la noche, naturalezas muertas sobre el suelo encalado, calcinado, replandeciente como un sepulcro blanqueado, y en crudos planos de detalle, bocas aulladoras, ollares anhelantes, ojos desorbitados -uno solo, en ocasiones, ciclópeo-, las ventanas del dolor, en Los condenados de la tierra (1967-68).

MUSEO EQUINOCCIAL DE LOS DOLORES

"Nudo alvino deshecho, una pierna por allí,

más allá todavía la otra,

desgajadas,

péndulas.

(...)

Las uñas aquellas dolían

retesando los propios dedos hospicios.

De entonces crecen ellas para adentro.

mueren para afuera,

y al medio ni van ni vienen,

ni van ni vienen."

César Vallejo, xxvi, Trilce

Espectros sedentes, vencidos dioses de la guerra o anónimos ecce homos, tristes cuerpos suplicantes, supliciados,dis/torsionados, descoyuntados por el sufrimiento - manos hipertrofiadas y blanquecino fulgor de hueso-, descalcificados y descalzos en una secuencia que intercala, en brusco zoom, macrocéfalas cabezas hieráticas y monolíticas -cual moais de Pascua- en primer plano, tótem y gárgola, tabú y dolor de santidad, estilización y brutalidad en un juego de encuadre -medio y de detalle-, espectáculo de atracción y repulsión simultáneas en la serie La espera (1968-69).

LA CÓLERA QUE QUIEBRA AL HOMBRE EN NIÑOS

"Un paria duerme con el pie a la espalda

¿Hablar, después, a nadie de Picasso?"

Un hombre pasa con un pan al hombro, Poemas humanos

Y el hombre raquítico, animalizado, rocinante de sí mismo -a cuatro patas- en el despiece del Mural de la miseria (1969), donde el cuerpo se despedaza en detalles de un dislocado rompecabezas de desproporcionados testudes invertidos y manos sobredimensionadas, en un cómic -más que cómico, patético- con agónicos tonos grises, de un sacrificio de ritualidad precolombina -anterior a la comedia del arte-, en que la grotesca ruptura del canon naturalista vuelve a expresar la jerarquización moral del dolor, y la perspectiva múltiple, su predisposición a "todos los hombres de la tierra", desde una pintura plana asomada a la angustia de la página en blanco.

MADRES DE LA IRA

"Oh tus cuatro gorgas, asombrosamente

mal plañidas, madre: tus mendigos.

(...)

Hoy que hasta

tus puros huesos estarán harina

que no habrá en qué amasar (...)"

César Vallejo, xxviii, Trilce

Plañideras amortajadas por el luto, madres dolorosas profanas encofradas en sus féretros, mujeres dolientes -Antígona o cualesquiera sean las heroínas del panteón quechua-, hermanas de una inmensa Casa de Bernarda Alba sobre el fondo gris sin una tercera dimensión, ni profundidad de/l campo, ni perspectiva alguna, almas en pena que contemplan ante nosotros algo que somos incapaces de imaginar -elipsis ¿del horror exterior?, ¿del desgarro interior?, ¿nosotros mismos?-, genio y figura sin paisaje hasta la sepultura de las cariátides de la serie Mujeres llorando (1969).

OIGO, MADRE, TU AFLICCIÓN

"Lo hacen las manos de tu vieja madre,

manos que tiemblan

pero cuyo temblor sigue siendo

medida y comprobación..."

Vladimír Holan, Tras muchos años en casa de mamá, Dolor

"Tus manos y mis manos recíprocas se tienden

polos en guardia, practicando depresiones,

y sienes y costados."

César Vallejo, lxxi, Trilce

Idéntico dramatismo se reconoce en los afligidos rostros verdosos de Homenaje a la madre (1969), motivo recurrente en la pintura de Guayasamín que hunde sus raíces en la infancia del autor y se multiplica -en familia numerosa- y se reproduce en vivo y variopinto colorido en su Madre y niño en azul (1989) o Ternura (1989), haciéndose extensivo a la condición femenina, en Meditación (1989) por ejemplo, con cromatismo cuasifauvista y figuras aureoladas por la luminosa gama de rojos, azules o amarillos, reflejos de una Naturaleza pródiga y fecunda en flores o frutas, o las lágrimas, hermosas como granos de uvas -de la ira-, rezumando el mosto del dolor entre sombras azuladas y párpados sanguinolentos en Niña llorando (1994).

REDOBLE FÚNEBRE A LOS ESCOMBROS DE LIDICE

"Miré el cadáver, su raudo orden visible

y el desorden lentísimo de su alma;

le vi sobrevivir; hubo en su boca

la edad entrecortada de dos bocas.

Le gritaron su número: pedazos.

Le gritaron su amor: ¡más le valiera!

Le gritaron su bala: ¡también muerta!"

César Vallejo, España, aparta de mí este cáliz

 

Si bien es verdad que la descomposición en planos propia del cubismo no anula en ningún momento el figurativismo de Guayasamín, sino que aprisiona la figura en los límites de su agonía, no es menos cierto que, llegado al mural memorial de Lidice (1977) -el Guernica checo-, el pintor muestra el descuartizamiento propio de la bomba de fragmentación deshumanizadora, inhumana, ahumada, inhumada dispersión de dientes afilados, ojos de disco, sangre seca en geometría de colores chillones que apunta a la abstracción como única forma de hacer soportable tanto horror, en un viaje inverso a las vanguardias que propende al desconstructivismo.

ME VIENE, HAY DÍAS, UNA GANA UBÉRRIMA, POLÍTICA...

"¡Viban los compañeros

a la cabecera de su aire escrito!

¡Viban con esta b del buitre en las entrañas

de Pedro

y de Rojas, del héroe y del mártir!"

César Vallejo, España, aparta de mí este cáliz

Asoma, así, la rebelión contra la injusticia del pasado o del presente, como en el díptico Homenaje al Che (1978) , planos fijos de caras de color hueso entre manos de osario, o en el Homenaje a Nicaragua (1978) -"con su dolor y mi angustia", ha escrito a modo de dedicatoria el pintor-, las manos de nuevo enmarcando las caras -máscaras- del sufrimiento, con un aura sombría sobre un fondo sangriento: pasión rojinegra de la Revolución Sandinista en marcha, triunfando en loor de multitudes, tras haber dedicado una superpoblada obra al padecimiento secreto, clandestino y vergonzante del guerrillero, o a minorías perseguidas o marginadas como el judío, el negro -así, ese kafkiano"Niño negro"(1969), de penetrante mirada- o el ciego.

TRÁIGANME TODAS LAS MANOS

"Una mano con las uñas teñidas del color de mi sangre

sostiene en su palma la piedra de vuestro corazón."

Vladimír Holan, Un poeta agonizante, Dolor

"Dos lagunas las manos avanzan

de diez en fondo..."

César Vallejo, lxviii, Trilce

 

Así hasta darnos de manos a boca, recuperado el color, con las manos de la serie Manos (1979), manos que piden, claman, ruegan, suplican, interpelan o exigen al observador, estático y contemplativo, flanêur o turista o simple aficionado al arte, tapándose los ojos -no ver-, cerrándose los oídos -no oír-, haciendo de bocina a un grito -no callar-, y se agarrotan en torno al vacío azul -puras garras depre/dadoras- de Manos insaciables o se aprietan en los puños crispados de Las manos de la ira, con dedos angulosos, en tensas pentagonías, que se desentumecen pugnando por salir de su cárcel de tela al pie de unas caras huesudas, calavéricas -cadavéricas-, descompuestas, desencajadas, desesperadas, crispadas en la serie El grito (1983).

PAISAJE SIN FIGURA

"Pintor germinativo y esencial"

Pablo Neruda

Aunque, periódicamente, Guayasamín desplaza la mirada del paisanaje hacia el exterior extendiendo la vista a lo lejos para avizorar el paisaje urbano de su ciudad -ecos de suciedad-, de Quito, a vista de pájaro -más que del emblemático cóndor ( carroñero, coprófago, aniquilador cuando va en bandada como la Legión Cóndor), de un minúsculo pájaro blanco: guayasamín- para proyectar en el paisaje, al modo romántico, sus estados de ánimo en el espejo cuarteado del caserío blanquecino de la urbe, agrisado como un collage de papel de periódico, vertedero de cuarterías al pie de la cordillera andina que se extiende como la cremallera de América-cicatriz de la canana o el peine de ametralladora de la fatalidad de los pueblos indígenas-.

Desde la radiografía moral de Quito sangriento (1966), vista aérea de la ciudad, cristalizada en teselas musivarias, acrisolada por el sol y descuartizada en añicos bajo una mole volcánica rezumante de lava -bronquios sangrantes, branquias de la sirena varada de los Andes-, al oscuro presagio de Quito de la nube negra (1987), sombra ominosa, aura fatídica del Mal -el turbión de la tormenta y demás plagas-, fuerza ciclópea de un ciclón que amenaza con avasallar la capital, fragmentaria en hueso y sepia, mosaico constructivista que apunta a una abstracción morigerada, como en Antípodas (1989), amable vista portuaria, marina con el barco Guayaquil en primer plano, en las antípodas del rojo y negro, de la sangre y el luto anteriores.

AUTO/RETRATOS DEL PINTOR SIN PAISAJE

"¡Por tu madre! Ella es la causa de tu viscoso acholamiento de siempre. De tu mirar estúpido... De tus labios temblorosos cuando gentes como yo hurgan en tu pasado. De tus manos de gañán... De tus pómulos salientes... De tu culo verde... No podrás ser jamás un caballero...’ fue la respuesta de Majestad y Pobreza."

Jorge Icaza, El chulla Romero y Flores

"¡ese rostro con la máscara nada más en las manos!"

Vladimír Holan, El pie de la parábola, Dolor

Haciendo abstracción de la deshumanización abstracta, Guayasamín se retrata en 1952 entre caretas y máscaras, polifacético, con un punto de verdor en los ojos,ese mismo verde del humus selvático y fecundo de la Humanidad que invade El rostro del hombre, su autorretrato de 1963, color de la esperanza/esmeralda que asoma al retrato de Atahualpa Yupanqui (1974), con la luz de la secreta ilusión de quien, a pesar de los pesares y del apesadumbrado testimonio existencialista que ha sido su obra, dejara escrito antes de morir: "Mantengan la luz encendida, porque volveré".

Invitación que haría buenas las palabras de Vallejo en el final de su poema Masa:

"Entonces, todos los hombres de la tierra

le rodearon; les vio el cadáver triste,

emocionado;

incorporándose lentamente,

abrazó al primer hombre; echóse a andar..."

ECUADOR, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ

"Guayasamín es uno de los últimos cruzados del imaginismo; su corazón es nutricio y figurativo..."

Pablo Neruda

"Pero aquí abajo todo es condena, a cadena perpetua..."

Vladimír holan, Mancha, Dolor

Quintaesencia del irracionalismo pictórico subjetivo, el cholo Guayasamín precipita en el atanor de la cerámica precolombina la herencia del Barroco de El Greco en una síntesis postcolonial a la que no es ajeno el prerromanticismo del Goya de las pinturas negras transmutado, en virtud de las vanguardias europeas, en expresionismo, bajo la égida de Picasso y sometido al baño de multitudes del muralismo mexicano, lo que hace de él una figura única del sincretismo hispano como poeta de la plasticidad del dolor como condición esencial del ser humano.

Canciller de las Indias, su pintura se pasea por las salas de exposiciones de la antigua metrópoli en honor de multitudes, elogiada por los públicos españoles, al tiempo que la abundantísima comunidad de inmigrantes ecuatorianos se debate -auténtico dolor de multitudes- entre Ecuador o España, aparta de mí este cáliz.

Algunas obras de Oswaldo Guayasamín:

autorretrato

la espera

la espera 7

los amantes

los condenados

m lidice

m miseria

manos insaciables

manos ira

muerte che

mujeres llorando

niña llorando

quito nuve

quito sangr

ternura

violinista

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